miércoles, 2 de octubre de 2013

Formar ciudadanos no es tarea de dictaduras


Formar ciudadanos no es tarea de dictaduras

 | Por Miriam Celaya
LA HABANA, Cuba, septiembre, www.cubanet.org -Las estadísticas oficiales, tan complacientes como engañosas, han motivado reconocimientos internacionales al sistema educacional cubano, pero enmascaran la mala calidad de la enseñanza de nuestros centros de estudios, la insuficiente calificación de los graduados, el promocionismo  como política de Estado y la corrupción general, que contamina a docentes, estudiantes y padres.
Cada experimento docente implementado por el régimen se ha visto coronado por el fracaso, sin embargo, las autoridades continúan negando la participación ciudadana en la búsqueda de soluciones a un problema que afecta a la toda la sociedad y que rebasa los intereses políticos de la cúpula.
El maestro revolucionario
Contrario a lo que pregona el gobierno, en la etapa republicana se produjeron un desarrollo y una diversificación notables en la educación. También se avanzó en la superación del analfabetismo.
Según el censo de 1953, éste alcanzaba un 23% entre los cubanos mayores de 10 años, cifra favorable para los estándares de la época, aunque existía un fuerte contraste entre las zonas rurales (41%) y las urbanas (11,6%), niveles de enseñanza muy superiores a los de numerosos países que hoy se cuentan entre los más desarrollados del mundo. 
La Ley de Nacionalización de la Enseñanza (6 de junio de 1961), estableció la enseñanza pública y gratuita y suprimió la educación privada. Con ella todos los centros de enseñanza privada, sus bienes y acciones, pasaron al poder del Estado, encargado desde entonces de los programas docente-educativos.
También en 1961, la campaña de alfabetización movilizó hacia zonas rurales a cientos de miles de jóvenes como maestros. El Manual de los alfabetizadores debía orientar a éstos “técnica y políticamente”[1]; en tanto la Cartilla de los educandos contenía “24 temas  sobre cuestiones básicas de la revolución, con definiciones sobre las palabras usadas”.[2]
Fue el inicio del adoctrinamiento de las masas y de los maestros, y el arranque de una tendencia que se haría perniciosa en la educación cubana: la improvisación de “educadores” mediante cursillos breves, sin una verdadera formación ni vocación, a despecho de la larga y rica tradición pedagógica anterior. Había nacido la era del maestro revolucionario.
Las escuelas pedagógicas
En los 70’ surgieron escuelas pedagógicas especializadas, como el Contingente “Manuel Ascunce” y la Escuela Formadora de Maestros Primarios “Salvador Allende”, para la formación de maestros secundarios y primarios, respectivamente, y a finales de esa década, el Instituto Superior Pedagógico “Enrique José Varona”, que en sus años de gloria llegó a graduar profesores de alto nivel con una instrucción especializada en todas las ramas de la enseñanza.
También en los 70’ se generalizaron las Escuelas en el Campo, sistema de internados para los niveles secundario y preuniversitario y de varias especialidades tecnológicas, la política oficial sustituyó el papel de los padres en la educación de los hijos, por el del Estado, asestando un golpe demoledor a la familia como fuente de valores éticos y morales.
A la vez, el proceso docente educativo, subordinado a la ideología oficial, fomentaba la enseñanza de una historia nacional apócrifa  y una falsa identidad cultural en función de la legitimación del poder “revolucionario” y no en la formación de valores cívicos, lastrando con ello la cultura y erosionando los valores nacionales.
Pese a sus limitaciones, el sistema de enseñanza logró extender la instrucción a todas las capas de la población, aumentó los niveles de acceso de grupos sociales históricamente desfavorecidos y creó en la población la conciencia de la educación como un derecho, aunque a cambio de un adoctrinamiento ideológico sin precedentes en la nación.
Tras la desaparición de la Unión Soviética y de sus subsidios que sostenían los planes educativos del gobierno, la crisis económica de los 90’ provocó altos niveles de deserción estudiantil y el éxodo de miles de maestros y profesores hacia ocupaciones más rentables. Decenas de escuelas en el campo donde se formaba  el “Hombre Nuevo” fueron cerradas, terminando de golpe y en el más estrepitoso fracaso el mayor experimento pedagógico de la historia de Cuba.
Ante la crisis
En la actualidad no quedan rastros en la Isla de lo que alguna vez  fuera un relativamente desarrollado sistema educacional. En la última década los sucesivos cursos de maestros emergentes, conocidos como “maestros instantáneos”, han agudizado el deterioro educacional.
La política oficial continúa asumiendo la educación de toda una nación cual si se tratara de campañas y batallas de guerra y pretende remontar el problema improvisando medidas, como son el retorno de más de 2 mil maestros jubilados a las aulas o la autorización de “repasadores” –generalmente profesores retirados.
Los superiores resultados de estudiantes cuyos padres contratan los servicios de profesionales de la educación, demuestran la superioridad de la iniciativa privada. Estas vías de educación “informal”, con sus aciertos y limitaciones, señalan un inicial retorno a la coexistencia de una red de instrucción-educación privada junto al sistema de educación pública al acceso de todos.
El mito de la igualdad social
Se ha roto el mito de la “igualdad social” al crearse una diferenciación de oportunidades de acceso entre los estudiantes según puedan o no costear estos repasos del sector educativo privado.
Uno de los factores que dificulta la recuperación de la calidad de la enseñanza en Cuba continúa siendo la constante emigración hacia el extranjero tanto de maestros y profesores como de miles de profesionales y técnicos que antaño fueron la base esencial de la formación de educandos.
Se calcula que solo en los últimos 30 años han emigrado alrededor de 15.000 médicos, más de 10.000 ingenieros y más de 25.000 licenciados, así como un gran número de técnicos medios y obreros calificados, en un proceso permanente de descapitalización que afecta la base docente de numerosas especialidades técnicas. Muchas de éstas incluso han desaparecido.
Además de los emigrados, decenas de miles de maestros fueron destinados a los programas educativos “internacionalistas”, despojando muchas aulas cubanas de los docentes mejor calificados, sustituidos por “maestros emergentes”, apenas alfabetizados ellos mismos, con funestas consecuencias para la calidad de la enseñanza.
No es tarea de dictaduras
En la actualidad se ha retornado a la formación pedagógica especializada para la educación primaria, carrera de cuatro cursos, con estudios secundarios aprobados, como en las Escuelas Normales de antes de 1959. En la capital, se ha retomado la antigua  sede de los maestros normalistas.
Queda mucho camino antes de que se inicie alguna  recuperación del sistema educacional, que debe pasar tanto por la inversión de cuantiosos recursos financieros como por  la participación de todos los actores sociales interesados y por una apertura de formas alternativas de la enseñanza, incluyendo el regreso de la educación privada, laica y religiosa, sin menoscabo de la educación pública.
No han faltado las propuestas desde espacios de la sociedad civil para superar en alguna medida los profundos desafíos de la educación de las generaciones presentes y futuras, pero éstas han sido rechazadas por el gobierno.
Sin embargo, más temprano que tarde el sistema educacional está forzado a transformarse con los cambios que se están produciendo en la realidad cubana. El crecimiento de sectores independientes acabará influyendo en la renovación de la educación de la nación.
Medio siglo de experimentos han demostrado sobradamente que formar ciudadanos no es tarea que corresponda a las dictaduras.

[1] GARCÍA GALLÓ, GASPAR JORGE. La Lucha Contra el Analfabetismo en Cuba. En: Cuba Socialista No 2, Año I, Octubre de 1961, pp. 69-81
[2] Ibídem

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