miércoles, 4 de febrero de 2015

Raúl y los fantasmas de su hermano


Uno se descubre casi a punto de sentir lástima cuando calcula los dolores de cabeza con que este aprendiz de dictador debe acostarse por las noches y despertar en las mañanas, acosado por la sombra larga de su hermano 

Raul y FidelLA HABANA, Cuba. — No todos somos esclavos de los fantasmas creados por nosotros mismos. A Raúl Castro, por ejemplo, lo esclavizan los fantasmas que creó su hermano. Seguramente es la razón por la que su hoja de ruta como nueva cabeza de la dictadura fidelista ha llevado el ritmo de esa conga que se baila dando un paso adelante y dos hacia atrás. Igual podría ser el motivo por el que acaba de añadir la devolución de la base de Guantánamo a la complicada lista de sus requisitos para el restablecimiento de relaciones entre Cuba y los Estados Unidos.
Cualquiera diría que olvidó este punto, o que al menos tuvo el buen tino de no sacarlo a relucir, por su complejidad, en los primeros intercambios oficiales sobre el tema. Pero he aquí que de pronto lo pone también sobre el tapete, sabiendo de antemano, como lo sabe cualquiera, que no existe ni la más mínima posibilidad de que tal demanda resulte satisfecha, de modo que para lo único que sirve es para entorpecer aún más el proceso de normalización de relaciones.
¿Acaso lo habrá hecho para darle gusto a su hermano (el último quizá), justo unos días después de que éste escribiera o dictara que no le complacen tales negociaciones? Si fue así, la ocasión no pudo ser mejor escogida: durante la Cumbre de la CELAC, en cuyo seno hay tantas viudas y viudos de Fidel Castro que deben estar sufriendo ante el peligro de que vaya a quedar disuelto su “histórico ejemplo de soberanía y de aguerrido enfrentamiento con el Imperialismo.”
Uno se descubre casi a punto de sentir lástima cuando calcula los dolores de cabeza con que este aprendiz de dictador debe acostarse por las noches y despertar en las mañanas, acosado por la sombra larga de su hermano. Por una parte, el imperativo de escudar a toda costa el legado fidelista (llamémosle así). Por la otra, la necesidad de salvar del naufragio a la familia, tanto la suya como la de los más y menos viejos camaradas de armas, así como de asegurarles un futuro tan luminoso como es su presente en tanto dueños de Cuba.
Y todavía va quedando una tercera causa para sus dolores de cabeza: el pueblo, que aunque le importe menos, no puede dejar de verlo como una amenaza.
Con el nuevo paso atrás, al requerir que le devuelvan la Base Naval de Guantánamo (¿la querrá con los talibanes incluidos?), está potenciando precisamente esa amenaza que representa para ellos el pueblo cubano. Pues si con alguna ilusión le ha entrado al nuevo año nuestra gente es justo porque espera que la normalización de relaciones con los Estados Unidos les traiga, por limitadas que fueren, una cierta mejoría económica y al menos una pizca de aire fresco para la recontracargada atmósfera de violencia que genera la miseria.
Porque es bien cierto que aquí la primera prioridad para la mayoría de la gente no es la democracia, sino los féferes, el gran sueño de dos comidas calientes al día. Las ilusiones por la libertad vendrán más tarde –o eso quiero creer-, cuando tengan llenas las barrigas. No es una realidad que nos guste reconocer, pero peor sería falsearla. Además, al mismo tiempo que muestra en lo que nos ha convertido medio siglo de dictadura totalitarista, también puede dar una idea de la inutilidad y la extrema indolencia del régimen, que ni siquiera es capaz de mejorar con recursos propios ese pálido requerimiento de sus dominados
.
Y ahí es donde entraría a jugar a su favor la normalización de relaciones con los Estados Unidos. Así, pues, pudo ser grande el dolor de cabeza que le ocasionó al general tener que lanzar el numerito de la base de Guantánamo. Supongo que no conseguirá aliviarlo ni con una aspirina del tamaño de sus temores.
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