viernes, 8 de julio de 2016

La Montaña



NO DESCANSARA EN PAZ, HASTA LA LIBERTAD DE CUBA

VIVIRA ETERNAMENTE MAS ALLA Y MAS ALTO QUE LA MONTANA.

Dr. Santiago Cárdenas.

Hay gestos, acciones y creaciones que se sintetizan con el individuo que los generó, eso fue lo que ocurrió con Manuel Villanueva cuando compuso una canción que con el tiempo se convirtió en un himno para los presos políticos cubanos.  
La canción, contaba Villanueva, nació en Presidio. Anteriormente en La Cabaña, había compuesto “ Yo los he visto partir”, inspirada en los gritos finales de hombres que enfrentaban la muerte con el grito de Viva Cuba Libre y Viva Cristo Rey, dice que los escuchaba desde la galera, sentía la descarga de fusilería más que oírla, y le aplastaba la detonación del tiro de gracia.
Villanueva compuso La Montaña en una celda del reclusorio de Isla de Pinos. Cuenta Tomas Fernández Travieso que la escuchó  infinidad de veces y que siempre la sintió suya,  como ocurrió como el resto de los presos.
La Montaña, es una exaltación a los hombres y mujeres que luchan por la libertad. Tributo a los que perdieron la vida en esa trascendental encomienda y un voto de fe en la causa que interpretaban. Un sentir que  testimonia en particular el párrafo  “cuando un día suba yo la montaña y en la cima nos volvamos a ver, será entonces cuando el sol amanezca, flotará una bandera y podamos volver.” 
Villanueva sin pretenderlo, se convirtió en un emblema para los presos. Encarnaba la amistad sincera fundamentada en un profundo amor a Cuba, y un compromiso concreto de seguir honrando las convicciones que lo llevaron a la cárcel y por la que muchos de sus compañeros ofrendaron sus vidas.
Su compañero de interpretación Raúl Pérez Coloma, “El Queso”, le precedió en la partida. Ambos serán siempre recordados porque aun en los momentos más difíciles, Villanueva con el violín y Raúl con el acordeón, cuando ambos instrumentos escapaba de las requisas, entregaban un mensaje de entereza moral y de firmeza ante el enemigo. 
Sin importar lo cruel del trabajo forzado, las golpizas de los jenízaros de la dictadura, la dinamita en los túneles de las circulares, celdas de castigos o huelgas de hambre, ellos, al igual que otros de una estirpe muy especial, ayudaban a sus compañeros a combatir la desesperanza y sobreponerse a los tiempos en que nadie escuchaba.  
“El  Villa” como le recordaran siempre sus amigos, junto a su violín,  forma parte fundamental de la memoria del Presidio, como lo son la guitarra de Ángel de Fana y las  navidades de Jorge Guzmán Chaple y Alejandro Moreno Maya, al igual que las canciones de Mario Fajardo.
Villanueva fue un poeta de gran sensibilidad. Ganó en el destierro dos premios de poesía. Sus obras le sobrevivirán, en particular, las que compuso en los diez y seis años que permaneció enrejado por combatir el totalitarismo.
La Cabaña, donde fueron fusilados tantos cubanos ha dejado de ser paredón para convertirse en centro de recreo y lugar en el que la dictadura celebra una feria con libros que pasan la censura oficial.
El Reclusorio de Isla de Pinos  no existe. Es un lugar desolado, en ruinas, aunque en sus paredes están las huellas físicas y morales de los miles de hombres que pasaron por circulares y edificios por defender la libertad y los derechos de todos los cubanos.
El próximo año se conmemoran 50 años del cierre del Reclusorio de Isla de Pinos.
Miles de los que fueron identificados con cinco números, Villanueva fue el 29756, han partido sin subir la montaña, aunque siempre se esforzaron por cumplir esa meta, no podrán estar en  la rememoración, otros,  quizás se vayan antes del aniversario, pero sin importar los que queden físicamente,  el ejemplo, el sacrificio de todos,  permanecerá más allá de los resultados, porque el camino del deber,  es siempre el más difícil.


Pedro Corzo
Periodista
(305) 498-1714

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