Una conversación con el economista y político chileno Andrés Velazco, exministro de Hacienda durante el gobierno de Michelle Bachelet.
Andrés Velazco es economista, profesor en la escuela de Asuntos Públicos e Internacionales de la Universidad de Columbia. De adolescente, Velazco y su familia fueron forzados a irse al exilio por la dictadura militar de Augusto Pinochet. Más tarde, durante el primer mandato de la presidenta Michelle Bachelet, sirvió como ministro de Hacienda (2006-2010). También ha trabajado como consultor del Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el Fondo Monetario Internacional, y algunos gobiernos centroamericanos.
Señor Velazco, ¿cómo ve América Latina hoy?
América Latina tiene una situación complicada, por razones económicas y políticas. Económicamente, casi todos los países se beneficiaron del auge de los recursos naturales y crecieron durante muchos años, tanto los países que tenían buenas políticas económicas como los que no. Pero ese período ha llegado a su fin. Hay un tremendo desafío, y es preguntarse qué vamos a exportar y cómo vamos a crecer. Es un asunto que nadie ha resuelto muy bien, el debate está recién comenzando.
En materia política también hay razones para preocuparse, porque la democracia iliberal se ha extendido por el continente. Una de las cosas buenas que ocurrió a partir de mediados de los años 80 fue el regreso de la democracia y lo celebro. Obviamente, hay muchas democracias que se han consolidado como tales. Pero hay también un grupo importante, del que Venezuela es el caso más dramático, en que las instituciones de la democracia se han visto asediadas, los derechos civiles debilitados. El de Caracas es un régimen que llegó al poder por la vía electoral, pero que ha debilitado dramáticamente las instituciones del país. Eso, que en Venezuela tiene su caso extremo, también se observa en otros países de la región.
¿No se debilitan los organismos regionales al violentar sus propias cláusulas democráticas, al atraer a su seno a regímenes represivos o al no aplicar esas cláusulas a gobiernos de tendencias autoritarias?
Yo creo que las instituciones latinoamericanas han fracasado política y, me atrevería a decir, éticamente. Porque han mantenido un silencio cómplice y una actitud tolerante en exceso con las violaciones de los derechos humanos y con los ataques contra la democracia. Me gustaría haber visto a todos los países de la región, partiendo por Brasil, por su tamaño y su capacidad de influencia, tomar una actitud más clara, más carente de ambigüedades. Me gustaría que insistieran en que en América Latina tenemos una Carta democrática, que uno de nuestros grandes logros comunes es haber regresado a la democracia y que vamos a decirlo con todas sus letras cuando haya gobiernos que se desvíen de ese curso. Lamentablemente, eso no ha ocurrido.
¿Cómo ve el cambio de la política de EEUU con respecto a Cuba?
Si algo no rinde frutos durante 50 años hay que cambiarlo, ¿no? Lo que hizo EEUU fue reconocer con sumo retraso un fracaso por parte de su política exterior. Eso no quiere decir por supuesto que haya que ser tolerante para nada con los regímenes antidemocráticos. Solo quiere decir que hay que ser claro acerca de qué funciona y qué no funciona. Creo que lo que ocurrió fue para mejor. Espero que se inicie una nueva era. Pero esa era va a ver resultados, y las expectativas de la gente en Cuba se van a ver satisfechas, si y solo si regresa la democracia al país. Es algo que muchos latinoamericanos queremos de corazón.
Alcanzar la apertura política a través de la económica: ¿no le parece un planteamiento arriesgado, teniendo en cuenta el ejemplo de países como Vietnam, China y hasta la propia Rusia, con economías de mercado pero también con gobiernos autoritarios?
Todo cambio de política pública tiene riesgos. Y el riesgo que tú mencionas existe. Ahora, la razón para estar cautelosamente optimista es que tanto en EEUU como en Europa, la sociedad civil y el mundo de los activistas prodemocracia van a ser una pulga en el oído que le van a recordar a los gobiernos de sus respectivos países que el diálogo con Cuba obviamente puede ser acerca del intercambio comercial, pero también tienen que ser, antes que nada, sobre la apertura política.
Un sistema como el cubano, sin propiedad privada, sin libertad de asociación, sin libertad sindical, ¿qué posibilidades reales tiene de capitalizar la posible inversión extranjera, de atraer inversores, de crear una prosperidad sostenible?
Si la pregunta es acerca de las necesidades de una profunda reforma económica y política en Cuba, no hay dos respuestas posibles. Creo que, obviamente, un régimen en el que no hay reglas del juego, en el que el esfuerzo individual no se reconoce, en el que la libertad para instalar, digamos, un restaurante, y para qué decir una empresa más grande, está seguramente coartada, es un sistema que va a enfrentar muchísimos problemas.
Claramente, hoy en día el potencial de crecimiento y prosperidad de Cuba tiene un techo, y ese techo se llama el conjunto de políticas aplicadas por el Gobierno de los hermanos Castro desde hace muchos años. La necesidad de una reforma es evidente. Uno podrá tener un diálogo más adelante acerca de cuál es la secuencia, es decir, qué cambios vienen primero y cuáles después, pero bajo el régimen actual, a Cuba le va a costar mucho prosperar.
Usted ha trabajado como consultor de bancos y gobiernos. ¿Qué fórmulas, o primeros pasos, se le ocurren como adecuados para llevar a cabo una transición exitosa en Cuba, desde una economía de corte estalinista a una de mercado?
Es difícil contestar a esa pregunta sin saber antes cuál va a ser el régimen político. Porque obviamente ambos van de la mano. Nadie va a tomar decisiones —ni los cubanos ni los extranjeros— si su libertad o su potencial de beneficiarse según su emprendimiento está o sigue estando severamente coartada.
Ahora, creo que Cuba se va a beneficiar de las múltiples experiencias que hay de transiciones de economías severamente centralizadas a otras más liberales. Tenemos 25 años de desarrollo en Europa Central. En países como Polonia, la República Checa o Hungría, hubo grandes logros y también muchos problemas. Algo parecido ocurrió en algunas economías del sudeste de Europa, en los Balcanes. Ahí hay todo un conjunto de lecciones que serán muy útiles.
Aparte, obviamente, está lo que aprendimos en América Latina de asuntos tales como el control de la inflación o la estabilización de la política fiscal. No es para nada baladí que en Suramérica, que éramos los campeones mundiales de la inflación, hoy, con la excepción de Venezuela y Argentina, en el resto de los países la inflación está bastante bajo control. Revela un proceso de aprendizaje. Y ahí también hay lecciones que obviamente serán útiles para Cuba.
Es posible —ya ha empezado— que nos enfrentemos a una gran ola de privatización en Cuba, que todo quede en manos de personas leales al Gobierno de los Castro.
Es una de las grandes lecciones de Europa Oriental; cuando los capitanes del Estado privatizan, lo hacen con una mano y compran con la otra. ¿Cuál es el origen de los oligarcas en Rusia, quiénes son los dueños del acero, del gas, del petróleo? Eso es un gran peligro.
Una vez dado ese paso, es muy difícil revertirlo.
No es imposible, pero es costoso. Se crean intereses muy poderosos.
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