Cuba actualidad, Miami, USA, (PD) A principios del exilio, en 1959, reconocimos que desde ningún lugar del continente podía hallarse el rescate de Cuba. El derrocamiento del comunismo en Cuba tenía que contemplarse como el resultado de un proceso, ya que el gobierno castrista contaba con el apoyo de una porción considerable de la ciudadanía y había sido reconocido, sin cuestionamiento, por los demás países. Conociendo el poder de las pasiones y de los intereses de individuos y colectividades, era imprescindible que antes se dieran determinados prerrequisitos:
-El convencimiento general de que Cuba había sido objeto de una publicidad desnaturalizadora en provecho de Fidel Castro, cuyas diabólicas intenciones fueron sublimadas por esa misma publicidad, aunado a un empeño esclarecedor que trasciende al campo ético, a Cuba y a la seguridad del mundo libre.
-La unidad de las fuerzas anticastristas presididas por el anhelo de consumar la independencia de la patria por sobre diferencias personales o sectarias, y el poder de las pasiones y de los intereses.
-La lucha tenía que ser librada por cubanos y bajo la dirección de cubanos producto de la voluntad del exilio y de los que luchaban dentro de Cuba, con ayuda foránea aportada incondicionalmente para evitar compromisos mediatizadores para la República.
En los primeros años del exilio no era el momento apropiado para derrocar a Castro debido a los factores que lo apoyaban y que darían al traste con cualquier acción. Castro poseía una carta de crédito en lo nacional e internacional, originada en gran parte por el predominio de consignas falaces y por la tergiversación de la realidad sobre hechos e individuos.
Nuestra tarea debió ser el restablecimiento de la verdad en cuanto al pasado y el presente cubanos, o sea, en lo que se refiere a que en Cuba no existían motivos para una revolución democrática y que la subversión de Castro respondía a la internacional comunista con las peculiares deformaciones de su ego perverso que tipifican de anarco-comunismo al régimen.
La duración de la carta de crédito de la que disfrutaba y al amparo de la cual se le toleraba la destrucción de Cuba, dependía del éxito de esa tarea esclarecedora, de la unidad de todos los cubanos anticastristas, y del progresivo desgobierno de Castro y sus camaradas.
Deformaciones, ignorancia y complicidad
Hay individuos, instituciones y gobiernos que no quisieron y no han querido enterarse todavía que las acusaciones de rapacidad, corrupción y brutalidad formaron -y forman- parte de la estrategia de los comunistas cuando quieren tomar, o toman el poder. Sus finalidades son desprestigiar el sistema democrático-capitalista y contar con un pretexto para destruir el “aparato represivo de la burguesía”. En todos los casos, es para acondicionar sicológicamente a la población para ulteriores despojos y asesinatos hasta culminar en la comunización del país, que nunca es súbita, sino por etapas.
Hay individuos, instituciones y gobiernos que no quisieron y no han querido enterarse todavía que las acusaciones de rapacidad, corrupción y brutalidad formaron -y forman- parte de la estrategia de los comunistas cuando quieren tomar, o toman el poder. Sus finalidades son desprestigiar el sistema democrático-capitalista y contar con un pretexto para destruir el “aparato represivo de la burguesía”. En todos los casos, es para acondicionar sicológicamente a la población para ulteriores despojos y asesinatos hasta culminar en la comunización del país, que nunca es súbita, sino por etapas.
La fidelidad de los difamadores a las consignas rojas va más lejos. Con el obsesionante propósito de justificar la “revolución” fidelista, a las imputaciones de “rapacidad”, “corrupción”, y “crueldad”, agregan la indiferencia de las clases dirigentes a necesidades esenciales del pueblo, consecuentes con la tesis seudocientífica de que el comunismo prospera únicamente en las sociedades primarias. Según Marx, el socialismo y sus seguidores –la dictadura del proletariado- es una fase que subsigue al superdesarrollo capitalista y no parecen observar que los movimientos comunistas no lo dirigen –y apenas lo integran- las masas desposeídas y analfabetas, sino minorías bien dotadas de cultura y hasta de patrimonio.
Cualquiera que hayan sido los motivos reales de la cooperación lograda por el Movimiento 26 de Julio de factores que debieron serle hostiles, es cierto que el castrismo y sus compañeros de viaje inventaron malévolamente un conjunto de móviles que echaron a rodar por el mundo, incorporándolos a la opinión pública internacional como verdades reales. Y, obviamente, nada sorprende que esas “verdades” hayan devenido tópicos para el hombre común, sin espíritu crítico y privado de las fuentes proveedoras de la realidad, consiguiendo que individuos supuestamente cualificados, instituciones supuestamente serias, y hasta gobiernos supuestamente responsables se transformaran en trompeteros de lo falso en perjuicio, a la postre, de sí mismos, sin que estén dispuestos a retractarse del error en que incurrieron, no obstante sus consecuencias catastróficas.
Mentiras y equívocos
En los gobiernos republicanos de los años 40 y 50, muchos capitalistas abrían su bolsa para ayudar al Partido Socialista Popular (PSP, comunista) y hasta daban albergue a los dirigentes comunistas cuando eran perseguidos por la policía. Si así reaccionaban ante el mayor peligro que ha confrontado la civilización occidental, no es nada raro que con mayor irresponsabilidad contemplaran el caso Fidel Castro.
Cuando el gobierno, con pruebas irrefutables, afirmaba que el “héroe de la Sierra Maestra” pertenecía al gremio rojo, es posible que muchos no creyeran; otros que sospechaban o lo sabían, reflexionaban que era imposible la existencia de un gobierno comunista a 90 millas de los Estados Unidos.
Hubo capitalistas que sin plantearse el problema en toda su terrible magnitud cooperaron graciosamente y encendiendo velas a Dios y al diablo, aseguraban la amistad y protección de todos los regímenes. Los más culpables fueron quienes pensaron llegar al poder por la vía de Castro, sin necesidad de someterse a las “engorrosas” prácticas de la política electoral.
Para Cuba actualidad: ratorricella@intexma.com
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