“Tacón fue rencoroso, autoritario y enemigo de la libertad. Pareció como buscado adrede para acentuar el desagrado que entre los hombres conscientes del país habían producido las restricciones que acompañaron la promulgación en Cuba del Estatuto Real. Desterró al ilustre José Antonio Saco, suprimió en absoluto las prerrogativas de la imprenta, mantuvo la Comisión Militar y provocó la expulsión de los diputados cubanos de las Cortes. La conciencia pública, por efecto de tales novedades, quedó sumida en las tenebrosidades de la tiranía. Hubo brotes de sincero liberalismo y de aspiraciones patrióticas. Tacón los ahogó sin contemplaciones ni atenuaciones.
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“Un espíritu tolerante, inclinado a aceptar las enseñanzas de la escuela estoica, pudo ver algo plausible en la obra de Tacón, apreciada desde el punto de vista administrativo. Todo lo que poseyó de abominable y funesto en el aspecto político lo tuvo de ejemplar en el orden administrativo. Iniciativas y esfuerzos suyos, concordantes con los del conde de Villanueva, fueron fructuosos. Tacón anheló contribuir al progreso material del país. De no haber vivido tan apegado al imperio del sable y al desprecio de los derechos del cubano, su paso por la Capitanía General habría constituido un suceso de grata memoria en la historia de la tierra cuyos destinos dirigió durante cuatro años. El muelle de Caballería, la alameda de Isabel II, el Campo de Marte, el paseo y el teatro que tomaron su nombre, y los mercados para el abastecimiento de La Habana, entre otras de parecida importancia, fueron obras que, ya terminándolas, ya realizándolas en todas sus partes, hablaron con elocuencia de sus dotes de administrador público, celoso y honrado.
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“El peor de los pecados políticos de Tacón consistió en el empeño que puso en excluir a los cubanos de la comunidad jurídica que eran aquellas Españas de que habían hablado las Cortes de Cádiz. La Colonia fue distanciada de la Metrópoli por injustas negaciones. La promesa de promulgar leyes especiales, destinadas a hacer la felicidad de la Isla, no pasó de mero pretexto para burlar legítimos derechos de los antillanos. La conducta de Tacón, a pesar de su ducado de la Unión de Cuba, sirvió de cabeza al proceso de la ruptura moral entre la nación hispánica y la mejor de las posesiones que conservaba en América.”
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