No estaba confirmado, pero era seguro. Un segundo antes se encendieron las luces del pasillo del autobús 1228 de la ruta Habana-Tunas, al entrar a la ciudad de destino. El primer tramo de su viaje concluía y se preparaba para el segundo, la entrada a la ciudad Monumento Nacional, convertida ahora en una ratonera para demócratas y periodistas independientes.
Aun somnoliento, organizó su mochila y leyó un SMS que confirmaba la detención de los periodistas, desde las seis de la tarde del día anterior. Bajó del autobús con el temor de que quizás, la policía política ya le tuviera un comité de recepción en Las Tunas. Pero no, nadie lo detuvo.
Su Citizen automático con esfera verde indicaba las 4.40 horas. Se dirigió a otro autobús, en cuyo frente podía leerse Tunas-Santiago. Habló con el chofer, le ofreció cincuenta pesos y a las cinco, cuando partió, ya estaba sentado en el interior del ómnibus.
A la entrada de Bayamo, las luces del amanecer le dejaron ver a cuatro policías en dos autos policiales que chequeaban a dos hombres. La percepción de riesgo aumentó, pero se bajaría en la terminal. La suerte estaba echada y el destino no está escrito. Se bajó en la terminal a un costado de la carretera central y al salir del edificio vio otro auto patrulla. Cogió en dirección opuesta y se internó en una ciudad que apenas despertaba.
Un amigo le comentó que la sede del Tribunal Provincial, en la calle Martí, tenia limitados los accesos desde las calles Pio Rosado hasta José Antonio Saco. Más aún: el centro turístico Artex, ubicado a unos metros del juzgado, fue cerrado por orden de la policía política, sin explicaciones, desde el miércoles anterior.
Una amiga le dijo que muchos miembros de la PNR de la provincia estaban acuartelados en las estaciones de la Avenida de Castro, la de la Carretera Central a la salida de Santiago y el Departamento Técnico de investigaciones (DTI) y Seguridad del Estado en la carretera de Las Tunas, además de la Escuela Vocacional de Arte (EVA) "Juan Clemente Zenea", ubicada en la circunvalación norte de la ciudad.
Como no entendió que hacía la policía acuartelada en una escuela de arte, le explicaron que "la EVA tiene experiencia como juzgado": hace menos de un año sirvió para procesar y condenar a unos italianos involucrados en un asesinato.
En este caso sería aprovechada la experiencia acumulada.
El juicio sería a puertas tan cerradas que, con un argumento baladí, impidieron el acceso a los hijos del fallecido Osvaldo Payá.
A la prensa internacional autorizada y la oficial le fue preparado un salón con sistema cerrado de televisión, desde donde verían las incidencias del proceso.
La movilización policial del viernes 5 de octubre, que incluía efectivos de Seguridad del Estado, era para cuidar el juicio de un ciudadano español, acusado por las autoridades de causar un accidente donde murieron dos ciudadanos cubanos. Nadie conoce que existiera un rechazo especial hacia el hombre por el hecho. Pero el interés internacional por el juicio del accidente donde murieron dos prominentes miembros del Movimiento Cristiano Liberación, tenía a las fuerzas de Seguridad del Estado en máxima alerta.
Además de la detención de los periodistas, el hombre del pulóver verde supo que estaban presos "los Yohandry", el pastor protestante y el líder del Movimiento Jóvenes de Bayamo (MJB), miembros del Partido Republicano Cubano (PRC), así como algunas Damas de Blanco residentes en el humilde reparto Camilo Cienfuegos.
Su intento por acercarse al centro de la ciudad, poco antes del mediodía, tuvo rápida respuesta. Fue detenido al costado del Parque Céspedes por un hombre de civil muy mal vestido, un policía uniformado, más dos hombres en una moto Suzuki y, conducido caminando a las oficinas del Jefe de Sector de la PNR, en la calle J.A. Saco entre Martí y Donato Mármol.
Al llegar al pequeño antro, caluroso y atestado, había dos policías de civil y tres uniformados de la PNR. Le interrogó un oficial de inmigración uniformado, con cara de seguroso. Las preguntas giraron sobre su estancia en la ciudad. ¿Por qué estaba allí? ¿Qué hacía "con una cámara como esa"? Hacer fotos, respondió secamente.
El interrogador introdujo sus datos en una PC y el resultado de la investigación se pudo ver en la mueca maliciosa de su rostro reflejada en la pantalla. Luego de una hora y al consultar por teléfono con lo que pareció ser el mando superior, le entregó su carnet de identidad y secamente le dijo: "Puede marcharse".
Otros intentos del hombrecito del pulóver verde por saber sobre el desarrollo del juicio o de sus compañeros de infortunio, sirvieron de poco. Una ciudad que amanece sitiada, donde los pocos autobuses que circulan por sus calles llevan en la puerta delantera un policía de uniforme y armado, es poco fiable para comentarios inoportunos.
Cayó la tarde. Alguien le llamó diciéndole que Reinaldo, su esposa y su amigo, fueron deportados hacia la capital. En el noticiario de televisión de las ocho de la noche un locutor bigotudo leyó un documento donde se afirmaba que el juicio contra Ángel Carromero, celebrado en Bayamo, quedaba concluso para sentencia.
Para Cuba actualidad: aleagapesant@yahoo.es
Foto: Aleaga Pesant
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