lunes, 5 de noviembre de 2012

ALEJANDRO RIOS: Patética

Qué aburrida y predecible es la sociedad totalitaria. Hasta el otro día los más prestigiosos, y hasta los menos, intelectuales y creadores cubanos debían pedir permiso para aceptar una invitación que se les cursara desde otro país.
Muchos sufrieron las más viles humillaciones en ese departamento. Las llamadas cartas blancas eran entregadas previa consulta con miembros de la policía política que “atienden” al sector de la cultura y, en ocasiones, debían comprometerse a abogar por el fin del embargo públicamente o por la libertad de “los cinco” (espías).
Como era de esperar, ahora muchos se ufanan en declarar lo justo de las nuevas medidas migratorias y cuán felices se sienten porque así sea. La poeta Nancy Morejón, por ejemplo, habla de cuánto le facilitarán sus viajes a Estados Unidos. Todos calladitos a la búsqueda de nuevas invitaciones y visas. Ni una palabra en la prensa sobre más de cincuenta años de ignominia. Mansos para poder salir sin tropiezos, cumplir los compromisos en el mundo real y avituallarse de jabón, champú y otros apremios.
En la extensión de la imaginable sociedad totalitaria, más allá de sus fronteras, asociaciones de cubanos radicados en otros países como México y España repiten el mismo sonsonete de sus congéneres isleños como papagayos. Dicen que ahora el regreso a la patria será menos costoso, justo y más seguro, o sea que no se quedarán encerrados allí sin previo aviso. Que ellos son la nación en la emigración, solidarios con la revolución a distancia, pues el calificativo de exiliados les da urticaria y que las reformas del general Raúl Castro deben ser encomiadas.
Nadie se enfada, ni protesta porque regresar a Cuba como triunfadores y restregarles a los que no pudieron salir la pacotilla de moda o el poder adquisitivo de los dólares bien valen la pena.
Ahora no será por la congestión de los cielos que los creadores cubanos no puedan viajar fuera de sus opresivas fronteras. Las visas capitalistas son los nuevos chivos expiatorios. El gobierno vigila a la sombra y hasta le divierte el morbo de ver a los nunca confiables artistas y escritores caminando unos sobre otros, como cangrejos en un balde, a la búsqueda del tiempo perdido cuando era más difícil escapar.
En el ínterin, las tuercas no se han aflojado en la finca de los Castros. A un artista tan osado como el cineasta y dramaturgo Juan Carlos Cremata no le perdonan su ríspida versión de la realidad en la obra La hijastra y ha debido lidiar con censura y ninguneo.
Para aguantar la vocación contestataria de los jóvenes artistas tanto en teatro, como cine, artes plásticas y literatura, el otrora ministro de Cultura, Abel Prieto, hoy con el estrafalario título de Asesor del Presidente Raúl Castro, asiste a la reunión de la llamada Asociación Hermanos Saíz, el coto que el gobierno les tiene dedicado para controlarlos, y los vuelve a convocar para defender la revolución, mientras hace votos para adecentar, sobre todo la música y otras manifestaciones del quehacer juvenil, corroídas por el consumismo y modelos ajenos al socialismo.
Qué retóricas y vacías las opciones del feudo totalitario y qué patéticos la complicidad y el silencio de ciertos representantes culturales.
Por eso el pueblo hace lo suyo, resuelve a su manera y llegan noticias que en los alrededores de la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana ya se forman las colas para la solicitud de visas que comienza en enero del próximo año.

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