Conversamos con el joven grafitero cubano Fabián López
jueves, abril 7, 2016 | Ernesto Pérez Chang | 1 Comentario![comment count](http://www.cubanet.org/wp-content/uploads/2014/01/comment_count.png)
LA HABANA, Cuba.- Dejó de estudiar cuando terminó la escuela secundaria. Después aprendió el oficio de plomero pero jamás lo ha ejercido. Ahora tiene 19 años y, arrepentido por la decisión que tomó, quiere aprender inglés e historia del arte para comenzar una carrera como artista plástico.
Un par de amigos que tienen galerías privadas ya lo han invitado a exponer sus obras realizadas sobre los tubos de spray vacíos que ha usado para sus grafitis. Estos, junto a la patineta que siempre lo acompaña, son sus dos mayores pasiones.
A recorrer sobre una tabla la bulliciosa ciudad donde vive y a dar testimonio de sus vivencias en los muros abandonados, en los edificios en ruina, en los rincones grises donde a nadie gusta posar la mirada, dedica sus energías este joven artista que se nombra Fabián López pero que todos, debido a su peculiar firma, conocemos como 2 + 2 = 5.
“Ya nadie me llama Fabián. La gente me conoce como 2 + 2 = 5, antes de los grafitis. (…) Esa firma yo la cree cuando estudiaba en la secundaria porque una maestra malgeniosa comenzó a ofender a un primo mío porque decía que era muy bruto. Entonces le pregunta si él sabía cuánto era 2 más 2, y yo estaba furioso por la manera en que lo hacía, y le respondí que 2 más 2 era igual a 5. Entonces todo el aula se echó a reír, y a partir de ahí todo el mundo comenzó a llamarme como 2 más 2 igual 5. De modo que mi firma es en sí una rebeldía, como mi personaje principal”.
Un enmascarado al que Fabián le llama el “Súper Malo” es la figura que lo identifica entre los grafiteros. El personaje está inspirado en una fotografía que vio en un disco de Hip Hop y en los superhéroes de los comics pero, según su creador, representa la clandestinidad de una expresión artística que muchos, por ignorancia o por conveniencia, gustan de relacionar con el vandalismo o el activismo político:
“No soy nada de eso, solo pinto lo que quiero expresar. Cuando estoy patinando paso, veo una pared, me gusta y de inmediato imagino el dibujo. Pero primero hago un diseño previo en la casa, antes de pintar. A veces trabajo directamente sobre la pared pero la mayoría de las veces hago un diseño previo, lo planifico (…). El grafiti la mayoría de la gente lo ve como escribir letras en una pared sin decir nada, en mi caso trato siempre de dar un mensaje. (…) El encapuchado simboliza a ese artista escondido que tiene que vencer obstáculos para expresarse, porque el grafiti es ilegal. Pero esa es mi manera de reflejar y criticar la realidad, los momentos que estamos viviendo: la necesidad, el hambre, la pobreza. Es una realidad, yo la vivo y no tengo por qué negarla”.
Detenido por la policía en varias ocasiones, a Fabián le han confiscado los materiales con que trabaja tan solo por no poseer un carnet de graduado de una escuela de arte o por no estar autorizado por una institución cultural. Durante la visita del presidente norteamericano Barack Obama, muchos de los grafitis realizados por el Malecón habanero fueron borrados, sin embargo, a Fabián no le preocupan esos actos:
“Eso no es importante. El grafiti no es un arte perdurable, uno se arriesga a eso, lo peor es la incomprensión. (…) Quisiera tener una galería de arte para exponer mis obras porque ya he comenzado a hacer cosas en lienzo y en otros soportes”.
Siendo casi un niño comenzó a tatuar su cuerpo con dibujos llenos de códigos y figuras que sólo él puede explicar. Huesos, números, caricaturas, frases, signos de todo tipo, hasta lleva en un brazo el nombre del órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, el periódico Granma, pero dibujado en negro y no en rojo:
“La gente piensa que pertenezco a una pandilla pero no es nada de eso. Me gusta dibujar el cuerpo con cosas que significan para mí (…). En el caso del Granma, usualmente es rojo, pero cuando se muere alguien del gobierno lo imprimen en negro, y cuando me tatué Granma en negro quería jugar con ese significado, parodiarlo en ese sentido fúnebre”, dice Fabián sonriente mientras muestra el brazo y bromea con otros tatuajes que evocan “jugadas” [relaciones sexuales], “cuando solo son huesos, signos, números y la gente jode [bromea] con que si me tatué esto o lo otro, que si significa esto o aquello. Eso mismo pasa con los grafitis”.
Seguidor de la obra de artistas urbanos como Yulier P, Yairán o Five Stars, Fabián comienza a ser reconocido por su lenguaje peculiar y por el impacto visual de sus obras, siempre portadoras de un mensaje que, sin ser populista, es fácil de interpretar por cualquiera que conoce o vive la realidad cubana: “Mis mensajes son directos para la gente que pasa. Y cuando pinto me gusta que me pregunten qué estoy haciendo, y me gusta hablar de lo que hago con la gente. Me gusta esta ciudad, el bullicio. Pero no me gusta el silencio, eso sí me funde a mí”.
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