Los viajes a Cuba se han puesto de moda, no solo viajan los jóvenes que quieren conocer sobre sus raíces, o los que hace poco viven en Estados Unidos, y viajan -que dicen que- a ver a su familia.
Pero ahora está de moda, que los que hace más de 50 años, que abandonaron la isla en busca de libertad, y ya no tienen familiares a quien visitar en la isla, viajen a Cuba, y lo peor de todo, es que regresan a Estados Unidos, hablando maravillas y diciendo lo bien que la pasaron.
Comentando este fenómeno con una amiga, me dijo, que yo debería viajar a Cuba, para que viera lo bien que me iba a sentir, ya que me iba a encontrar en mi país, entre los míos, y a disfrutar todo lo que Cuba tiene que ofrecer.
A lo que le contesté, el caso es que yo disfruté de Cuba, cuando si tenía algo que ofrecer, cuando era el Paris de las Américas, la ciudad que no dormía, cuando sus calles estaban limpias y florecían los negocios, cuando no había edificios en ruinas a mi alrededor, cuando una economía pujante, la había situado en unos de los países más desarrollados de la América, cuando el peso cubano valía dos centavos por encima del dólar, cuando no faltaba el agua, ni habían apagones, y los autos último modelo, llenaban las calles de La Habana.
Como voy a sentirme bien entre los míos, dije, si fueron los que me hicieron irme de Cuba, los que me gritaban, gusana, vende patria, pedían paredón, y nos decían a voz en cuello váyanse. Cuando no podía expresar mi opinión so pena de cumplir años de cárcel, cuando no podía ir a orar a un templo, cuando la intransigencia de un gobierno, tornó la familia cubana en enemigos unos de otros.
Como voy a sentirme bien, visitando el vecindario donde crecí, cuando los vecinos dejaron de ser nuestros amigos, para convertirse en chivatos de poca monta, que vigilaban constantemente nuestros pasos, estado listos a denunciarnos a las autoridades por el menor comentario negativo.
Como voy a sentirme bien, mirando la destrucción de la casa que mis padres construyeron y que el gobierno comunista nos robó, mirando la suciedad de las calles habaneras, la falta de higiene, el aire viciado que asfixia por los malos olores, mirando las jóvenes paseando por el malecón, con el propósito de vender por unos pocos dólares sus cuerpos a los turistas de turno.
Como me voy a sentir bien, teniendo que soportar, que me hablen bien de un sistema, que me robó, mi juventud, mis ilusiones, que no me dejó crecer ni desarrollarme en mi país, y que mi hijos no pudieron nacer en mi mismo suelo, ni educarse en mi misma escuela, ni criarlo en mi misma cultura, un régimen que despojó a mis padres de todos sus años de trabajo, y que separó la familia.
No, estimada amiga, no puedo ir a Cuba, no lo resistiría, el recuerdo de los sufrimientos y las vejaciones a manos de los comunistas, que todavía gobiernan en Cuba, serian más poderosos que el deseo de visitar el lugar donde nací.
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