Milán, una ruina en plena Rampa
LA HABANA, Cuba, julio, www.cubanet.org -La Rampa, ese tramo de la calle 23 que se extiende desde el Malecón hasta J, fue antes de 1959 una vitrina del esplendor de La Habana. En apenas seis cuadras, había dos cines, dos hoteles de lujo, ministerios públicos, estudios de televisión, bancos financieros, edificios modernos, clubes nocturnos, una funeraria, y también restaurantes. Uno de ellos era el Milán, que todavía conserva su nombre, pero sólo eso.
Actualmente, llamarle restaurante sería pretencioso. Tampoco es un bar, o una fonda. De los tres nombres que ostenta, Restaurante/ Pizzería/ Cafetería, el más apropiado sería el segundo, pues una cafetería debiera ser más generosa y variada en bebidas y refrigerios. Además, una cafetería estatal cubana, si es común y corriente, se caracteriza por la venta de ron, cigarros y condones.
Lo más atractivo en Milán son los precios de las pizzas y espaguetis de queso, a 5 pesos (moneda nacional), y los refrescos Coral, envasados en bolsitas de naylon, a 1,40.
Sobre el mostrador se ven los tapetes de plástico, rotos y añejos, como la marquetería, que está pintada de carmelita oscuro, luce desvencijada, y con cucarachas alemanas que la pasean. Los asientos de barra fija conservan al menos un forro de vinil, aunque muchos han perdido su franja circular. En algunas áreas del piso, el hermoso granito verde ya no existe.
Junto a la pared que está frente a la barra, hay una nevera grande, donde se enfrían las dos cervezas que más se venden en la capital, en pesos cubanos: Mayabe y Cacique, a 18 y 20 pesos, respectivamente. Al lado, sobre una nevera de agua (en desuso), se exhibe una lata de cada una de las cervezas. Luego, se ve un espejo, y más allá, suspendido de la pared, se encuentra el libro de Quejas y Sugerencias, colgado de un hilo, inaccesible para los usuarios, como si fuera un adorno olvidado.
Y claro, no podían faltar los mensajes políticos. Como todos los años hay que fingir lo mismo, un cartel reza una frase atemporal: “La PIZZERÍA MILÁN, celebra un Aniversario más del TRIUNFO DE LA REVOLUCIÓN”. Y colgado del techo, se lee otro, que es de finales del 2011, celebrando el aniversario 53 del triunfo de la insurrección.
Y qué decir de los trabajadores. Uno de ellos estaba a la moda, con el pantalón por debajo de las nalgas. Una cocinera trepó por encima del mostrador, vestida de uniforme, ya que el acceso a la cocina está cubierto de macetas con plantas ornamentales. Y para los clientes, un camarero anunciaba sólo los espaguetis de jamón Viking, porque cuestan el doble de los de queso.
Pero, al fin, me sirvió unos espaguetis de queso, de aceptable calidad. Cuando me trajo los cubiertos, de mango plástico, estaban mojados. Y como no había servilletas, le pedí algo con qué secarlos. Me trajo un rectángulo de papel, de esos que se usan para despachar las pizzas en la mano. El único problema es que era de papel bon, ideal para la impresión de libros y revistas de arte, pero inútil para esa función. Paradojas de la distribución socialista.
Al costado de la pizzería, se ubica un pequeño bar, con tres mesas. Allí se pueden comprar botellas de ron o de vino; también es posible sentarse a tomar cerveza. Pero ya los aires de decadencia le han entrado hasta la médula, al igual que a toda la pizzería Milán, una sombra de aquella vida nocturna de los años 50, que apenas se defiende ante las ruinas del tiempo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario