sábado, 14 de marzo de 2015

ANTONIO MACEO EN LA HABANA

POR: GUIJE CUBA


El 14 de marzo en la Historia de Cuba

• 1896 -

Antonio Maceo en la Provincia de La Habana.

José Miró Argenter en “Cuba Crónicas de la Guerra (La Campaña de Occidente) - Tomo II: Segunda Edición” de la Editorial Lex, 1942, páginas 149-151 describe estos acontecimientos del 14 de marzo de 1896 en la Historia de Cuba:

   “Con el ataque a Batabanó quedaba perfectamente demostrado que las fuerzas acaudilladas por Maceo se hallaban en la provincia de la Habana, muy animosas y aguerridas, y no en camino de Oriente, maltrechas y descorazonadas, como Wéyler acababa de asegurar, en el famoso bando de pacificación que dio a la publicidad. Los órganos de la opinión pública, heraldos del servilismo oficial, tenían que explicar de cualquier modo el suceso de Batabanó, la presencia de Maceo en este lugar y el inopinado avance de las partidas insurrectas desde los límites de Matanzas hasta el mismo Surgidero de la costa Sur de la provincia de la Habana. "Fecunda ha sido la decena que termina en emociones de todo género" dijeron los órnanos de la opinión pública; "veíanse las gruesas partidas insurrectas ir hacia Oriente, esperábase ver pacificadas en breve las provincias de Pinar del Río y Matanzas, y de momento Maceo y Gómez se reúnen en Manjuarí, llegan juntos a la provincia de la Habana por la Ciénaga, y Maceo avanza con Quintín Bandera, cruzando toda la provincia con el propósito de encaminarse a Vuelta Abajo, sembrando de nuevo de cenizas el suelo y de terror los pequeños poblados. Corriendo Maceo con sus partidas hacia Pinar del Río, acosado y perseguido por fuerzas que de continuo le merman la gente, natural era que Gómez se viera precisado a venir a la provincia de la Habana para distraer las columnas a fin de que Maceo no sucumbiera; y en efecto, Gómez realizó el propósito, sin conseguir su objeto, porque ni para él ni para su lugarteniente faltan obstáculos, y uno y otro andan de mal en peor". Estas manifestaciones, que no necesitan comentarios, no explicaban nada que tuviera relación con los sucesos recientes, de suma gravedad para las armas españolas; y si algo decían era tan sólo en menoscabo del jefe supremo del ejército, que después de asegurar la huída bochornosa de Maceo y sus secuaces, estos y su capitán habían realizado acto de presencia en plaza guarnecida, y estuvo en un tris que no hicieran noche en los camarotes de algún crucero español.

   “Levantamos el campamento a las seis de la mañana. Una sección de caballería tiroteó la máquina exploradora de un tren que se dirigía a Batabanó, y sin otro obstáculo tomamos el camino de Güira de Melena, para situarnos a media tarde en el ingenio Peñalver, en donde se hallaba el brigadier Pedro Díaz con toda la fuerza que tenía bajo su mando, la misma que se separó del Cuartel General en la tarde del 19 de Febrero, momentos antes de efectuarse el combate de Güines. Dicha brigada, al no poder incorporarse al cuerpo central después de la penosísima jornada de Moralitos, se corrió hacia el sur de la provincia en donde estableció una base de operaciones; mantuvo en constante alarma al enemigo que operaba por el distrito de Güira de Melena; hostilizó los trenes de la línea del Oeste y de Villanueva, interrumpiendo la circulación en varias ocasiones, y aguardó, en la comarca antes mencionada, el paso de la columna invasora en cumplimiento de las instrucciones que le fueron trasmitidas por el Cuartel General al día siguiente de la acción de Moralitos. La brigada que mandaba Pedro Díaz se hallaba perfectamente organizada, contaba con una brillante oficialidad y no le faltaban pertrechos; tenía además un escuadrón completo para el servicio de exploraciones. La mayor parte de sus componentes procedía de las Villas. Pronto tendremos ocasión de relatar la serie de proezas de esta bizarra tropa en el teatro de Pinar del Río.

   “Cuando Maceo hubo levantado el campo de Batabanó, llegó a dicho lagar, en tren expreso, el general Arolas, para ser testigo de los estragos del asalto. En marcha nuestra columna, a excepción del tiroteo que sostuvo con los fortines del poblado, no fue menester destacar ninguna fracción para, reconocer al enemigo, que acudía tarde en auxilio de Batabanó, puesto que no advertimos señal alguna de su proximidad. Sin embargo, los periódicos oficiosos de la capital, siempre dispuestos a entonar alabanzas desmedidas, dijeron que Maceo salió precipitadamente del Surgidero al tener noticias de que se hallaba en camino la división del general Arolas, reputado como el más bravo de la milicia de Cuba en la época en que sobresalían Hernández de Velasco, Vicuña, Molina, Segura y otros jefes, no menos batalladores. El caudillo cubano que dirigió la marcha del ejército libertador desde Baraguá hasta Mantua, conocía perfectamente los méritos de los oficiales españoles que contra él lidiaron en diferentes ocasiones, y sabía apreciar el valor personal de cada uno de ellos, desde Santocildes hasta Suárez Inclán; sabía que eran arrojados y diligentes, el comandante Garrido de las Escuadras de Guantánamo, el coronel Juan Tejeda, el teniente coronel Bosch, el coronel Nario, el coronel Segura, el teniente coronel Palanca, que batalló en Manicaragua; el teniente coronel Pereda, que bregó en Calimete; el coronel Hernández de Velasco, el teniente coronel Sánchez Hechavarría, los generales Echagüe y Prats, los coroneles Vicuña y Molina, el jefe que mandaba el batallón de Asturias en el combate de la Colmena, y últimamente el general Bernal; pero no se había presentado aun la ocasión de juzgar al general Arolas, porque éste siempre se anunciaba, mas nunca salía a la palestra.”

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