jueves, 2 de enero de 2014

Al pan, crema de queso, y al vino….

Wilfredo Vallín Almeida
la cons3Cuba actualidad, La Víbora, La Habana, (PD) Cuando analizamos la historia que nos ha tocado vivir en estos 54 años, sobre todo cuando esos acontecimientos se ven en la distancia del tiempo, no resultaría extraño que los futuros cubanos se asombraran ante el nivel de marginalidad a que llegamos.
 Todo esto puede resultar un día importante para la historia de la nación pero no quiero dejar pasar aquí un detalle que considero especialmente pintoresco (y en extremo manipulador): la forma en que se han manejado los nombres de las cosas, los términos, durante toda esta historia.
Y esa forma lo ha sido siempre, en unos casos, el eufemismo, y en otros, la tergiversación absoluta.
En español, el término eufemismo quiere decir, según uno de mis diccionarios: "El modo de expresar con suavidad o decoro ideas cuya franca expresión sería malsonante; como decir de una persona que no es joven, en vez de es vieja".
Y según otro: "Modo de evitar una palabra desagradable para el hablante sustituyéndola por otra que alude indirectamente al mismo significado, o expresar, por un rodeo de palabras, algo que pudiera decirse con menos".
Dicho quizás de forma más directa, de lo que se trata es de no llamar al pan, pan, y al vino, vino, sino jugar con el lenguaje para disfrazar (o tergiversar absolutamente), para que la realidad no resulte demasiado cruda para el destinatario, porque esto pudiera no convenir al que lo dice.
Dejemos claro que el eufemismo y la tergiversación absoluta son bastante diferentes y en la mayoría de los casos pueden identificarse con facilidad.
Pongamos un ejemplo para ilustrar lo anterior y tomemos para ello los términos "propagador de epidemias" y "cuentapropista".
En Cuba, durante un término relativamente prolongado, se sancionó a las personas que hurgaban en los latones de basura en busca de desechos, comida o materias primas, por cuanto se entendió que ello podía dar lugar a la diseminación de enfermedades. O sea, que registrar los latones de basura y sacar cosas de ellos, se entendió como un peligro potencial para la sociedad y el legislador tipificó esa conducta y la conminó bajó sanción. .Era posible entonces etiquetar a esas personas bajo el rótulo de "propagadores de enfermedades".
Algún tiempo después, al aparecer los Lineamientos del Partido Comunista que pretenden introducir cambios en la economía nacional, el término "propagador de epidemias" desaparece y deja en su lugar una nueva figura perfectamente lícita: el cuentapropista.
Ahora el cuentapropista ya no se contempla como un posible propagador de enfermedades sino que puede hurgar libremente en los latones de basura siempre que pague el impuesto correspondiente.
¿Cómo calificaríamos este cambio, como eufemismo o como tergiversación absoluta de la realidad?
Bueno, a veces, si conviene, al pan, crema de queso y al vino, leche de cabra.
Para Cuba actualidad: vallinwilfredo@yahoo.com

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