martes, 4 de agosto de 2015

Para evaluar las relaciones actuales de EEUU y Cuba

Los Castro siempre fueron capaces de manejar el "status quo" antes del 17 de diciembre. Pero dudo que sean capaces de resistir la embestida de las olas masivas de turistas, empresas y periodistas estadounidenses.
Un hombre saluda desde una bicitaxi con la bandera de EEUU.
Un hombre saluda desde una bicitaxi con la bandera de EEUU.
Tengo sentimientos encontrados sobre la decisión del presidente Obama de moverse hacia la normalización de relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
El Presidente está haciendo todo en su poder por normalizar relaciones, incluida la apertura de embajadas y el relajamiento de las restricciones de viaje, mientras pide el levantamiento del embargo económico. El levantamiento del embargo requiere una ley del Congreso como resultado de la Ley Helms Burton, de 1996, firmada por el presidente Clinton tras el asesinato de cuatro pilotos de Hermanos al Rescate en aguas internacionales a manos del Gobierno cubano.
Estoy preocupado por la manera en la que el presidente Obama ha implementado sus políticas de cambio, incluido su lenguaje apologético y su tibio apoyo a los disidentes cubanos y los Derechos Humanos de los cubanos. Hubiera preferido mucho más ver la normalización acompañada por un cambio de régimen en Cuba o, al menos, mejoras concretas en el tratamiento del régimen al pueblo cubano.
Soy un feroz crítico del presidente Obama en la mayoría de los asuntos. Creo que sus políticas izquierdistas de estilo europeo han debilitado a Estados Unidos doméstica e internacionalmente y han hecho del mundo un lugar mucho más peligroso y mucho menos próspero de lo que debería ser. Aun así, por razones prácticas, apoyo la iniciativa del gobernante de Cuba porque es lo mejor para los intereses de los pueblos estadounidense y cubano.
Dada mi singular historia familiar y el camino profesional que he elegido, mi vida entera ha estado estrechamente ligada a Cuba y las relaciones EEUU-Cuba. Mi padre, Neill Macaulay, fue un veterano idealista del ejército estadounidense que creyó en lo que leía acerca de Fidel Castro en The New York Times y cuando fue a Cuba en 1958 a luchar en el Movimiento 26 de Julio. Luego de que la guerra terminara, sembró tomates por un corto tiempo y los exportó a Estados Unidos. Entonces, debido a la aparición del comunismo, huyó de Cuba en julio de 1960, con mi madre y mi hermano mayor, y yo nací en New Hampshire, en noviembre de 1960.
Inspirado por su experiencia cubana, mi padre se convirtió en profesor de Historia Latinoamericana, con énfasis en la guerra de guerrilla. A través de la Guerra Fría, además de su trabajo académico, usó su experiencia y conocimientos para educar y asistir a los servicios militares y de Inteligencia de Estados Unidos. Como estudiante de mi padre, cada día a la mesa de cenar, así como a través de extensas lecturas y viajes propios, aprendí a respetar el genio malvado de Fidel Castro y seguí de cerca los movimientos cubanos en el tablero de ajedrez mundial.

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