Las actrices Susana Pérez, Rosa Vasconcelos y Lilliam Vega se lucen en una obra enclenque.
Ya no es noticia, aún cuando no hubo promoción en los medios (por suerte), que las actrices cubanas Susana Pérez, Rosa Vasconcelos y Lilliam Vega, están en Cuba y constituyen el elenco de una de las obras estrenadas durante el 16 Festival de Teatro de La Habana, Volver a La Habana, de Raquel Carrió, como parte de la Muestra Internacional dentro del evento.
La obra se estrenó el jueves 29 de octubre en un Teatro Buendía repleto, con personas sentadas incluso en el suelo, o de pie, a pesar de tener entrada o credencial, y otra multitud que esperó afuera desde las seis de la tarde con esperanzas de entrar y no lo logró.
Quienes no pudimos entrar el jueves, llegamos al Buendía el viernes a partir del mediodía. Antes de las 2:30 de la tarde ya había una cola de cinco personas. De haber habido un ápice de promoción en los medios, probablemente las personas habrían marcado desde la madrugada.
Pero quizás, solo gracias a que no conseguí entrar el jueves, pude ver llegar a Rosa Vasconcelos en un minivan, mientras esperaba en la cola, y conversar con ella el tiempo suficiente para recordar sus inicios como actriz aficionada en los festivales de monólogo que se realizaban en mi municipio, Arroyo Naranjo, y donde fue premiada más de una vez. Mucho antes de llegar a la gran pantalla y que el público cubano, que aún la recuerda como pude comprobar, la conociera por El premio flaco, ya Vasconcelos era una gran actriz.
Si no bastara, la casualidad quiso que una hora más tarde, en el camino de regreso al teatro para ponerme en la cola de quienes ya tenían entrada, reconocí a la actriz Susana Pérez. Ella iba precisamente para el Buendía y me invitó a compartir el taxi que alquiló. Incluso me mostró, a través de la ventanilla, la escuela donde cursó la secundaria básica.
Pude conocer de primera mano que Pérez hace bastante teatro en Miami, con el grupo de Lilliam Vega, y que viene a Cuba con frecuencia. Me lo había contado antes una mujer en la cola del teatro; ha visto a Susana Pérez a través de la antena, en la propaganda de una clínica de tratamientos estéticos. "Con la tremenda artista que es esa mujer", dijo. Ahora, se alegra de que venga, "pero como actriz".
A diferencia del chofer del día anterior, que no sabía cómo llegar al Buendía —como mucha gente que viene a este teatro— y fue a parar al Cine Acapulco, este fue bastante certero. Se negó a cobrarle a Susana Pérez. Cuando ella bajó del taxi, enseguida vinieron amigos a saludarla, y gente que aguardaba por el comienzo de la obra quisieron tomarse fotos con ella. No solo personas con edad para haberla visto en obras como Weekend in Bahía, telenovelas como Cumbres borrascosas, Rosas a crédito, Sol de Batey, Las huérfanas de la Obrapía, y filmes como Otra mujer y Clandestinos, sino gente muy joven que también la admira. Y si ellos estaban emocionados; ella, más.
Gracias a Pérez, llegué rápido al teatro y pude coger un buen sitio. En el Buendía no basta llegar más de tres horas antes de que abra la taquilla y tener suerte de alcanzar entradas (muchos no pudieron tampoco el viernes), porque los asientos no están numerados, y de hecho, no hay asientos, sino gradas (que ahora, al menos, son mullidas), y sillas plásticas que se ubican en los espacios vacíos para intentar acomodar a más personas.
En la cola para entrar, una señora se preguntaba si valdría la pena todo aquello (la incomodidad y las horas perdidas para comprar la entrada, la espera de pie, la incomodidad dentro de la sala). Al final de la obra, tuve que preguntarme lo mismo.
Creo que las historias de cada una de estas actrices, que emigraron en distintos momentos y por distintas razones, serían más interesantes que Volver… En la obra quienes vuelven a La Habana, son Gertrudis (Susana Pérez) que salió del país cuando niña y regresa por primera vez en más de 30 años, y Camila, que partió en los 90, casada con un empresario español. María no vuelve porque nunca ha salido del país; fue actriz, ahora trabaja en el Hotel Ambos Mundos y sueña con Ernest Hemingway.
Como sinopsis, resulta interesante, pero al final de la obra, parece que no hemos visto más que la escenificación de la sinopsis. No hay conflictos profundos, dilemas, contradicciones, obstáculos, todo aquello que necesita un actor o una actriz para desplegar su histrionismo. Hay momentos en que se discursa sobre los terribles años 90 que forzaron a tanta gente a partir, por cualquier vía; sobre la censura a que estuvo (¿sólo entonces?) sometido el teatro, los cambios actuales que nada significan para el cubano de a pie. Un discurso sin dudas oportuno y necesario, pero que no pasa de ser eso, discurso, y el teatro debe ser más.
Los muy poquitos espacios de conflicto (poco justificados, además), los aprovechan las actrices tan bien como pueden: Lilliam Vega (una actriz más conocida para el público de los teatros, cuyo desempeño impresiona por su intensidad y precisión) y Rosa Vasconcelos, envueltas en una discusión por la muerte del hermano de la primera. Susana Pérez tiene su mejor momento al contar una relación extramatrimonial, pero sus textos, en justicia, son los que menos posibilidades dan.
A la salida del teatro, una pareja de personas mayores comentaba que la obra les había parecido cogida por los pelos. "Como si la autora la hubiera escrito corriendo para que la trajeran al festival". A quienes vimos La vida en rosa, La tempestad, Charenton, y otros montajes de Flora Lauten, directora de Teatro Buendía, de los mejores grupos de este país, nos da la impresión de que también el montaje fue apresurado.
Pero las actrices merecieron todos los aplausos que les regaló el público durante varios minutos, de pie. Cada una se entregó a su personaje tanto como era posible y defendieron con la mayor profesionalidad una obra enclenque que les quedaba pequeña. Teniendo en cuenta que muchas personas se han quedado fuera del teatro, anunciaron que la función del sábado (que no estaba prevista al principio, pues solo se iba a poner jueves y viernes), sería doble: 8:30 p.m. y 10:30 p.m. Una muestra de la entrega de las actrices a la profesión y de ganas de actuar para su público en la Isla.
Ojalá no tengamos que esperar mucho tiempo para que puedan Volver a La Habana (y a otras provincias, ¿por qué no?), como actrices.
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