martes, 5 de agosto de 2014

El Maleconazo: a 20 años de la crisis de los balseros

El Maleconazo: a 20 años de la crisis de los balseros


 

NGAMEZTORRES@ELNUEVOHERALD.COM


Adolescentes eufóricos exclamando “¡Libertad!” por primera vez, jóvenes indignados mirando a la cámara mientras gritan “¡Abajo Fidel, nos están matando!” y “Que lo filmen todo, la represión policial, para que vean lo que ocurre en Cuba”, son algunas de las pocas frases que se conservan grabadas de los disturbios del 5 de agosto de 1994.
Conocidos posteriormente como “El Maleconazo”, esta protesta popular se originó espontáneamente en un clima social y político complejo. Cuba estaba pasando por la peor crisis económica desde 1959, tras perder los subsidios de la antigua Unión Soviética. El calor, el hambre y el descontento explotaron aquel día cerca de La Punta, en el Malecón habanero, donde comenzaron a llegar personas con la esperanza de abandonar la isla.
Desde julio, una serie de desvíos de embarcaciones hacia los Estados Unidos había sentado un precedente y según varios testimonios, corrían rumores acerca de embarcaciones que recogerían a personas para abandonar el país.
“Mi camarógrafo y yo íbamos a ir a un acto en la colina Lenin en Regla, relacionado con las lanchas que cubrían la ruta entre el puerto y Regla, que se habían llevado en días anteriores, pero como a las 10 de la mañana llegamos a La Punta y comenzamos a encontrarnos con gente que nos decía que habían escuchado que una lanchita iba a buscarlos”, recuerda Rolando Nápoles, entonces periodista del canal capitalino CHTV.
Cientos de personas se fueron reuniendo en las cercanías y comenzaron a lanzar consignas, romper vidrieras y tirar tanques de basura al piso.
“Lo que más me llamó la atención fue el nivel de desesperación de la gente, hacían cualquier cosa por salir. También vi jóvenes destruyendo vidrieras por San Lázaro y Neptuno. Fue una protesta babélica, no era unificada o exclusivamente política”, comentó a este periódico el opositor cubano Manuel Cuesta Morúa, quién fue también testigo presencial de los hechos, pues vivía muy cerca de la zona.
Morúa explicó que en el movimiento opositor cubano, al que ya estaba vinculado en esa fecha, no existía “una conciencia arraigada del valor de la protesta callejera. Se apostaba a conjugar la presión externa con el diálogo como salida, para llevar al gobierno a una negociación” por lo que estos eventos constituyeron una sorpresa. “También para el gobierno y para las propias personas que estaban protestando, porque en el origen de estos hechos estaba el deseo de abandonar Cuba”, dijo.
En un gesto inédito, el entonces director del canal CHTV, Pedro Hernández, envió varios equipos de reporteros a grabar los sucesos, entre ellos a Rolando Nápoles y Oscar Suárez. “Nos mandaron a la calle, no sé si lo consultó o no, pero el director fue muy valiente. El canal tiene el mérito de haber sido el primero que trasmitió esas imágenes. Después oficiales de la Seguridad del Estado y el Ministerio del Interior nos pidieron todas las grabaciones y se quedaron con los originales”, apuntó Nápoles.
Otro equipo grabó desde uno de los pisos del hotel Deauville cómo llegaban por el Malecón, “camiones repletos de miembros de la ‘brigada constructora’ Blas Roca, que apaleaban a los manifestantes”, según detalló Suárez en un testimonio escrito enviado a este periódico.
Nápoles recuerda haber visto las brigadas antimotines por primera vez en su vida, “con cascos y escudos, escondidos en una esquina, pero no los vi actuar. Esa noche me quedé en el Vedado y me llamó la atención que la ciudad parecía sitiada. Un carro con una ametralladora atrás, como una antiaérea, se paseaba por la calle 23. Casi no había carros circulando. Había mucho temor”, destacó Nápoles, quien consideró que las protestas no fueron “coordinadas”.
“Había pasado lo de las lanchas, había mucha alteración, apagones de 10 o 12 horas, no había comida, la gente se quería ir”, subrayó.
Ambos periodistas comentaron a el Nuevo Herald que las imágenes que mostraban golpizas u oficiales de la seguridad del estado o la policía disparando nunca se televisaron.
