EL
DESFILE DE LOS ESCLAVOS
Por: Lcdo. Sergio Ramos
Las imágenes mostraban miles de
trabajadores desfilando por las calles de Cuba con motive del Día Internacional
del Trabajo. También, desde otras partes del mundo se mostraban imágenes de
trabajadores desfilando por las calles de diversos países.
Pero una diferencia marcaba las de Cuba con
otros lugares del mundo.
En la mayoría de los países libres los
trabajadores clamaban por reivindicaciones laborales, convocaban a ejercer el
derecho a la huelga, exigían negociar convenios colectivos, demandaban aumentos
de salarios, pedían mejores beneficios y condiciones de trabajo. También se
veía que con ellos marchaba una diversidad de grupos sindicales.
“Unir las luchas hacia la huelga general” leía
una tela portada por trabajadores de España. “Convenio Colectivo para mejora
laboral” decía otra portada por trabajadores de república Dominicana. Una
obrera en México llevaba una cartulina diciendo “Con o sin HIV exigimos trabajo
digno”. Otro en Chile demandaba “Igual trabajo, igual salario”. El de ecuador
en Quito protestaba con una cartel que decía:” Basta de meter la mano en el
bolcillo de los trabajadores”. En
estados Unidos los obreros migrantes portaban una tele que leía “ Workers
United. Support Immigration Reform”. Un obrero francés gritaba en Paris “Non a
l’austerite” y aun bajo regímenes autocráticos los obreros venezolanos se
quejaban de que “Maduro no tiene moral” y demandaba otro “Quiero cambio”.
Pero en las marchas por el 1ro de mayo en
Cuba no había demandas laborales, ni exigencias de negociar contratos
colectivos, o aumentos de salarios, ni por mejores condiciones laborales, y
convocatorias a un piquete o una huelga. Todo cartel era para dar culto a la
personalidad de los dirigentes y loas al régimen. Algo que se contradice con las paupérrimas condiciones
laborales que hay en Cuba.
El salario promedio de un obrero cubano es
de $515 pesos cubanos al mes, o sea $22 dólares mensuales. Un sueldo que
contrasta con los altos precios de la canasta básica del cubano donde la libra
de arroz está a $ 3. 50 la libra en bolsa negra, y la libra de carne de cerdo está
a $20 pesos, si la consigue. Un país
donde derecho a la huelga se considera un delito contra la seguridad el
estado y piquetear contra el patrono una
sedición. Donde el obrero no puede escoger el sindicato de su
preferencia, sino que tiene obligatoriamente que pertenecer al sindicato
controlado por el estado. Donde al
trabajador se le explota obligándole a trabajar horas gratuitas so color de
trabajo voluntario y donde el único autorizado a emplear, aun para los negocios
de inversionistas extranjeros, es el estado.
El mismo único patrono-estado es quien
controla el sindicato de los trabajadores, la Confederación de Trabajadores de
Cuba (CTC) cuyos dirigentes, son cómplices de la explotación de los
profesionales, obreros y campesinos, permaneciendo mudos ante las injusticias
laborales en Cuba.
Y es que en Cuba no hay trabajadores, sino
esclavos, que encadenados por el terror y el miedo, desfilan coreando las
consignas prefabricadas por los que dirigen el gobierno. Son es
clavos que silenciando los abusos, la
explotación laboral, las deplorables condiciones de trabajo y los salarios de
miseria que reciben, callan y obedecen ante chasquido mudo del látigo represivo
de un capataz en uniforme de la policía política y arrastran todos, las
invisibles cadenas del miedo conque el amo-estado ata a sus labriegos.
Allá por las calles de La Habana, Santa
Clara, Holguín o Santiago de Cuba desfilaron mudos ante la mirada de sus amos
de la rancia oligarquía gobernante, ávidos de venderlos por jugosas ganancias a
inversionistas extranjeros inescrupulosos o a gobiernos foráneos cómplices de
la explotación del hombre por el estado-amo o simplemente seguirles robando el
fruto sagrado de su sudor para continuar enriqueciéndose a costa de una esclavitud
a la que llaman ‘revolución socialista’.
Y mientras el silente desfile de los
esclavos continua, valga pues gritar por ellos, por los derechos laborales de
esos millones de esclavos que en su interior claman y anhelan un salario digno
que alcance para una vida de calidad para él y su familia, por el derecho a poseer
la libertad de contratación, a convenir con el patrono su convenio laboral con
condiciones de trabajo justas, a poseer un trabajo con condiciones dignas y con
seguridad, a tener derecho a la huelga y
a expresar con libertad sus aspiraciones y demandas laborales y a tener derecho
a la libre sindicalización. En otras palabras a ser trabajadores con dignidad,
no esclavos; a ser hombres libres, no reos del estado y sus gobernantes… Y para
eso hace falta de nuevo repetir, honrando las la distancia del tiempo y las
diferencias de circunstancias, la gesta gloriosa de La Demajagua para romper
por siempre las cadenas de un pueblo esclavo.
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