Por: Lcdo. Sergio Ramos
El Papa se fue de Cuba. Detrás queda el
recuerdo. Fue la visita de un jefe de estado matizado por discursos
pastorales. Como tal, fue recibido y
acompañado en todos sus actos públicos por el alto clero de la isla y por el
dictador Raúl Castro junto a su séquito.
El Papa Francisco visitó a los poderosos, a
los que acaparan las riquezas que pertenecen al
empobrecido pueblo, a los que con mano de hierro tienen sometido y
dividido a los cubanos desde hace más de cinco décadas.
Sus contactos con la gente de a pie, fueron
meticulosamente escogidos y controlados; todo enmarcado en un libreto teatral.
Nada espontaneo, sino calculado.
En sus misas y actividades, los más
cercanos fueron el clero y la alta cúpula del poder, e inmediatamente tras
ellos, un nutrido número de miembros del Partido Comunista de Cuba, quienes
fueron instruidos por la dirección del mismo a asistir a las actividades
públicas del Papa. Y detrás, el pueblo lleno de curiosidad y los fieles.
Si bien es cierto que el Papa envió algunos
mensajes subliminares, como aquel de que el gobernante que no permite el
desarrollo de líderes es un tirano y su reacción exhortando a la tolerancia y
la amistad social, en respuesta al joven que se quejaba de la intolerancia
imperante y la vida difícil del cubano. También no es menos cierto que la
resonancia de sus palabras fue más en el exterior del país, que dentro del
desinformado pueblo cubano; que aturdido
por los recientes acontecimientos de la “normalización” de las relaciones
Cuba-Estados Unidos y por la visita del pontífice, provocan en ellos un
espejismo de esperanzas y sueños, cónsonos
con sus deseos de poseer una vida mejor, más digna, libre y proospera…pero
al fin de cuenta, un espejismo.
Detrás de las bambalinas, apartado del glamour de los actos religiosos y los
discursos pastorales, existió la marginación, el desprecio, la indolencia para
con aquellos, que por tener la valentía de despojarse del juego cotidiano de la
doble cara y moral, se enfrentan al régimen esgrimiendo las verdades que otros
por miedo callan.
A estos últimos, se les negó ser
escuchados, se les impidió asistir a las misas, se les encarceló por solicitar
audiencia al Papa, se les bloqueoo el
participar en charlas papales...se les negó la mano tendida por aquellos que día a día se asfixian por falta
de libertad. La mano estrechada fue para los verdugos, y para los oprimidos, el
desprecio. Solo la casualidad, asistida por el coraje de un grupito, que logró
burlar el bloqueo policiaco que rodeaba
al Pontífice, pudo uno de ellos acercarse al Papa para expresarle en segundos,
entre empujones y bendiciones, el clamor de libertad de un pueblo
esclavizado. La respuesta fue la cárcel a
mano de la jauría de agentes represores policiaco-políticos del régimen, los
cuales se encontraban insertados en la multitud con disfraz de fieles.
El Papa fue lo esporádico, lo cotidiano es
la represión, que continuará inalterable para garantizarle a la oligarquía
gobernante su continuidad en el poder, ahora “bendecida” antes los ojos del
mundo y apuntalada por los intereses políticos y económicos foráneos, a
expensas de la explotación de un pueblo trabajador.
A fin de cuentas, de aquí a tiempo cercano,
el espejismo se irá disipando al chocar con la triste realidad cotidiana del cubano de a pie, quienes se
percatarán que aquel día en la Plaza llamada “de la Revolución”, se repitió un
Vía Crucis ante la imagen clavada en murales de concreto de dos ladrones y un
Cristo estupefacto, al ver la lanza que enterraban los intereses mundanos en el
corazón de un pueblo oprimido… que aun lucha por su resurrección.
San Juan, Puerto Rico a 23 de septiembre de
2015
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