sábado, 23 de julio de 2016

Del Remolcador a Ayotzinapa





Los crímenes de la dictadura de los hermanos Castro han permanecido por décadas cubierto por una cortina de intereses, mezquindades y compromisos ideológicos, por  lo que estuvo muy acertado el disidente cubano Leonardo Rodríguez Alonso cuando se preguntó desde su natal Camajuaní si los muertos también tenían privilegios. 
Días antes Rodríguez Alonso había comentado  la justa difusión que habían tenido los desaparecidos de Ayotzinapa y lo importante del reclamo de que se hiciera justicia a tan horrendo crimen, a la vez que evocaba el trato diferente que medios internacionales y los propios cubanos,  le han concedido a las victimas del remolcador 13 de marzo, 37 personas, incluido diez menores de edad, asesinados por decisión expresa del régimen castrista.
La inquietud de Leonardo se sostiene sobre fundamentos sólidos, porque a la vez que elogia la persecución y necesaria sanción a los asesinos de los estudiantes mexicanos, afirma que en Cuba y el mundo, se conoce quienes fueron los verdugos de las victimas del remolcador, crimen autorizado por Fidel y Raúl Castro, y que a pesar de ese conocimiento, ni los autores materiales o intelectuales han recibido sanción por ese asesinato en masa ocurrido el 13 de julio de 1994 al norte de la bahía habanera. 
El propio dictador en jefe, Fidel Castro, reconoció públicamente su complicidad en el crimen cuando se preguntó, ¿Qué vamos a hacer con esos trabajadores que no quería que les robaran su barco, que hicieron un esfuerzo verdaderamente patriótico? ¿Qué les vamos a hacer?
Sin dudas el crimen mayor que ha cometido la dictadura cubana contra personas que han intentado abandonar el país ha sido el del Remolcador, pero lamentablemente no es el único, hay una larga lista de atrocidades similares, como el relacionado con el barco XX Aniversario que navegaba por el rio Canimar, Matanzas, con cerca de un centenar de personas cuando fue secuestrado por tres jóvenes, la reacción de las autoridades no fue negociar sino atacar, el barco fue ametrallado, embestido por otra embarcación hasta que se hundió.
Rescataron once personas con vida, del agua sacaron diez cadáveres, el resto de los pasajeros pereció en el casco sumergido,  al igual que ocurrió con las víctimas del remolcador. 
Otro suceso que confirma el deprecio a la vida humana de parte de las autoridades cubanas, tuvo lugar en la marina de Barlovento, conocida en la actualidad como Hemingway, una noche de enero de 1962, un grupo de 29 personas abordaron una embarcación para huir del país, ignoraban que la seguridad del estado, al tanto de la fuga,  había colocado una pesada cadena en la misma salida del canal y situado en el mismo lugar una nave de la marina que abrió fuego indiscriminadamente contra ciudadanos indefensos, murieron cinco personas, los sobrevivientes fueron condenados a 20 años de prisión.
Estos crímenes y otros similares, son las más de las veces ignorados por el pueblo de la isla como consecuencia del férreo control de la información, además, por el apreciable desinterés, la desidia de muchas personas,  en conocer lo que ocurre más allá de la puerta del lugar donde reside, máxime,  si ese conocimiento está asociado en alguna medida con la política.
Mientras que el individuo no asuma conciencia ciudadana el régimen contara con absoluta impunidad. El sujeto tiene que considerarse parte de la comunidad y asumir que lo que ocurre en su entorno en alguna medida le afecta.  
Hay que reconocer que la dictadura ha sido exitosa en crear una masa de subordinados que cumplen las ordenes que les imparten  sin que importen las consecuencias, sin embargo, cuando la masa cesa en sus funciones, sus componentes asumen actitudes de egoísmo extremo y se comportan mezquinamente, sin considerar que el desamparo que sufre el amigo o el vecino es una realidad que también le amenaza. 
Un régimen como el de los hermanos Castro combate violentamente a quienes se les enfrentan y demanda obediencia absoluta a quienes aceptan integrar su servidumbre. 
El siervo es sujeto de la voluntad del amo, y por desgracia muchas veces se percata de esa realidad, cuando sus intereses son afectados, en ese momento reclama solidaridad, grita que todos somos hermanos, que debemos ayudarnos los unos a los otros, por lo que hay que preguntarle qué hiciste, que dijiste,   cuando hundieron el remolcador o la dictadura cometió uno de sus muchos crímenes. 


Pedro Corzo
Periodista
(305) 498-1714

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