sábado, 23 de abril de 2011

¡Sí, Libia!




PUBLICADO PARA HOY 23 DE ABRIL


Por Paquito D’Rivera


Hace años, Willy Chirino puso de moda una guaracha que el estribillo decia: “Si
se pone una mini, ¡castígala!, si se pone un bikini ¡castígala!” . La canción
trataba sobre un tipo billetudo cuya mujer era media ligera de cascos, y el
hombre, cada vez que ella hacía de las suyas, la castigaba regalándole una
mansión, un coche deportivo último modelo o unas vacaciones con sus amigas en la

Bahamas.


Bueno, pues parece que al gobierno americano, o se ha tomado demasiado en serio
la parodia de Chirino, o alguien mas los habrá convencido de aplicar tan
peculiar concepto disciplinario a los más crueles y peligrosos dictadores de
este convulso mundo nuestro. En Febrero del 2008, en un gesto amistoso y
conciliador, los gringos mandaron la Filarmónica de Nueva York a un concierto de

gala en Corea del Norte. Naturalmente, el despótico Kim Jon-Il ni se molesto en
asistir, y a modo de respuesta, se dedicó a incrementar aún más su amenazante
arsenal atómico. Dos años más tarde, en Cuba sucedían, entre otras atrocidades,
la condena a 25 años de prisión al médico pacifista afrocubano Dr. Oscar Elías
Biscet– fiel seguidor de las ideas de Martin Luther King–, la muerte en huelga
de hambre de Orlando Zapata Tamayo, los maltratos físicos y mentales a su madre
Reyna Luisa y a las abnegadas Damas de Blanco, el encarcelamiento de cientos de
disidentes y hasta la detención arbitraria del norteamericano Alan Gross. Acto
seguido, tal pareciera como que celebrando tantos horrores, el New York City
Ballet, la orquesta de Wynton Marsalis y la de Chico O’Farrill, bajo la
direccion de su hijo Arturo, viajan a Cuba cordialmente invitados por el
Ministerio de Cultura de la dictadura más antigua (y ridícula) del planeta.
–“Nuestra visita no tiene carácter político, sino estrictamente
musical”–alegaron ingenuamente los visitantes–, como si en un país totalitario
como Cuba, todo, absolutamente todo, no tuviera intenciones marcadamente
políticas.


Los ejemplos de “agresiones amistosas” de los norteamericanos contra naciones
desgobernadas por interminables tiranías han sido muchas y de colores. Del
vergonzoso caso de China es mejor ni hablar, aunque también hay que reconocer
que esta masiva escalada represiva por parte de la dictadura de los hermanos
Castro, logró por fin que mas y mas naciones se unieran en condenar
internacionalmente estas 5 décadas de abusos y arbitrariedades. Mientras tanto,
el gobierno del presidente Obama, como siguiendo fielmente el estribillo de
Chirino, “castiga” al represor estimulando los viajes e intercambios culturales
–unilaterales, claro– entre artistas americanos y sus homónimos en (lo que queda

de) la Isla en ruinas. Para el castrismo, esto se traduce básicamente en una
considerable entrada extra de divisas, además de auspiciar un enorme festival
cubano en la ciudad de los rascacielos que les facilita usar libremente el
territorio de los Estados Unidos como una enorme nave de exposiciones donde se
exhibe única y exclusivamente lo que ellos decidan. Como es de esperarse, en
dicha muestra, titulada ¡Sí Cuba!, no figuran para nada las valiosas
contribuciones de Celia Cruz, Cachao, Guillermo Cabrera Infante, Zoé Valdés,
Andy García, Gaston Baquero, Olga Guillot, Carlos Alberto Montaner, Bebo Valdés,

y tantos otros gigantes de la cultura nacional contrarios al comunismo, y que
han sido borrados sistemáticamente de los libros de historia de nuestro sufrido
país natal.


De modo que siguiendo los ejemplos anteriores, en este instante en que los
libios, apoyados por el mundo civilizado libran una batalla crucial en contra de

Mohamar Gadaffi (o como demonios se escriba), yo propondría entonces que a
través de la embajada Libia en Washington, le pidiéramos al Ministerio de
Cultura del coronel beduino, que nos organizaran un festival “¡Si, Libia!”, más
o menos como el de Fidel, pero en vez de mambos y rumbitas, con nawbah y
takambas que es como llaman a ciertos estilos musicales que practican los libios

(los que aun quedan vivos, quiero decir).


Los festejos que sugiero darían inicio con una gran marcha a lomo de camellos y
dromedarios, cedidos en calidad de préstamo por todos los parques zoológicos de
la nación que tuvieran animales de dicha especie en sus instalaciones. Los
camelleros, vestidos a la usanza del desierto, irían portando sables curvos,
puñales, granadas de mano, banderas libias y estandartes verdes, pancartas
antiyankees, fotos ampliadas del Hermano Líder y Guía de la Revolución, y
fusiles AKG que los jinetes dispararían al aire de cuando en cuando. (El posible

lanzamiento de las granadas y otros explosivos contra posibles manifestantes
opuestos a la marcha, se sometería a votación democráticamente en el seno del
comité del gobierno libio organizador del evento).


La cabalgata, precedida por la BPSJ (Banda Palestina de Suicidas Jubilados), y
por mujeres cubiertas con velos y burkas, saldría desde Time Square hasta la
explanada de la “Zona Cero”, donde con la cooperación voluntaria de la Casa de
las Americas, los Maceítos, la brigada Venceremos, y las representaciones
diplomáticas de Venezuela, Cuba y Nicaragua, se armaría la legendaria tienda
beduina del dictador…perdón, del líder. Una vez en el barrio, se haría un rezo
en la mezquita que se habló de construir por allí y que tanta controversia causó

entre las intolerantes familias de las victimas de aquel incidente de las torres

gemelas hace ya demasiado tiempo. Al terminar los rezos, se repartirían
gratuitamente pinchos morunos, cuscús con garbanzos y testículos de chivo. Así
mismo se leerían pasajes del Corán y se obsequiarán ejemplares del famoso Libro
Verde , autografiados por el insigne autor, padre de la revolución.


Un niñó libio, armado de su ametralladora y vistiendo una remerita del Che
Guevara, develará una hermosa estatua de Benjamín Netanyahu colgando por el
cuello de un olivo, en medio de la histórica plaza que antes ocuparan las torres

gemelas, símbolo del capitalismo. Al final de la ceremonia, el alcalde Bloomberg

leería una proclama declarando el día oficial de Trípoli en Nueva York, y como
prueba de la tolerancia islámica, Louis Fahrakan, acompañado de la Banda
Palestina de Suicidas Jubilados, interpretaría la versión en árabe de
“Castígala”, de Willy Chirino, orquestada especialmente por Robert Mugabe para
la ocasión. Y ya, para cerrar con broche de oro, al grito de ¡Síiii Libiaaaa!!!,

los 100 miembros de la banda palestina, accionando sus chalecos explosivos,
volarían en menudos pedazos, y a nombre de la hermandad eterna entre nuestros
pueblos, se quemarían 50 banderas americanas, 49 israelitas y un
Cohiba….¡Allah-Akbar!


Paquito D’Rivera.
Abril 20-2011

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