jueves, 28 de febrero de 2013


YOANI SÁNCHEZ: UN HURACÁN CUBANO EN BRASIL (PARTE 2).
Por Jorge Hernández Fonseca.
27 de Febrero de 2012

La mañana del 18 de Febrero pasado amaneció en todo Brasil la foto sonriente de la cubana Yoani Sánchez estampada en la primera plana de la mayoría de los periódicos brasileños de gran circulación, así como en una buena cantidad de los más de cinco mil periódicos regionales y municipales. La recepción simple que los amigos brasileños y cubanos prepararon para la bloguera, se convirtió en noticia nacional por obra y gracia de la conspiración del embajador cubano en Brasilia, del escándalo nacional destapado por la revista VEJA --al publicar parte del dossier lleno de calumnias contra la cubanita-- y la serenidad y la paz de espíritu, acompañado de la sonrisa permanente de Yoani Sánchez y su proverbial cabello largo al frente de su figura.

Después de dar sus primeras tres entrevistas en la madrugada, poco después de su llegada a tierras sudamericanas y lejos de mostrar el agotamiento de un largo viaje desde Cuba --con escala en Ciudad Panamá-- la bloguera cubana recibió la primera de una larga serie de muestras de solidaridad de brasileños que no estaban entre los que organizaron su llegada, muchos que ni siquiera habían escuchado antes hablar de su Blog. En una sala VIP, providenciada por la línea aérea que la había traído desde la Habana, dio sus primeras entrevistas, con respuestas que aparecieron el la primera plana de los principales diarios brasileños y que iniciaron una larga saga de descorrimiento de velo castrista que hasta ese momento cubría la realidad cubana ante la sociedad brasileña, que la convirtió en una heroína.

De la sala VIP fuimos trasladados, atravesando pasillos interiores de las dependencias administrativas del aeropuerto de Recife --por el temor a que en los pasillos convencionales del aeropuerto hubiera manifestantes pagados por la embajada cubana-- a la sala de operaciones de la línea aérea que nos llevaría desde Recife hasta la ciudad de Salvador, capital del estado brasileño de la Bahía, palco de la primera comparecencia pública de la ya famosa bloguera cubana. El espacio de la sala operativa de la aerolínea brasileña era pequeño, suficiente para albergar algunas mesas de trabajo, equipos de comunicación y computadores, donde fuimos atendidos “a cuerpo de rey” por los trabajadores operativos de la empresa, que nos ofrecían las facilidades a su alcance. Yoani, que había traído desde la Habana su “Lap-Top”, se apresuró a entrar en la Internet, sorprendida de la velocidad de la conexión, no paraba navegar extasiada.

Casi al amanecer, fuimos llevados por los trabajadores de la línea aérea hasta el avión, no sin antes pedir a Yoani un rito que se iría a repetir hasta el cansancio en toda la geografía del gigante sudamericano, la correspondiente foto con cada uno de los funcionarios y trabajadores de la aerolínea que tan bien nos había atendido. No fue necesario comparecer al “check-in” del vuelo a Salvador. Todo fue resuelto sin nuestra participación, por la ayuda efectiva de los funcionarios de la línea aérea ‘amiga’, facilitado por el hecho que en un vuelo interno, como el que efectuaríamos, sólo los trabajadores de la aerolínea tienen que resolver esos detalles.

Rafael Velame, periodista bahiano y representante del grupo de la ciudad de “Feria de Santana”, que había participado de la recepción de Yoani en Recife y que junto a Dado Galvão, el bloguero brasileño Arlen --internauta amigo de Yoani-- y yo, habíamos protegido a la bloguera cubana de la turba pagada por el embajada cubana, se comunicó con los brasileños que en el aeropuerto de Salvador nos esperaban en un micrómnibus, alertándolos de la probable presencia de manifestantes a la salida de la sala de desembarque. Como ese temor se materializó, los amigos que nos esperaban prepararon un esquema que nos permitió la salida de la sala de desembarque hacia el micrómnibus por una puerta lateral y a su vez, la salida del vehículo del aeropuerto, que nos conduciría a “Feria de Santana” por un portón trasero, que de forma tardía llegó a ser identificado por los manifestantes sin efectos prácticos. Llegamos a ver, desde el micrómnibus, los manifestantes en tropel hacia la puerta que liberó nuestro camino hacia la ciudad donde se efectuarían las primeras presentaciones públicas de Yoani.

