viernes, 17 de junio de 2016

UN DIA COMO HOY, EN LA HISTORIA DE CUBA.

POR: GUIJE CUBA


El 17 de junio en la Historia de Cuba

• 1905 -

- Muerte de Máximo Gómez.



Emeterio S. Santovenia en “Un Día Como Hoy” de la Editorial Trópico, 1946, páginas 343-344 nos describe los acontecimientos del 17 de junio de 1905 en la Historia de Cuba:

   “La vida de Máximo Gómez, en gran parte consagrada a Cuba, fue útil en grado extraordinario. Nació en Baní, en la isla de Santo Domingo. Los azares de la existencia y el curso de las cosas humanas no le depararon la gloria de desempeñar en su tierra natal papel importantísimo. En cambio, él pudo poner su espada al servicio de la total emancipación antillana. Defendiendo a Cuba, la hermana material y espiritual de Santo Domingo, fue, sin duda alguna, consecuente con su origen y con los dictados del patriotismo. Se compenetro con los cubanos en una época de sacrificios. Fue libertador insigne. Se adentro en el corazón de sus compañeros en la cruenta lucha contra el poder de España.

   “Treinta y dos años aproximadamente -vio la luz el 18 de noviembre de 1836- contaba Máximo Gómez y Báez cuando, en octubre de 1868, tomó las armas para contribuir a la emancipación de Cuba. En la jurisdicción de Bayamo había conspirado, y, al sonar la hora de la brega, estuvo presto a ocupar el sitio de peligro que su amor a la libertad le imponía. Su valor, su temperamento propicio a enfrentarse con el peligro, sus condiciones nada comunes para conducir tropas y su lealtad inquebrantable le permitieron sobresalir. A través de diez años de guerra, entre victorias y reveses, entre heroísmos y sacrificios, entre apoteosis y rencillas, bajo la constante amenaza del enemigo y en medio de las pasiones a veces desatadas de los propios servidores de la patria esclava, su figura se agiganto.

   “La tregua iniciada en El Zanjón no abonó en Máximo Gómez el desencanto naturalmente producido por la ruina aparente del ideal revolucionario. Su fe y su esperanza se robustecieron. Erró por tierras americanas. Siguió pensando en Cuba, y en su cautiverio, y en su redención. Hubo contrariedades, oposiciones y quebrantos en la comunidad formada por los patriotas cubanos. Pero no podía erigirse aquello en sistema. Una vez Máximo Gómez y José Martí, en la noche de la paz transitoria, se vieron distanciados. Pero esto no pudo ser mal incurable. Al vislumbrarse en el horizonte de la desventurada Cuba la proximidad del nuevo día, la ocasión de luchar de nuevo, ambos próceres se compenetraron en el culto libertador y en la decisión de precipitar la guerra emancipadora. El Apóstol comprendió cuánto importaba poner en las manos del caudillo de Palo Seco y Guásimas la dirección del movimiento armado. Y harto demostró que estaba Martí en lo cierto la obra gloriosa realizada en la contienda de 1895 a 1898 por el General en Jefe del Ejército Libertador.

   “A diferencia de lo ocurrido respecto de otros de sus héroes, caídos en el fragor de la pelea, el pueblo cubano tuvo la dicha inefable de contar al Generalísimo en el seno de los vivos al tiempo de brillar el astro de la victoria. Cuando estuvo rendida la jornada postrera, libre Cuba del yugo colonial, el viejo campeón se consagró con juveniles entusiasmos a la reconstrucción del país, lo mismo en lo económico que en lo político, sobre las bases indestructibles de la concordia, el amor y la virtud. No fue ambicioso de poder, ni permaneció indiferente a la marcha de los problemas vitales de la República, cuya constitución definitiva colmó de júbilo su corazón. Y sirviendo así, con fervor y grandeza, los intereses de Cuba, se hallaba al ocurrir su muerte, el 17 de junio de 1905, en el Vedado, en la capital de la nación que lo exaltó como a uno de sus varones excelsos.”

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