domingo, 29 de mayo de 2011

Que muestren las evidencias


Escrito por Oscar Sánchez Madan


Cidra, Matanzas


29 de mayo de 2011,


(PD) El régimen militar de La Habana inició hace varios días una feroz campaña propagandística para justificar el presunto asesinato del disidente Juan Wilfredo Soto García. En la misma no se ofrecen pruebas convincentes que indiquen que el occiso no fue golpeado. No se ha difundido nada sobre las declaraciones de testigos presenciales, referentes a la paliza que supuestamente le propinaron agentes policiales, como aseguran opositores locales.

Según el diario oficial, Granma, (10 de mayo), Soto García, de 46 años, fue arrestado por dos agentes, el pasado día 5, en el céntrico parque Vidal de Santa Clara, Villa Clara y conducido a una unidad policial. En dicho lugar permaneció tres horas “sin incidencia alguna”. Eso significa, que de acuerdo con lo que expresa este medio, su salud no se complicó durante su arresto y reclusión.

Nadie que se respete puede creer que si Soto García gritó consignas antigubernamentales, en el momento de su arresto, como declaró a Granma el 12 de mayo último el ciudadano Jorge Álvarez Cabrera, vendedor de flores y testigo presencial del hecho, los agentes que lo arrestaron no lo hubieran golpeado; algo bastante común en Cuba. No es un secreto para nadie cómo proceden las autoridades policiales contra quienes “alteran el orden” en la isla.

Si el occiso necesitó con urgencia del auxilio de los médicos fue porque algo anormal ocurrió entre el instante de su detención y la llegada al hospital. Resulta muy sospechoso el hecho de que la salud del disidente se haya agravado después de su salida de la unidad policial. No hay que olvidar que cuando los policías lo arrestaron, su situación, a pesar de las enfermedades de que padecía, era normal, ya que conversaba en un parque con unos amigos.

La declaración del pastor bautista Mario Lleonart Barroso, quien afirmó haber conversado con él, cuando regresó del hospital, refuerza las sospechas de la golpiza. El líder religioso, según indicaron medios de prensa, aseguró que Soto se quejaba de que la policía lo había apaleado. Este seguidor de las ideas de Cristo puntualizó, a riesgo de enfrentar un acto de venganza de la dictadura, que el opositor le confesó, refiriéndose a los policías: “me mataron”.

Sin embargo, la oligarquía castrista no presenta pruebas que persuadan, en primer lugar, al pueblo cubano y después a la opinión pública internacional, de que el disidente murió debido a las delicadas enfermedades que padecía, como afirma. En cambio, sus voceros atacan groseramente a quienes la culpan por esta lamentable muerte. Los artículos de Granma emplean una burda retórica para engañar a los tontos y los desinformados.

Grupos de la disidencia interna como la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, el Partido Por la Democracia “Pedro Luis Boitel”, el Movimiento Independiente “Opción Alternativa”, entre muchos otros, condenaron este hecho. Asimismo, exigen al oficialismo la realización de una transparente investigación. También, demandan el cese inmediato de la violencia policial, la que según manifiestan, continúa en ascenso.

A falta de un consciente respaldo popular, la cúpula gobernante, al parecer, autorizó a los militares a actuar como porristas. Eso lo han denunciado dirigentes opositores como Sara Marta Fonseca, presidenta del Partido Pro Derechos Humanos Afiliado a la Fundación Andrei Sajarov; Heriberto Liranza, presidente del Movimiento Cubano “Jóvenes Por la Democracia” y muchos más. Ambos han sido víctimas de la despiadada represión policial.

Lo que en verdad ocurrió al disidente Juan Wilfredo Soto García el pasado 5 de mayo, el régimen tiene aún la posibilidad y el deber de demostrarlo. Para ello, sin atenerse a las imposiciones de nadie, el jefe del Estado Cubano podría invitar a la isla a representantes de Amnistía Internacional y de la Cruz Roja Internacional, con el propósito de que participen, junto a funcionarios del patio, en una clara investigación.

Con una soez campaña propagandística ni se esclarecen los hechos ni se justifican los crímenes. Hacen falta voluntad política y acciones concretas para demostrar, sin dobleces, que de manera franca, se defiende esa “verdad” que se pregona a los cuatro vientos. Tienen mucha razón los que afirman que a los hermanos Castro no les queda más que una opción: abandonar la retórica y mostrar las evidencias.

sanchesmadan61@yahoo.com


1-Foto: Cortesía del autor

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