Llegamos a la ciudad de “Feria de Santana”, a una hora de camino desde Salvador, cerca del mediodía y fuimos instalados confortablemente. A la llegada del micrómnibus al hotel de la pequeña ciudad bahiana, ya había un batallón de periodistas nacionales e internacionales aguardándonos. Yoani descendió del micrómnibus e inmediatamente aquel ejército de fotógrafos, camarógrafos y periodistas la rodearon. Mientras nosotros hacíamos los trámites de hospedaje, los amigos de “Feria de Santana” llevaron a Yoani a un espacio del lobby del hotel donde fue rodeada por camarógrafos, periodistas y fotógrafos que le preguntaban las cosas más disímiles sobre su Blog, su vida, Cuba y la embajada cubana. De este contacto inicial y la cercanía con la bloguera cubana, la mayoría de los periodistas y fotógrafos hicieron amistad con Yoani y una buena parte de ellos, turnándose, pasaron a viajar con nosotros en el ómnibus.

La actividad principal por la cual Yoani había sido convidada al Brasil, era la presentación del documental “Conexión Cuba-Honduras”, del cineasta brasileño Dado Galvão, en tierras de la Bahía, específicamente en la ciudad de “Feria de Santana”. La actividad fue programada para las 7 de la noche del mismo día de llegada de Yoani y contaría con la participación del senador brasileño y fundador del PT, Partido del Trabajo, Eduardo Suplicy, al cual pertenecen el ex presidente Lula da Silva y la actual presidenta Dilma Rousseff. A ser avisados que el senador Suplicy ya había llegado a la sala de la presentación del documental, salimos del hotel con Yoani en el pequeño ómnibus hacia la primera actividad pública programada durante su visita.

A pocos metros del local de la presentación, nuestro micrómnibus se detuvo y fuimos avisados que el local había sido “tomado por los manifestantes” y que deberíamos esperar porque el senador Suplicy entablaba negociaciones con la masa descontrolada, que gritaba en forma agresiva, incluso contra el propio senador. Cuando el ambiente se calmó un poco, fuimos avisados para llegar al local y descender del ómnibus. Yo me situé al lado derecho de Yoani abrazándola por sus hombros. Los manifestantes, al ver su figura --ya conocida por los diarios de esa mañana-- irrumpieron en gritos y alaridos. Nosotros, flaqueados por amigos brasileños y periodistas, caminamos y entramos en un pequeño gimnasio y nos dirigimos hacia la izquierda. Yo, intentando proteger a Yoani a mi izquierda. Un batallón de fotógrafos frente a nosotros formaba un par de anillos protectores, caminando ellos de espalda y fotografiando continuamente. Divisé casi al fondo del gimnasio una puerta de vidrio en la que entré con Yoani.

En la salita había algunos periodistas y fotógrafos además de unas pocas personas, entre ellas, las autoridades locales. El alcalde (prefeito en Brasil) de “Feria de Santana” recibió a Yoani con mucho afecto y le dio la bienvenida en tan complejas circunstancias. Nos sentamos de espaldas a la pared lateral, junto a la mesa donde se colocó el alcalde. Yoani contestó preguntas sobre la multitud que le gritaba: “yo estoy acostumbrada a eso; el primer ‘acto de repudio’ de mi vida, lo vi a los 4 años de edad en el solar que nací, en la Habana, contra un vecino nuestro que había decido emigrar. Entonces no comprendí que sucedía, pero fue una experiencia que se gravó en mi mente hasta hoy”. El alcalde, bastante apenado y confuso, desconversaba.

