lunes, 9 de enero de 2017

EL PAIS DE LAS VACAS SAGRADAS

Por: Lcdo. Sergio Ramos




Tras la muerte del tirano Fidel Castro se ha destapado una fuerte represión contra los opositores, que este pasado año alcanzó la cifra record de 9,351 detenciones arbitrarias.  Los extremos llegan hasta la crueldad de los absurdos, cuando el régimen no solo reprime la libre expresión, sino impone sentimientos al pueblo oprimido.
La prohibición paso de lo sublime a lo ridículo cuando obligó a los trabajadores a ver el entierro del dictador so pena de cárcel si se negaba, tal como ocurrió en el caso de Darío Pérez Rodríguez en Holguín y Carlos Alberto González Rodriguez en Camajuaní, Villa Clara, y otros más a lo largo y ancho de la isla. 
Por otro lado, prohibieron las fiestas, carnavales,  actividades religiosas festivas, o que las personas simplemente cantaran o escucharan música en sus celulares y hasta una sonrisa inocente al pasar el féretro. 
Peor aún lo fue el caso del artista Danilo Maldonado, conocido como ‘El Sexto’ al expresar su repulsa al régimen pintando un par de marranos con los nombres de ‘Fidel’ y ‘Raúl’. Hecho por el cual lo encarcelaron y al igual que los antes mencionados opositores.
Resulta que en Cuba criticar a los jerarcas de la alta cúpula gobernante es un delito. Según el artículo 204 del Código Penal de Cuba establece que: “El que públicamente difame, denigre, o menosprecie a las instituciones de la Republica, a las organizaciones políticas, de masa, o sociales del país o a los héroes y mártires de la Patria, incurre en sanción de privación de libertad  de tres meses a un año o multa de cien a trescientas cuotas”. 
Y es que a los considerados “héroes” de la “Revolución” advienen a un estatus privilegiado de intocables  Vacas Sagradas, cuya reverencia y culto es impuesto a un pueblo que tiene amordazada su libertad de expresión y ahora, para colmo, hasta su libertad de sentir. 
La razón por cual los tiranos, sobre todo los de corte totalitario, intencionalmente buscan ser  venerados y tenidos como vacas sagradas, está en el miedo que le tienen al despertar de aquellos a quienes oprimen. El difunto dictador lo tuvo; ahora el tirano sucesor y su allegado séquito lo tienen en demasía. 
Desde los mismos comienzos de la toma del poder por el castrismo, se desplegó en el país un aberrante culto a la personalidad de Fidel Castro, al punto de transformarlo en un “dios”. En todos lados estaba su foto, en todos sitios su nombre, todos los periódicos repletos de sus citas y de alabanzas y pleitesías. Todo igual a lo que se hizo en la URSS con Stalin, o en China con Mao, o en Alemania con Hitler, o en Italia con Mussolini, o como hoy día lo hacen en Corea del Norte con Kim Jong-Un. 
Nada nuevo, los dictadores buscan  divinizarse para amedrentar y aturdir con su fabricada aureola, a los pueblos que someten. Los faraones se hacían los dioses ante el ancestro pueblo egipcio. Los emperadores romanos se vendían como divinidades ante el pueblo de Roma.  Los reyes y hasta algunos dictadores, lo fueron “por la gracia de Dios”. 
El hacerse “sagrados” le dan el don de poseer la única verdad y la potestad absoluta de castigar el pecado de la “irreverencia” por la crítica a sus actos y la desobediencia ante sus dictámenes. 
Luego de la muerte de Castro, el seudo-parlamento cubano emitió una ley para regular el uso de la figura del fallecido tirano, que a la larga es un medio para controlar las críticas y sátiras  que pudieran hacerse de él o para evitar que un buen día un valiente ciudadano escriba un ‘grafiti’  al pie de su foto o de su estatua destacando la verdad innegable de sus nefastas cualidades: ‘Tirano’, ‘genocida’, ‘asesino’, ‘esbirro’, etc., etc., etc.
Al fin y al cabo, los pueblos no tienen que rendir pleitesías a sus opresores, pues aquel que le priva la libertad a un pueblo no merece respeto, sino repudio. No se les venera, sino se les enfrenta.   No se les obedece, sino se les combate. 
San Juan, Puerto Rico, a 8 de enero de 2017 



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