sábado, 3 de diciembre de 2016

ADIÓS A UN MITO REVOLUCIONARIO


Anna Ayuso


El fallecimiento a los 90 años de Fidel Castro, aunque previsible, ha dado la vuelta al pla­ neta. Desaparece uno
de los líderes que han esculpido el siglo XX. Desde una pequeña isla del Caribe frente a la costa de la primera potencia mundial, el ca­ rismático comandante de la revo­ lución construyó un relato épico de resistencia al imperialismo he­ gemónico y quiso cambiar el rum­ bo de la historia. La experiencia de la revolución cubana vino marca­ da por su lucha frente al Goliat de Estados Unidos, desde donde se intentó derrocar el régimen y se impuso el embargo y otro sinnú­ mero de sanciones buscando el aislamiento político en el bloque occidental y particularmente en América Latina, como medida te­ rapéutica frente al virus del comu­ nismo.
El bloqueo fue determinante de la alineación del Gobierno de Fi­ del Castro con el bloque soviético opuesto al bloque capitalista occi­ dental. En el contexto de la guerra fría, la difusión internacional de la revolución cubana y el sistema so­ cialista fue una constante de la po­ lítica exterior cubana como parte del ADN revolucionario que se ex­ tendió al apoyo de la liberación de los pueblos coloniales en África. Ello dio lugar a la aparente para­ doja de que, a pesar del intento de aislamiento político del régimen revolucionario, Cuba adquirió un protagonismo internacional y re­ gional muy por encima de su peso económico y demográfico. Tam­ bién a un alto coste para los cuba­ nos.
En América Latina se dio en pa­ ralelo el ascenso y la caída dramá­ tica de los gobiernos de Perón en Argentina y de Allende en Chile y otras fracasadas experiencias de movimientos populares. Una par­ te de la izquierda latinoamericana adoptó la forma de guerrilla mili­ ciana frente a gobiernos autocráti­ cos de la región y recibió el apoyo
A. AYUSO, investigadora sénior del Cidob
DESMOND BOYLAN / AP
El juicio de la historia
Homenaje. Un hombre porta una foto de Fidel en uno de los típicos triciclos, ayer en La Habana, poco después de conocer su muerte
de Cuba, como ocurrió en África con las guerras de liberación. La herencia de esas experiencias de lucha armada no fue exitosa. Si bien en África aún hoy se reconoce el apoyo cubano a los movimien­ tos de liberación, en América Lati­ na, en cambio, tras el fin de las dic­ taduras de los años setenta, la ma­ yoría de los países transitaron hacia democracias liberales. La excepción fue el triunfo de la revo­ lución sandinista en Nicaragua, que no llegó a consolidarse, en buena parte por la intervención estadounidense.
Con la consolidación de la de­ mocracia en la región vino el aban­ dono paulatino de los grupos de lucha armada o su marginaliza­ ción, con excepción de las FARC en Colombia, que paradójicamen­ te han negociando los acuerdos de paz en La Habana. Cuba sufrió un doble aislamiento al caer el bloque soviético y perder su apoyo, y un empobrecimiento debido a un
modelo de desarrollo dependiente de la financiación soviética. En lu­ gar de transitar hacia una reforma del modelo socialista, Fidel Castro se atrincheró y abocó a la isla al pe­ riodo especial, con consecuencias
La generación de Sierra Maestra debe dar paso a una nueva que busque su legitimidad en el futuro y no en el pasado
dramáticas para la calidad de vida de la población y con un endureci­ miento de la persecución de la di­ sidencia política que dañó la ima­ gen del país en los movimientos de izquierda en el mundo y especial­ mente en la Europa postsoviética.
Pero la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela en 1998 y el giro a la izquierda de varios países
de la región (Argentina con Kirch­ ner, Brasil con Lula, Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Correa o Daniel Ortega en Nicaragua) dio nuevas alas al régimen. Gracias a la bonanza económica por el aumen­ to de los precios de las materias primas y sobre todo el petróleo de Venezuela, Cuba pudo sustituir sus antiguos lazos económicos y políticos con nuevos aliados estra­ tégicos. El impulso de la agenda bolivariana por un grupo de pre­ sión de gobiernos del socialismo del siglo XXI devolvió a Cuba a la primera línea política en la región. Se trataba de difundir la idea de una nueva revolución que cons­ truyera un nuevo socialismo alter­ nativo a la socialdemocracia libe­ ral. El motor era el petróleo vene­ zolano, que subvencionó al país con 100.000 barriles diarios a cambio de servicios médicos. Eso se acabó, y el régimen cubano de nuevo tiene que reinventarse.
El relevo de Fidel Castro por su
hermano Raúl en el 2008 agilizó reformas económicas y políticas eufemísticamente denominadas actualización del modelo. En plena crisis venezolana, el inicio del des­ bloqueo con Estados Unidos pare­ ció una tabla de salvación que el régimen presentó como un triunfo del pueblo cubano y el reconoci­ miento del error por parte de Washington.
Ciertamente, las medidas del presidente Obama no han supues­ to cesiones aparentes del régimen, pero la muerte de Fidel es un sím­ bolo de un final de etapa en el que la generación de los revoluciona­ rios de Sierra Maestra deberá dar paso a una nueva que debe buscar su legitimidad en el futuro y no en la historia. Para lo bueno y para lo malo, el inmovilismo ya no es una opción. La muerte de Castro y la elección de Trump en Estados Unidos abren una nueva etapa de incertidumbre que no puede ser un regreso al pasado.

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