viernes, 28 de noviembre de 2014

Inversión extranjera, ¿cura milagrosa?

Inversión extranjera, ¿cura milagrosa?

Gústeles o no a quienes dirigen el país, Cuba nunca será rica ni próspera si los cubanos no se enriquecen y prosperan como individuos.
La Habana busca con desespero la inversión extranjera. El país necesita recursos para oxigenar una economía que no se recupera solo con arengas y disciplina. El reconocimiento de la eficiencia de las empresas capitalistas hace que el Gobierno deje a un lado los escrúpulos y se dedique a cabildear lo mismo en ferias que de puerta en puerta para buscar la entrada en el territorio nacional de las otrora detestables compañías transnacionales.
Está bien lo de esta rectificación de rumbo que deja de lado la ideología y pone los pies en la tierra, pero, ¿será suficiente para la maltrecha economía nacional unos cuantos millones de dólares invertidos en la llamada Zona Especial del Mariel?
Por lo que parece, además, no hay suficiente entusiasmo entre los potenciales inversores a la hora de establecer relaciones comerciales con un megamonopolio estatal famoso por ser un reiterado incumplidor, el cual insiste en participar como socio en lugar de permitir que los capitalistas se encarguen de los negocios a su cuenta y riesgo y el Estado solo juegue el papel de regulador de la actividad.
No obstante, aún si el país fuera realmente atractivo para la inversión y la consecuente creación de empleos, el desarrollo alcanzado de esa manera provocará que se acentúe la dependencia del exterior que ha caracterizado la economía cubana en los últimos 55 años.
Es imprescindible buscar el desarrollo interno basado en el aprovechamiento de los recursos materiales y humanos que existen en estado latente dentro del país, estimulando a los empresarios privados nacionales para que apliquen su iniciativa en actividades que no sean solo las enmarcadas en las 181 que fija la Resolución No. 33 del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, las que de manera general crean pocos empleos y poca o ninguna riqueza.  
Las necesidades de la población no serán satisfechas con la inversión extranjera, sino con la iniciativa de los emprendedores nacionales que, de manera individual, conocen en qué dirección deben ir sus esfuerzos para obtener beneficios económicos dentro de lo que mejor sepan hacer en un marco de leyes que les permitan producir o prestar servicios, comercializarlos libremente incluso en el extranjero, y enriquecerse sin temor a ser considerados delincuentes.
En este sentido, deben cambiar algunos conceptos de carácter político que inmovilizan las potencialidades de las fuerzas productivas. El ejemplo clásico está expresado en el Lineamiento No. 3 del VI Congreso del Partido Comunista de Comunista: "En las formas de gestión no estatales no se permitirá la concentración de la propiedad en personas jurídicas o naturales."
El precepto anterior le envía un mensaje claro a los emprendedores. No puedes crecer más allá de lo que el Estado y el Partido Comunista decidan, aunque no esté escrito en ninguna ley. No es tan solo que el techo permisible para el enriquecimiento sea bajo, es que ni siquiera se conoce cuán bajo es.
La expresión "concentración de la propiedad", es ambigua y maliciosa, al dejar sin definir a partir de qué momento, cantidad o valor puede considerarse que la propiedad se concentra, o de qué forma puede ser esto perjudicial y para quién. ¿Será este lineamiento No.3 conocido por los futuros inversores extranjeros o es que no deben preocuparse por estar dirigido solo a los cubanos?
Gústeles o no a quienes dirigen el país, si los cubanos no se enriquecen y prosperan como individuos, Cuba nunca será rica ni próspera. Un Estado poderoso con una población empobrecida, tiene que ser por necesidad un Estado paternalista. No hay otra opción.

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