martes, 7 de junio de 2011

La añoranza pérdida de las relaciones EE.UU.-Cuba



Para que el embargo desaparezca y abra un nuevo horizonte al intercambio sin tropiezos entre los dos otroras enemigos de la Guerra Fría en el ámbito económico, diplomático y político, deben ocurrir transformaciones convincentes en Cuba.

Ricardo Quintana, especial para martinoticias.com 07 de junio de 2011
En los umbrales de este siglo, la cordura para la evolución de un proceso de distensión y de relaciones comerciales, y migratorias normales y diáfanas seguirá siendo simplemente una añoranza más mientras que Raúl Castro se empeñe en dilatar lo inevitable.

El futuro de la normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos podría tomar un giro diferente al experimentado durante las últimas cinco décadas si se considera que la tibia apertura del modelo económico cubano, a partir del Sexto Congreso del PCC, podría ser el elemento propulsor para que las grandes corporaciones norteamericanas comiencen a ver más cerca su ingreso al mercado cubano en un futuro quizás ya palpable.

Pero las sanciones económicas estadounidenses, entiéndase el embargo, impuestas en julio de 1960, impiden el normal desarrollo de unos vínculos francos y abiertos, que den frutos a las dos partes porque no es menos cierto que el restablecimiento de las relaciones económicas estables entre ambos países tendrá en su etapa inicial un impacto significativo tanto para la economía cubana como para importantes sectores económicos y regiones de los Estados Unidos.

Y para que el embargo desaparezca y abra un nuevo horizonte al intercambio sin tropiezos entre los dos otroras enemigos de la Guerra Fría en el ámbito económico, diplomático y político, deben ocurrir transformaciones convincentes en Cuba: libertad de todos los presos políticos, elecciones libres y transparentes, reformas democráticas, y otras exigencias que han expuesto a lo largo de los últimos años los distintos gobiernos estadoundienses.

Representantes de Estados Unidos y Cuba, a iniciativa de Washington, han reanudado las negociaciones sobre asuntos migratorios y establecer un sistema de correo directo entre los dos países, lo que para los observadores más optimistas, sería el primer paso de un proceso de normalización de relaciones por el que el presidente Barack Obama ha apostado desde su primer día en la Casa Blanca.

Lo cierto es que desde 1994, cuando una oleada masiva de refugiados cubanos llegó a la costa sur de Florida, destino habitual de quienes huyen de Cuba en precarias embarcaciones, los dos países han mantenido de forma permanente pláticas sobre asuntos migratorios.

Aunque con resultados vagos, estos contactos se prolongaron hasta que el presidente George W. Bush decidió interrumpirlas en 2003 en respuesta al deterioro de la situación de los derechos humanos en la Mayor de las Antillas.
El optimismo se destapó en los primeros meses de la presidencia de Obama respecto a que se estuviera cocinando un proceso de acercamiento, pero que pareció quedar en punto muerto después de las primeras medidas adoptadas por la actual administración.

Obama eliminó las restricciones para viajar a la isla a los cubanoamericanos, flexibilizó el envío de remesas, facilitó el cuestionable intercambio cultural, un proceso que ha traído a los escenarios norteamericanos a agrupaciones y músicos cubanos como Los Van Van, La Charanga Habanera, y próximamente a Pablo Milanés, entre otros, eliminó algunas restricciones al comercio y facilitó que empresas de comunicaciones de Estados Unidos aumentaran su proyección sobre la isla.

En La Habana, Raúl Castro ha mantenido intacto los mecanismos y políticas represivas que afectan e irritan a la comunidad democrática mundial.

La muerte del preso político Orlando Zapata Tamayo durante una huelga de hambre, la incesante represión contra las Damas de Blanco, y cualquier otro tipo de expresión antigubernamental, el fallecimiento del opositor Wilfredo Soto García víctima de una brutal golpiza que le propinaron agentes del orden en Santa Clara, los límites a las libertades económicas y ciudadanas de los cubanos; además de la detención y condena en Cuba del norteamericano, Alan Gross, impiden que el gobierno de Obama, a pesar de ser favorable al mejoramiento de las relaciones, pudiera dar los pasos necesarios para materializar las expectativas creadas.

En los umbrales de este siglo, la cordura para la evolución de un proceso de distensión y de relaciones comerciales, y migratorias normales y diáfanas seguirá siendo simplemente una añoranza más mientras que Raúl Castro se empeñe en dilatar lo inevitable.

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