Cuba actualidad, Centro Habana, La Habana, (PD) Países como Cuba son tenidos en cuenta como ejemplo de las naciones que protegen a la infancia de males como el trabajo ilegal, al proporcionarles educación obligatoria, servicios de salud gratuitos y una mínima nutrición.
En ese sentido, Cuba recibe elogios de entidades tales como el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
Sin embargo, la situación económica de la mayoría de las familias cubanas no es estable. Los bajos salarios de los trabajadores no estimulan a muchos ciudadanos a contratarse para recibir al mes menos de cuatrocientos pesos. Por tal motivo, los trabajos ilegales se incrementan y aparecen los vendedores callejeros que desandan las barriadas de la periferia capitalina y, cuentan con clientes fijos que saben sus horarios de venta.
Los más populares son los vendedores de alimentos. En repartos repletos de edificios de cuatro y cinco plantas sin elevador, donde hay que caminar largas distancias para encontrar un comercio, estos vendedores, casi siempre mujeres, se auxilian de sus hijos para moverse con más rapidez y poder burlar a los posibles inspectores.
Estos pequeños muestran rostros cansados y lucen temerosos y apenados cuando aparecen para alcanzar a los clientes frascos de yogur natural, dulces, comidas elaboradas u otras mercancías. Si no se les da el dinero exacto, tienen que volver a subir y bajar las incómodas escaleras para alcanzar el cambio.
Algunas personas les obsequian un vaso de agua o refresco. Los chicos se fatigan con el intenso calor y a veces, ellos mismos piden el agua, sedientos.
"El otro día vi a una mujer vendiendo aguacate barato. Le pedí dos y me los trajo una niña de unos diez años, ella me dijo bajito que si le podía regalar un pedazo de pan. Le dije que se sentara, le preparé el pan y le di un vaso de refresco, ¡me dio tanta lástima!", comenta una residente en Alamar.
Otros no se ven por la calle pero trabajan con los adultos como uno más. Son ayudantes expertos que con el tiempo aprenden la profesión y prefieren desertar de las aulas. Una vez que terminan el noveno grado, no tienen obligación de seguir los estudios y, junto a los mayores se dedican al trabajo ilegal.
"En la escuela no me va mal, apruebo siempre y no me fijo. Pero el fin de semana y ahora en vacaciones tengo que ayudar a mi abuelo en la finquita. Lo peor es que me tengo que levantar muy temprano. Él vende leche, yogur y a veces queso y mantequilla. Yo lo ayudo, cuando terminamos estoy muy cansado, me quedo dormido frente al televisor, nunca puedo jugar ni pasear", narra un niño de doce años.
Los avances de Cuba en distintas materias afines con la infancia, no han podido eliminar el flagelo del trabajo infantil que se acrecienta al existir grandes diferencias sociales y el gobierno no poder garantizar una protección integral a las familias más humildes.
Para Cuba actualidad: aimeecabcu2003@yahoo.es
Foto: Juan A. Madrazo
Vendedora de escobas
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