
Por Hildebrando Chaviano Montes
El Vedado, La Habana, 19 de diciembre de 2010, (PD) ¡Qué equivocado estuvo Fidel Castro cuando creyó que con unas cuantas promesas y una dosis adecuada de represión, podía gobernar este país con éxito! Entre el choteo, la simulación y la resistencia abierta o encubierta, el pueblo se ha encargado de demostrarle lo contrario.
Nada ha funcionado a derechas en Cuba durante todo este tiempo, contrario a lo ocurrido en la primera mitad del siglo pasado, en que sin tanta fanfarria y populismo, la nación se convirtió en una de las más prósperas del continente, con un nivel de salud y educación públicas que podía servir de modelo a cualquier país del área
Bajo el gobierno de Fidel Castro, los cubanos han sacado a relucir no sólo sus valores humanos y patrióticos, sino su particular filosofía para enfrentar obstáculos considerados insalvables. Nada, por serio que pueda parecer, escapa a su don de tirar a relajo lo mismo una amenaza nuclear, un ciclón o un Período Especial que ha dejado una generación de jóvenes esmirriados.
Con esto no contaba el Comandante, Cuba se le convirtió en una tembladera y mientras más fuerza ha utilizado, más se ha hundido. Sus elegidos organizan fiestecitas mientras él agoniza, otros acatan sus órdenes, orientaciones o reflexiones, pero no las cumplen, porque saben que no deben tomarse demasiado en serio.
Es por eso que ahí seguirá el marabú como rey de los campos de Cuba, y no habrá productividad, ahorro ni esfuerzo alguno. Los cambios no son creíbles por venir de quien vienen. El pueblo está escarmentado tras medio siglo de rectificaciones y remiendos de un sistema que no conduce a ninguna parte mientras los mismos zánganos se aferran a las mieles del poder.
Al final, el castrismo será despedido con una musical y estruendosa trompetilla, expresión máxima del choteo, que aunque dolorosa, no deja olor a pólvora y es preferible a la venganza.
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