domingo, 19 de abril de 2015

PEREGRINAJE AL POZO DE LA MUERTE

Peregrinaje al lugar de una masacre del EI en Irak

En la orilla del Tigris a su paso por Tikrit, la cera de las velas recubre poco a poco un muro empapado por la sangre de cientos de iraquíes asesinados por el grupo Estado Islámico (EI), transformando el lugar de la masacre en centro de peregrinaje.
Una lápida ha sido erigida en el punto en el que los yihadistas del EI alinearon a los jóvenes reclutas enrolados para combatirlos, los ejecutaron de un tiro en la cabeza y los lanzaron al río.
Dos semanas después de la reconquista de Tikrit a manos las fuerzas gubernamentales apoyadas por grupos paramilitares, han sido descubiertas más de una decena de fosas comunes y los restos de las víctimas han sido enviados a Bagdad con la esperanza de lograr identificarlas.
El lugar principal de la "masacre de Speicher", por el nombre de la base militar donde las víctimas fueron secuestradas, acoge cada día a decenas de iraquíes llegados para rezar por los muertos. Familiares de las víctimas, muchos de los cuales nunca tendrán la oportunidad de enterrar el cuerpo de su ser querido, llegan desde todos los puntos del país. Religiosos, estudiantes o artistas también hacen el viaje hacia este lugar, convertido en símbolo de las atrocidades cometidas por el EI, pero también de la resistencia contra ellos: la publicación por parte de los yihadistas de fotos y vídeos de la masacre, sumados al llamamiento del gran ayatolá Alí Al Sistani, la más alta autoridad religiosa chiita en Irak, han jugado un papel esencial en el enrolamiento de miles de chiitas en las fuerzas iraquíes.
- Símbolo -
"Este lugar, donde se vertió la sangre de los mártires, debería convertirse en un museo para todos los iraquíes, un símbolo de orgullo", afirma Sheik Dargham Al Juburi, representante del ayatolá Sistani, llegado a rezar ante el pequeño monumento de mármol.
Al Juburi llega a comparar este improvisado mausoleo y la ciudad santa de Kerbala (sur), escenario de una batalla épica en el siglo VII, considerada desde entonces como el origen del cisma entre sunitas y chiitas.
Unos días antes en el mismo lugar, Moin Al Kadhimi, uno de los líderes de Badr -a la vez partido político y una de las mayores milicias chiitas de Irak- había prometido preservar el sitio. "Vamos a restaurar esta zona para que se convierta en un símbolo de los crímenes cometidos por Daesh (acrónimo en árabe del EI) y de sus aliados para que quede como una marca vergonzosa sobre sus caras para siempre", explicó.
Encargado de vigilar el lugar, Kadhim Abdulhasan, miembro del grupo paramilitar Ketaeb Jund Al Imam, perdió a su primo en la masacre. El joven formaba parte de los 1.700 reclutas raptados por el EI en junio de 2014, cuando los yihadistas lanzaron una gran ofensiva haciéndose con grandes territorios de Irak. Cada día, se sienta en la silla de jardín oxidada en un balcón que da al muro cubierto de flores de plástico y velas. Con su arma apuntando hacia el río, deja vagabundear sus pensamientos, entre tristeza y revancha. "Pienso en ellos. He pasado noches enteras llorando", afirma. Cada vez más personas vienen a Tikrit, asegura Abdulhasan, confesando que su vida estará ligada para siempre a esta parte del río. "Este lugar estará en mí hasta la muerte. Espero poder traer un día a mi mujer y mis hijos un día, porque es un lugar sagrado".

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