lunes, 31 de diciembre de 2012


Año nuevo, vida vieja

 | Por Roberto Jesús Quiñones Haces
GUANTÁNAMO, Cuba, diciembre, www.cubanet.org -En cualquier lugar,  cuando se aproxima el fin de un año o se recibe el primer día del nuevo, los ciudadanos tienen la esperanza de que la situación del país y la de su familia cambie para bien. En Cuba no. Durante estos más de cincuenta años de gobierno de partido único los cubanos hemos carecido de esa esperanza consustancial a  la humanidad porque su espacio siempre ha estado ocupado por la más agobiante incertidumbre. Todavía recuerdo aquellos discursos de fin de año de Fidel Castro en los que siempre anunciaba mayores dificultades, desde luego, para el pueblo.
No puede ser de otra manera para un país cuyo gobierno no se ha centrado en el desarrollo basado en el talento y los recursos internos sino en la elaboración de planes que siempre han dependido en forma determinante de otro país. Antes la dependencia fue con el desaparecido campo socialista, sobre todo con la URSS,  ahora es con Venezuela. En estos momentos muchísimos cubanos están pendientes de la  convalecencia del presidente Hugo Chávez y eso, que concierne en primer plano a los venezolanos,  se ha convertido en una noticia  importante para Cuba,  al extremo de que se han  interrumpido programas de televisión para ofrecer  partes informativos sobre la salud del venezolano, lo cual refleja hasta dónde ha calado esa dependencia.
Aunque todo parece indicar que las medidas adoptadas por el gobierno son definitivas y estarán exentas de la inestabilidad jurídica que hasta ahora ha acompañado a cualquier intento descentralizador, quienes están encargados de dirigir su aplicación han advertido que los resultados serán apreciados a mediano y largo plazo, si todo se hace correctamente. Así que en el 2013 la inmensa mayoría de los cubanos continuará coexistiendo con la carencia de productos de primera necesidad, conminada a comprar para almacenar, controlando centavo a centavo de sus míseros salarios y ahorrando tres o cuatro meses para comprar un pantalón, un pulóver o un par de zapatos de mala calidad, que solo se pueden adquirir con una moneda veinticinco veces superior a la que el gobierno usa para pagarle.
Continuaremos apreciando el afianzamiento de la simulación, de ahí que no será noticia sorprendente que algún alto oficial de las FAR o el MININT, un deportista u otro hijito de papá, reaparezca en Miami o Europa como refugiado político, ni que la corrupción continúe su avance galopante y,  consecuentemente,  numerosos militantes del PCC sigan engrosando la población penal del país sancionados por malversación si carecen del halo proteccionista del “plan pijama”, expresión que el pueblo cubano usa para calificar la impunidad que gozan algunos. Siguiendo el método de Joseph Goebbels  los medios de comunicación gubernamentales repetirán hasta la saciedad que nuestro sistema de votaciones es el más democrático del mundo y  en febrero veremos como gracias a ésas votaciones, cuyos datos reales continuarán siendo únicamente del conocimiento de las más altas esferas del gobierno, otro nuevo Comité Central del PCC se erigirá como Asamblea Nacional bajo el eufemismo de máximo órgano de poder del estado.
Continuaremos escuchando que el gobierno cubano es el que más respeta los derechos humanos mientras las fuerzas  represivas del régimen seguirán deteniendo diariamente, de forma ilegal, a quienes ejerzan la más mínima disidencia. También conoceremos la formalización de  nuevas alianzas  y pactos estratégicos con otros regímenes aliados al nuestro, entre ellos el conformado por la monarquía socialista de Corea del Norte.
Quien viaje a La Habana y tenga la oportunidad de pasear por Quinta Avenida, el Reparto Siboney u otros donde viven los dirigentes y favorecidos del régimen -si no es detenido por la policía y devuelto a su provincia de origen- podrá apreciar el boato de quienes nos  sumieron en esta pobreza material y moral y como sus hijitos pasan raudos en sus modernos autos, ajenos al sufrimiento del pueblo que sus padres dicen querer y defender. En tanto los planes seguirán  sobre cumpliéndose en los medios de comunicación  y aunque ya nadie sabe a ciencia cierta qué es lo que estamos construyendo nos seguirán hablando de las bondades del socialismo, que en nuestro caso no ha sido más que una suma de caprichos y voluntarismos para conformar un engendro cuyas esencias todavía hoy resultan desconocidas hasta para el líder histórico de lo que fue  la revolución, según él mismo confesó el 17 de noviembre del 2005 en la Universidad de la Habana  y ha reiterado en varias de sus reflexiones posteriores.
Por todo eso y mucho más los cubanos de a pie no podremos afirmar como el común de los mortales “Año nuevo, vida nueva”. Quizás a esa desesperanza se deba el hecho de que hace ya bastante tiempo muchas personas han sustituido las tradicionales felicitaciones, a las que siempre  se unían votos por la paz y la prosperidad, por escuetos deseos de salud. Y es que para la desesperanza no hay mejor escuela que la contumacia prolongada y en eso si han sido verdaderos maestros quienes en Cuba llevan más de cincuenta años en el poder. En los albores del nuevo año, cuando me encuentre con mis vecinos solamente tendré que mirar sus rostros para comprobar  que para nosotros, los de abajo, el año nuevo significa vida vieja.

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