Cuando la situación estuvo controlada, Fidel Castro arribó al Malecón. El periodista de CHTV, Oscar Suárez, le preguntó si habría otro Mariel, a lo que el gobernante respondió: “No nos oponemos a nada, a dejar que los que se quieran ir se vayan. O ellos ponen control (refiriéndose al gobierno estadounidense) o vamos a dejar de cuidar las costas de los Estados Unidos”.
Como resultado, más de 35,000 cubanos abandonaron la isla en menos de dos meses, a bordo de balsas y embarcaciones artesanales, lo que fue conocido luego como “ la crisis de los balseros”. La administración del presidente Bill Clinton respondió con un cambio significativo en la política migratoria con respecto a los cubanos. La nueva política de “pies secos, pies mojados” negaría la entrada al país a quienes fueran interceptados en el mar. La medida logró detener el éxodo masivo en aquel momento pero la llegada de balseros a Estados Unidos y territorios cercanos no se ha detenido.
Aunque estas manifestaciones marcaron el punto más bajo de la legitimidad del gobierno cubano en tres décadas, al año siguiente, en un discurso pronunciado el 5 de agosto durante una marcha estudiantil, Fidel Castro consideró que todos los años debía recordarse “la gran victoria del 5 de agosto de 1994 en que el pueblo aplastó la contrarrevolución sin disparar un tiro”.
Sin dudas, la exportación del descontento a través de un éxodo masivo, fue una “táctica inteligente” por parte del gobierno cubano, que dejó “ir suficiente oposición y además obtuvo información sobre quién disentía”, según reflexionó Holly Ackerman, directora de la colección latina y latinoamericana de la Universidad de Duke, y quien ha estudiado a fondo la experiencia de los balseros cubanos.
Pero muchos se preguntan por qué no han ocurrido sucesos similares en casi veinte años.
Para Morúa, no se ha repetido un evento de esta naturaleza porque “El Maleconazo marcó el momento en el que el gobierno cubano admitió que tenía que aflojar la presión de la caldera cubana”. Varios expertos consultados por el Nuevo Herald coinciden en que la emigración ha sido un elemento clave en la anulación de las protestas populares en Cuba.
La historiadora Lillian Guerra, quien dirige el programa de Estudios Cubanos en la Universidad de la Florida opina que “tanto el gobierno de Estados Unidos como él de Cuba han hecho todo lo posible por abrir la válvula de escape que siempre ha servido para estabilizar al sistema estatal cubano: la emigración. Ahora, con las visitas y residencias dobles, los más rebeldes, ambiciosos y preparados para cambiar y mejorar a su país se van”.
Guerra considera también un factor importante el modo en que la prensa estatal y las autoridades cubanas “se encargaron de encubrir, distorsionar y poner en duda el entendimiento público de los hechos así como de desvirtuar la seriedad de la protesta. La versión oficial se enfocaba en qué los mismos que habían gritado ‘¡Abajo Fidel!’, al momento de aparecer Fidel, cambiaron su lema por lo contrario. O sea, que todo fue un teatro al final, no merecedor de recuerdo y mucho menos de repetición”.
A la vez, Ted Henken, profesor de Baruch College y director saliente de la Asociación para el Estudio de la Economía Cubana, advierte que el perfeccionamiento de los mecanismos de vigilancia y represión así como las reformas económicas también han jugado un papel importante, opinión que comparte el antropólogo Jorge Duany, director del Instituto de Estudios Cubanos de la Universidad Internacional de la Florida.
Duany afirma que este fue un incidente “extraordinario y espontáneo de protesta popular, que difícilmente se repetirá en Cuba en las circunstancias actuales” pues “el gobierno cubano confronta tales situaciones con diversos mecanismos de control y vigilancia como las Brigadas de Respuesta Rápida y los Comités de Defensa de la Revolución”.
“Aunque la crisis persiste en la actualidad, el mejoramiento relativo de la economía cubana, en comparación con el profundo declive experimentado entre 1989 y 1994, parece haber reducido las tensiones sociales que desembocaron en aquel disturbio callejero”, concluyó Duany.

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