miércoles, 5 de octubre de 2016

El pesar de la pobreza.

                                Aimée Cabrera.



En estos momentos el área del Caribe sufre una de las grandes tragedias de la década: el huracán Mathew de alta intensidad y con un movimiento que lo convierte en casi estacionario, por tanto más destructivo.
La televisión cubana seleccionó el canal de más teleaudiencia para llevar a toda a población los pormenores del quehacer en las provincias de Santiago de Cuba y Guantánamo una vez que el centro del fenómeno atmosférico se acercaba a República Dominicana y Haití con una extensión descomunal cuyas lluvias llegaron a sentirse en países bastante distantes.
El lunes el centro, conocido como “ojo” pasó por un punto de Haití para salir al mar y entrar por un punto ubicado en la provincia de Guantánamo. Los pronósticos coinciden en que saldrá por el norte de la misma provincia cubana cuyos habitantes nunca habían conocido los embates de un ciclón.
Se trabajó para albergar a miles de personas y que hubieran las menores pérdidas en todo cuanto debe permanecer al aire libre. Brigadas de todas las provincias y hasta el presidente de la nación se personaron en Guantánamo pero el parte del lunes en la noche fue estremecedor, Mathew con un movimiento muy lento y vientos de 180 km/h llegó a tierra cubana, qué edificación en Cuba aguanta esos vientos sostenidos y rachas superiores.
Recordé personas muy humildes que fueron entrevistadas por los periodistas y la fragilidad de los albergues era notable. Los niños sonreían, hablaban con sus padres o jugaban a las barajas. La inocencia no tiene percepción del peligro.
Los adultos muy agradecidos de los esfuerzos por guarecerlos pero cuantos saben que perderán lo poco que tienen. Aún en Cuba hay familias que no se han podido reponer de las pérdidas ocasionadas por huracanes como el Sandy en Santiago de Cuba en el 2012 o los tres terribles huracanes del 2008: Gustav, Ike y Paloma mal recuerdo hasta para  quienes solo fueron “tocados” por sus bandas de nublados.
Soy honesta con mis impresiones y eso preocupa sobre manera a quienes desean prohibir que un grupo de personas digan qué sucede pero tengo que aceptar el reto, por qué para qué tantos hoteles y centros modernos para recaudar si la población no tiene segura la vivienda donde reside.
Cuba no se puede quejar, es bendecida, esta no es una zona de tsunamis ni de grandes sismos o tornados que no avisan, el huracán desde que se detecta en el mar, aún sin ser una depresión ya es seguido y estudiado y se pueden hacer pronósticos  y saber más o menos por donde será su recorrido con días de antelación.
Entonces, por qué dejarlo todo para última hora. Es sorprendente la cantidad de personas que están orando por personas de otras islas, por cubanos que no conocen, a los de Oriente les tocó ahora, a quienes les tocará más adelante, a la temporada ciclónica le  quedan casi dos meses para culminar. Más de cincuenta días de incertidumbre, octubre y noviembre son bien recordados por huracanes que han hecho daños enormes.
No es una cuestión puramente de solidaridad, es de emergencia para casi todos los cubanos. Los huracanes tienden a ser cada vez más severos y no se garantiza la reparación sistemática de edificios y viviendas, cómo pueden, aunque sean muy fuertes soportar los vientos de casi 200 kilómetros por hora o más, Solo imaginar que el Mathew hubiese atravesado la Habana como a Guantánamo o que sus fuertes áreas de lluvias o vientos pasaran cerca de la capital cubana.
En estos momentos (comienzo de la madrugada del miércoles) los vientos y las lluvias se apoderan de un territorio cuyos moradores temen por sus vidas, Dios quiera que nada suceda pero lo que sí tendrán que afrontar daños y pérdidas considerables, esas que no se priorizan para edificar cada vez más hoteles, marinas y centros turísticos que compiten con los más modernos del mundo.  



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