Las innovaciones anunciadas para los estudios universitarios en Cuba representan una manifestación más de la honda crisis nacional
LA HABANA, Cuba – Los días 6, 7 y 8 de este septiembre, el programa Mesa Redonda –principal medio de agitación y propaganda del régimen castrista– estuvo consagrado a las innovaciones en la educación superior. Los diarios nacionales Granma y Juventud Rebelde participaron también en la campaña, con trabajos a página entera de dos colegas: Lissy Rodríguez Guerrero y Margarita Barrios.
Los autores del presente artículo –uno de ellos profesor titular universitario durante decenios– nos hemos mantenido atentos a cualquier información adicional que pudiese surgir sobre el tema, pero no ha habido ninguna. Por esta razón –y pese a las indefiniciones existentes– pensamos que resulta oportuno dedicar ahora un trabajo a este asunto, que ha recibido poca cobertura dentro de la prensa independiente cubana.
Según las informaciones oficiales, “las principales transformaciones están enfocadas en el establecimiento del respaldo jurídico para la formación continua de los profesionales, la creación de un nuevo nivel educacional denominado Educación Superior no Universitaria, (…) la reducción a cuatro años de estudio de las carreras universitarias, la modificación del procedimiento para el ingreso a los Cursos por Encuentros y la Educación a Distancia, el requisito de dominar el idioma Inglés para graduarse de una carrera universitaria, y otro grupo de medidas encaminadas a favorecer la cobertura del plan de plazas para estudiar carreras pedagógicas”.
El papel central en la exposición de estos cambios correspondió al mismo ministro de Educación Superior, ingeniero Rodolfo Alarcón Ortiz, un tecnócrata competente, pero que –no cabía esperar otra cosa– permanece enredado en la madeja de ineficiencia que envuelve al régimen castrista. La misma valoración cuadra a los restantes miembros del equipo gubernamental que estuvo encargado de explicar las innovaciones.
En la etapa final de los programas televisivos, varios de estos señores tuvieron que realizar verdaderas contorsiones lingüísticas y malabarismos verbales para tratar de dar respuestas a los problemas específicos planteados por los interesados. “Aún no hemos decidido cómo organizaremos el acceso al Curso por Encuentro”; “No podemos anticiparte ahora qué pasará con los estudiantes de la preparatoria”; “Estas medidas son muy novedosas y en estos momentos no podemos saber con exactitud todos los cambios que impliquen”; “También puede ser que en un futuro se apliquen otros mecanismos en ese sentido”. Estas son sólo algunas de las perlas que recoge el Granma del 9 de septiembre.
El espíritu de las respuestas no podía ser diferente: El propio ministro adelantó que podrán darse informaciones algo más precisas sólo el venidero noviembre. Al menos uno de los proyectos (el establecimiento de la Educación Superior no Universitaria) todavía “deberá ser aprobado por el Gobierno”. Sobre los cambios proyectados, en el número de Granma recién citado se plantea: “En los próximos meses se seguirá dando información de la implementación de los mismos”.
¿A qué obedece entonces la realización de esta campaña propagandística en esta etapa incipiente de la proyectada reforma? En nuestra opinión, esto se debe a la situación crítica entronizada en este campo. Elementos de esta realidad son la reducción de la matrícula universitaria, el derrumbe a niveles casi mínimos de la posibilidad de acceso a la educación superior mediante el Curso por Encuentros (antiguo Curso para Trabajadores), la institución de los exámenes de ingreso y la incertidumbre en la que están sumidos los actuales y futuros estudiantes.
El tiempo dirá cuáles serán las realidades de este proyecto. Los autores esperamos dar seguimiento a esta nueva faceta de la honda crisis nacional, en la medida en que lo que hasta ahora ha sido un simple esbozo vaya siendo precisado por las autoridades.
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