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Escrito por Osmar Laffita
Capdevila, La Habana, 7 de febrero de 2011,
(PD) En el juicio por los asaltos de los cuarteles Moncada y Carlos Manuel de Céspedes, el Dr. Fidel Castro, en su alegato la Historia me Absolverá, juró que tan pronto fuera derrocado el gobierno de Fulgencio Bastista se restauraría la Constitución de 1940. Pero tan pronto asumió el cargo de Jefe de Gobierno, a 30 días de su entrada triunfal a Las Habana, el 7 de febrero de 1959, violó ese compromiso y sustituyó la Constitución por la Ley Fundamental de la República, disolvió el Congreso y el Senado y puso fin a la tripartición de poderes. Se echaban los cimientos de lo que hoy es el gran edificio en que se refugia la dictadura más longeva del mundo.
Con ello, los gobernantes cubanos afirmaban que en determinado momento era necesario traicionar la palabra empeñada. Según su lógica, se puede mentir cuando ello resulte útil. Fusilar cuando es necesario. Confiscar los bienes ajenos cuando sea provechoso. Estas máximas son aplicadas por los actuales gobernantes, dado que para ellos, se trata de un interés de Estado.
Para los gobernantes cubanos, el temor del pueblo es una necesidad, la virtud algo inexistente y el honor, peligroso. Por sobre todas las cosas, les interesa que reine una obediencia ciega.
Para camuflar sus arbitrariedades, recurren a consideraciones ajenas a la teoría de la fuerza, pero en muchas ocasiones no solo actúan en nombre de sus intereses, sino que también lo hacen en nombre del pueblo y de Cuba, pero en realidad, por sobre todo, que prevalezcan sus doctrinas es lo que más les interesa.
Siempre se les escucha invocar la razón de Estado, pero contradictoriamente, ese soporte jurídico, diariamente lo vulneran. Ese interés de Estado es con el que protege toda la corrompida plutocracia partidista que les rodea y apoya.
Para ellos, la política nada tiene que ver con la moral. Es común que prohíban al pueblo lo que a ellos y a sus secuaces les está permitido. Es normal que glorifiquen, censuren y silencien las acciones, según quienes las realicen. Tienen bien delimitadas las virtudes y los crímenes de acuerdo a quienes los ejecutan.
¿Es posible que esta sociedad con tales conductas pueda sobrevivir por mucho tiempo? ¿Se mantendrá el supuesto apoyo que dicen tener del pueblo, cuando éste corrobora que los ideales de bienestar, igualdad, justicia y progreso, han sido tirados por la borda?
Cómo es posible respetar la constitución y todo el universo legal vigente, cuando el pueblo observa atónito, que quienes la promulgan y son sus garantes, la violan impunemente. Los ejemplos recientes dejan atónito al más escéptico constitucionalista. Razón más que suficiente para que el fraude y las prácticas corruptas hayan infectado todo los estamentos de la sociedad. Los ciudadanos se han percatado que por esos sórdidos y peligrosos caminos transitan los que ellos consideran son los que menos ejemplo de probidad, desinterés y entrega brindan.
Equivocadamente se pensó que los actuales gobernantes cuando tomaran el poder en 1959 traerían la paz que el pueblo necesitaba, fue todo lo contrario. En todos estos años han hecho mas mal que bien, la sociedad no se ha salvado, se ha hundido. Las soluciones que han propuesto, contrario a lo que esperaban, han acelerado la disolución del tejido de la nación cubana.
Al ver el desolador panorama en que está sumida Cuba, tardíamente el pueblo se ha dado cuenta de que para ser feliz y terminar con la pesadilla de más de 50 años, tiene que ponerle fin al culto y la exaltación de los falsos hombres geniales e ir a la búsqueda urgente de los ciudadanos íntegros.
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Foto: Marcelo López
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