lunes, 14 de febrero de 2011

Los que en el amor se sostienen




Una pareja se abraza hoy, lunes 14 de febrero 2011, en el muro del malecón de La Habana, Cuba, cuando se celebra en la isla el día de San Valentín.



(Radio Martí, Armando de Armas, 15/02/11) - Hoy el mundo occidental celebra lo que la tradición denomina como Día de los Enamorados o de San Valentín. Una festividad que, como todas las que provienen de las inasibles y numinosas regiones del inconsciente, tiene unos orígenes inciertos que se pierden en la noche de los tiempos. Con las efemérides de los enamorados ocurre como con la del nacimiento de Cristo, se funde y confunde en la fecha de rituales propios del más ancestral paganismo.

Así la Iglesia primitiva, en su sabiduría, supo absorber en lugar de reprimir los ritos paganos existentes que desde las más remotas eras habían celebrado por esas fechas el solsticio de invierno y la llegada de la primavera, la resurrección desde el inframundo, el triunfo de la luz sobre las tinieblas. La fiesta pagana más estrechamente asociada con la Navidad pudiera ser, quizá, la de las decembrinas saturnales en Roma con sus siete días de bulliciosas diversiones, orgías y banquetes, relacionadas con las divinidades agrarias y la manifestación de las buenas cosechas. Al mismo tiempo y en ese sentido, se celebraba también por esas fechas en el norte de Europa la fiesta de invierno, conocida como Yule, y en la que se quemaban grandes troncos de árboles adornados con ramas y cintas en honor de los dioses para conseguir que el Sol no dejara de brillar con fuerza y los frutos fueran abundantes.

Asimismo, se estima que el Día de San Valentín es una celebración cristianizada del paganismo, debido a que en la antigua Roma se realizaba la adoración al dios del amor en la figura de Eros, a quien los romanos llamaban Cupido, y en esa celebración se pedían los favores del dios endulzándole mediante ofrendas para conseguir así encontrar al enamorado o amante ideal. Por otro lado, existió también una tradición entre adolescentes romanos de practicar una fiesta derivada de los ritos en adoración del dios Lupercus, deidad de la fertilidad que se celebraba el día 15 de febrero y que consistía en una especie de sorteo mediante el cual cada chico escogía el nombre de una joven que se convertiría en su compañera de diversión erótica durante todo un año.

Sin embargo, otras fuentes aseguran que el origen de la historia del Día de los Enamorados está en la Roma del siglo III, época en la que el cristianismo era perseguido y se prohibía además el matrimonio de los soldados, puesto que se creía que los hombres solteros rendían más en el campo de batalla que los hombres casados porque no estaban emocionalmente ligados a sus familias y que, por lo mismo, nada tenían que perder a la hora de enfrentar al enemigo, y es en esas circunstancias que emerge la figura de San Valentín, sacerdote cristiano que ante semejante discriminación decide casar a los soldados bajo el ritual cristiano a escondidas de las autoridades romanas. Valentín, a quien se le atribuyen milagros como el de devolver la vista a la hija de uno de sus perseguidores, terminaría en prisión por desobedecer las leyes romanas y subsiguientemente ejecutado nada menos que un 14 de febrero, por lo que posteriormente, oficializado el cristianismo, se canonizó a San Valentín como patrón de los enamorados.

Cualquiera que haya sido el origen lo cierto es que, efectivamente, San Valentín ha devenido en el santo que rige el amor y la amistad, en el patrón de los enamorados y los amigos, de todos aquellos que buscan pareja o quieren permanecer con la que ya tienen, y de los que endulzan sus existencias mediante el cultivo o búsqueda de la amistad. Un día y un santo, sin dudas, para estimular la concordia que adviene de intercambios civilizados entre los unos y los otros, y en que el odio parece ocultarse, difuminarse allá en las regiones del inframundo donde una vez los antiguos quisieron confinarlo mediante la práctica de insospechados rituales.