Entró en la sala de repente uno de los militantes del PT ataviado con una boina verde olivo, con una estrella roja gigante y dirigiéndose a nosotros nos intimó. “Deben salir, el senador Suplicy dice que salgan”. Yo le riposté directamente y en el mismo tono intimidante, “Yoani no va a salir de esta sala en las condiciones actuales; no hay seguridad para ella”. El petista nos dijo, “deben salir, porque el senador quiere que salgan”. Yoani continuaba callada, pero sin demostrar absolutamente ningún miedo. Yo le contesté de manera casi descompuesta, “si el senador Suplicy quiere que Yoani salga, que venga ante nosotros a decírnoslo”. El hombre salió de la salita y al abrir la puerta escuchamos que el ruido de los gritos e improperios era ensordecedor.

A cabo de algún tiempo, entró en la sala el senador, pidiéndole a Yoani que saliera. Yo le expliqué que “en esas circunstancias no había garantías para ella salir a enfrentar los manifestantes”. El senador dijo que “ellos” se habían comprometido a respetar a la bloguera. Ante la insistencia, le dije: “senador, Yoani y yo vamos a ir hasta la puerta detrás de Ud., cuando la puerta se abra, Ud. le dice que Yoani sólo sale de la sala, si ellos se comprometen a respetarla físicamente”. Suplicy aceptó la sugerencia y caminamos hacia la puerta, Suplicy delante y nosotros dos detrás. El senador pasó un poco de trabajo, desde la puerta abierta, para conseguir la atención de los manifestantes y a gritos consiguió el consenso para salir.

Yo, que abrazaba a Yoani del lado de la pared lateral para protegerla de las turbas, salimos y nos dirigimos, ya casi sin gritos, a una mesa organizada frente a los asistentes. La mesa fue improvisada con varias mesas plásticas juntas, detrás de las cuales nos sentamos, el senador Suplicy al medio, en su lateral derecho Yoani, yo a seguir y Dado Galvão a mi lado. La platea estaba compuesta por unos 50 brasileños interesados en ver el documental y conocer la bloguera, todos sentados, y unos 15-20 manifestantes, todos de pie, vociferando consignas de inicios de la revolución. Suplicy tomó la palabra y de inmediato la dio el micrófono a Yoani.

Yoani se puso en pie y habló que no tenía ningún miedo a someterse a preguntas (aludiendo indirectamente a su falta de miedo con los manifestantes), que si eso era una demostración de democracia ella estaba dispuesta a aceptar; habló sobre el parecido de los cubanos y los brasileños, habló sobre su Blog y de otros aspectos generales, dándoles a los manifestantes la palabra para preguntas. La seguridad de Yoani era muy precaria en esas circunstancias. Había una mesa plástica entre los enardecidos manifestantes, de pie y a menos de un metro de distancia, y nosotros, de manera que no resultaría difícil una agresión física. Yo le pedí a Yoani que retirara el máximo la silla hacia la parte trasera, donde había policías del cuerpo especial.

Comenzaron las preguntas, típicas. Que Yoani era miembro de la CIA, que ella no se manifestaba sobre el “bloqueo”, ni sobre la cárcel de Guantánamo, ni sobre “los 5” espías cubanos presos en EUA. La procedencia de los recursos para su extenso viaje internacional, entre otras. Los manifestantes tenían –todos-- un papel impreso en colores, probablemente por la embajada cubana, con las “orientaciones” escritas de las consignas y las acusaciones que deberían formulársele a la bloguera cubana. Yoani contesto con paciencia, humor e ironía, todas las preguntas e infundios sobre su Blog y su vida. Cuando más Yoani desmontaba las mentiras de la dictadura castrista contra ella, más se enardecían los manifestantes por la falta de base de las acusaciones. Uno de los líderes del circo romano quiso que Yoani firmara un hoja de papel escrita a mano por él diciendo que estaba en contra del “bloqueo” y que pedía la liberación de “los 5” espías cubanos. Yoani se negó a semejante propuesta, después de lo cual terminamos la reunión, con una nota promedio para Yoani de 100 puntos y con una nota 0 para la turba.

Salimos protegidos por un círculo de 6 policías del cuerpo especial, rodeándonos a Yoani y a mí, que la mantuve abrazada, esta vez por mi parte izquierda, en función de la posición de la pared lateral protectora. En la salida hubo gritos, pero no intentos de agredirla, en parte por el cordón policiaco alrededor nuestro y en parte por la paliza que Yoani les propinó esa noche.

(continuará)...

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