lunes, 6 de junio de 2011

La reconciliación nacional, ¿Una causa perdida?


Escrito por Rogelio Fabio Hurtado


Marianao, La Habana


6 de junio de 2011


(PD) Un lector entrañable, mi hijo de 40 años, me pide, con todo derecho, cuentas a propósito de la reconciliación nacional, proyecto de solución a la problemática isleña que defendí entre 1996 y los primeros años de este siglo.

Intentaré esclarecer las razones de este distanciamiento respecto a esa expectativa, que entonces me parecía tan plausible como viable.

Sigo considerándola la única solución idónea. Sin embargo, esa opción subjetiva no me impide apreciar el patente deterioro actual de esa bella alternativa.

Toda reconciliación implica una discordia previa. La nuestra es un encono que ha sido despiadada y permanentemente exacerbado por vencedores y vencidos. Deponer esa hostilidad mutua, hecha tanto de cólera como de miedo, entonces parecía posible, si contábamos con el respaldo institucional de la Iglesia Católica para apelar a la sensatez que le atribuíamos a la cúpula gobernante, a quienes considerábamos más preocupados por el país que por sus privilegios de poder.

La realidad ha demostrado que ambas presunciones eran infundadas. A medida que la familia gobernante, tras la visita del Papa en 1998, evidenció su determinación de hacer caso omiso a las exhortaciones de apertura, la iglesia católica cubana comenzó a retroceder en todos los frentes, deshaciéndose a la carrera del apoyo social alcanzado, como si tal responsabilidad le quemase las temblorosas manos. Esto se aceleró cuando el Canciller Robaina fue sustituido por el Talibán Pérez Roque, hoy cesanteado.

Al percatarse el Líder Máximo de que su adversario se echaba a correr, fusiló en la Mesa Redonda a los Obispos Pedro Meurice y José Siro González Bacallao, endilgándoles acusaciones canallescas, sin que el purpurado Ortega se diese por aludido. No es necesario abundar a propósito del desfachatado colaboracionismo al que este sujeto ha arrastrado actualmente a su iglesia.

La familia gobernante, por su parte, ha demostrado con creces su rechazo a todo lo que parezca poner en peligro su control totalitario, por estéril que este resulte para el bienestar del pueblo. La manipulación de su propia legalidad, a la que recurrieron para ignorar el Proyecto Varela, y la alevosa campaña desatada contra la persona de Elizardo Sánchez, el disidente que más lejos llegó en su esfuerzo por la reconciliación nacional, dejaron más que maltrecha a esta noble causa. Si algo ha logrado la policía de Seguridad del Estado, ha sido incrementar el odio entre cubanos.

Hoy prácticamente nadie cree posible una solución nacional sin vencedores ni vencidos, que pueda preservar lo mejor de esta etapa sin impedir los cambios que gesten la fecunda renovación nacional.
La familia regente no da más de sí, sólo apela a endurecer los controles y se contenta con congelar el status quo, como ha hecho ahora con las plantillas, luego de tanto amenazar con los despidos masivos.

Sin embargo, por mucho que discurseen los viejos burócratas, la realidad concreta no cesa de manifestarse. Las poleas de trasmisión verticales están cada vez más inservibles y ya no tienen de donde traer los remiendos ni los modelos a copiar. Más temprano que tarde habrán de arrepentirse de haber dejado pasar los momentos en que la Reconciliación era posible.

Por mi parte, tengo que reconocer la incapacidad para seguir adelante absolutamente solo, desarrollando, al menos teóricamente, el plan de ruta para propiciar esa alternativa, como han hecho otros cubanos, como Dagoberto Valdés, quien parece hecho a prueba de agresiones y trapisondas. Cuando lo peor ocurra, confío en que personas como él estén aquí para sacar la cara en nombre de la reconciliación nacional.

ruhr46@yahoo.com

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