Pero, desgraciadamente, no en todas partes un día como hoy el odio se retira como avergonzado a los predios del inframundo. Hay lugares como Cuba donde el odio ideológico de las autoridades parece cebarse en sus ciudadanos, y, lo más triste, en sus mejores ciudadanos. Así, en una fecha como ésta, donde los amigos y enamorados de medio mundo intercambian regalos y tarjetas, sonrisas y besos, habrá en la isla parejas como la del médico Oscar Elías Biscet, condenado a 25 años de cárcel desde la Primavera Negra de 2003, y la Dama de Blanco Elsa Morejón, quienes no podrán siquiera verse y, en caso de que las autoridades comunistas así lo permitan, no lo harán caminando de la mano, disfrutando de una cerveza o un helado, por las calles de La Habana, París, Miami o Nueva York, sino entre alambradas y rejas, y bajo la mirada hosca y suspicaz de la soldadesca de la guarnición.

Parejas como la de Jorge Luis García Pérez, conocido popularmente como Antúnez, y su esposa Iris Tamara Pérez Aguilera, quienes se encuentran en la calle, no sin antes haber cumplido Antúnez 17 años de prisión, pero que igual están bajo acoso, represión y vigilancia del ojo orweliano, devenido monarquía marxista encabezada por un general de ninguna batalla, y que, ahora mismo, mientras esto escribo, pudieran estar siendo apaleados e insultados por turbas y conducidos bajo arresto en autos patrulleros en parafernalia de palabrotas, destellos de luces, sonar de sirenas y chirriar de gomas en el pavimento.

Parejas como la integrada por la Dama de Blanco Berta Soler y Ángel Moya, prisionero político del Grupo de los 75, quien se negó primero a ser desterrado a España y luego a ser excarcelado hasta tanto fueran liberados sus compañeros más enfermos, liberado este sábado contra su voluntad y sometido a una fuerte golpiza por parte de oficiales de la policía política que lo condujeron violentamente hasta su casa en la barriada de Alamar, en Habana del Este, y donde ya le habían preparado no un regalo por San Valentín sino una turba que lo recibió con un acto de repudio.

Parejas como la formada por la Dama de Blanco, Laura Pollán Toledo, y el prisionero político del Grupo de los 75, Héctor Maseda Gutiérrez, quien había rechazado su liberación condicionada por una licencia extrapenal y quedó finalmente excarcelado este sábado y se encuentra en su casa de la barriada de Centro Habana. Parejas, la de Angel y Berta, la de Héctor y Laura, que aunque podrán verse este 14 de febrero, tendrán que reiniciar la vida en común desde el cero de las no personas, esas a las que el régimen impide desde tener un empleo, elegir o ser elegidos, hasta entrar o salir libremente del país. Por no hablar de de la pesadilla de nuevas condenas pendiendo puntuales sobre sus cabezas.

Parejas como la de Oleivys García Echemendía y Pablo Pacheco Avila, prisionero político del Grupo de los 75 deportado a España junto a otros 40 del mismo grupo, tras las conversaciones el año pasado entre el general Raúl Castro, el cardenal Jaime Ortega y el entonces canciller español Miguel Angel Moratinos. Quienes, junto a su hijo de 12 años, Jimmy Pacheco, inician una nueva vida en libertad, pero desde la precariedad y la inseguridad que depara todo exilio.

Parejas todas, abatidas pero no vencidas por el vendaval de la historia, de la historia como histeria y, claro, como inconmensurable tragedia, que como a cientos de miles de parejas en esa isla se les ha privado del tesoro mayor, porque se les ha privado de la libertad, pero que a pesar de los pesares aún tienen la fuerza y la fe suficientes para en el amor sostenerse y que, un día como hoy, hacen o renuevan votos bajo la égida de un atareado y complacido y, en lo posible, complaciente San Valentín.

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