viernes, 8 de julio de 2011
Mercado negro: pese a las licencias, la "lucha" continúa
Paul Haven, afirma que en La Habana, quien tiene un amigo, o el número telefónico apropiado, puede conseguir de todo.
Rolando Cartaya, especial para martinoticias.com 08 de julio de 2011
Foto: EFE Si uno de los propósitos no confesados de la llamada "actualización del modelo" cubano iniciada el año pasado era reducir el mercado subterráneo, legalizando y poniendo a pagar impuestos a los luchadores clandestinos, hasta ahora los resultados para el gobierno no parecen muy halagüeños.
Los títulos en inglés y en español de un reciente reportaje de Prensa Asociada sobre el tema ofrecen las dos caras de la moneda. La traducción del inglés es "Reformas económicas cubanas apuntan a traer a la luz un mundo de negocios clandestinos", mientras que el título en castellano reza: "El mercado negro ayuda a cubanos a sobrevivir"
El autor, Paul Haven, afirma que en La Habana, quien tiene un amigo, o el número telefónico apropiado, puede conseguir de todo, desde chorizo con pimentón o queso mozzarella hecho con leche de búfala, hasta un aire acondicionado importado o habanos mucho más baratos que los estatales.
Recuerda el corresponsal que una buena cantidad de los nuevos empleos autorizados por Raúl Castro han existido durante años en la economía informal, y que muchos de los que buscan legalizarse con licencias de trabajo ya ofrecían los mismos servicios por debajo de la mesa.
Un mercado negro -observa-- que abarca literalmente todo: un chofer circula a diario por La Habana y lleva bajo el asiento del pasajero salchichón hecho en casa. Mientras, en su destartalado apartamento, detrás de una cortina de flores, una mujer vende minifaldas de licra y blusas de colores chillones.
El reportero de AP cita a Marki, un especialista en transporte de 44 años: "Todo el que tenga un trabajo roba algo", dice. "El que trabaja en la industria azucarera roba azúcar para venderla, y la que trabaja en la textilera roba hilo para coser su ropa.
Marki vende, en tres tiendas clandestinas de La Habana, ropa traída de Europa. Porque algunas mercancías fluyen al mercado informal procedentes del extranjero, y otras de los bienes que desaparecen en bolsillos, mochilas y hasta camiones, de los almacenes, fábricas, supermercados y oficinas del estado.
Desde la prensa independiente, Ainí Martín Valero informa en el semanario Primavera Digital que "Se vende de todo en el Malecón", un lugar perfecto para vendedores que no están legalizados como cuentapropistas.
Amelia, una joven que vive frente al muro, le comentó a Ainí que "sólo hay que sentarse allí después de las 6 de la tarde para comprar lo que sea: cucuruchos de maní, íntimas, cintos, toallitas, dulces, medias, chicles, etcétera. Cuando los vendedores ven un policía, esconden la mercancía y se sientan en el muro como si estuvieran ahí por placer. Cortina dice que ellos resuelven mucho, tanto a los que viven por allí como a los que están de paso
El reportaje de AP cita una información de Granma, de fecha 21 de junio, según la cual los esfuerzos para detener los robos en las empresas estatales en la capital "han dado un paso atrás" en meses recientes.
El economista canadiense Archibald Ritter, que ha estudiado el fenómeno, afirma que el 95 por ciento o más de la población cubana participa en la economía subterránea en una forma u otra. "Robarle al estado -le dijo Ritter a AP-- es, para los cubanos, como traer leña del bosque o recoger moras en un terreno de nadie. Se considera propiedad pública". El catedrático de la Universidad de Carleton apunta que en general lo hacen para complementar sus salarios de 20 dólares mensuales.
Pero Haven destaca que, paradójicamente, la expansión de un mercado legal puede aumentar el tamaño del mercado negro, donde los nuevos empresarios pueden hallar a menor costo los bienes y servicios que necesitan para sobrevivir y que no encuentran a precios mayoristas.
Roberto, por ejemplo, usa balones robados de CO2, o dióxido de carbono, para elaborar bebidas carbonatadas. Luego las vende a las cafeterías privadas que han abierto por toda La Habana, a 7 pesos o 28 centavos de dólar la botella de litro y medio, una sexta parte de lo que cuesta en el supermercado en C-U-C una botella de gaseosa fabricada por el estado. Admite que su negocio no es totalmente legal, porque el estado nunca le vendería el CO2.
Y así -reporta Paul Haven desde La Habana-- hay muchas otras actividades que tienen que permanecer ocultas por naturaleza bajo el controlado sistema cubano: desde el alquiler de cuentas de Internet, hasta la confección y venta privada de habanos, pasando por el comercio de oro, últimamente uno de los más prósperos, como señala en su blog Desde La Habana el periodista independiente Iván García.
Por último, Marki, la "mula", le dijo al corresponsal de AP que abriría con gusto una boutique de ropas importadas si se lo permitieran, pero que hasta entonces, él y muchos de sus compatriotas vivirán y trabajarán al margen de la ley; y está seguro de que eso no lo detendrán ni multas, ni detenciones ni penas de cárcel, porque, como concluye diciendo con una sonrisa, "La mitad de Cuba vive del mercado negro, y la otra mitad, depende de él".
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