lunes, 16 de abril de 2018

Cumbres Borrascosas





Hemos adoptado un Plan de Acción para fortalecer la democracia representativa, promover una eficiente gestión de gobierno y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales
Declaración de Quebec2001.

Que hacen los gobiernos de Cuba, Nicaragua y Bolivia en la cita de la capital peruana para celebrar la Octava Cumbre de Las Américas, si los promotores de estos acuerdos ratificaron el compromiso antes expuesto en encuentros sucesivos.
Este selecto club hemisférico, Presidentes y altos funcionarios gubernamentales, se reúnen periódicamente para coordinar actividades  y contraer compromisos en los que se promueven derechos, oportunidades de desarrollo y justicia,  enunciados  que muy pocas veces son observados  por los propios firmantes.
Al parecer algunos de los que suscriben esos acuerdos suelen tener mala memoria, que junto a la trama de intereses compartidos y la convivencia gubernamental, hace que en muchos de ellos, los principios y valores que proclaman, sean ocultados en el rincón más oscuro de sus respectivos despachos.   
Hay un sinnúmero de acuerdos y declaraciones altisonantes producidas en estas Cumbres como fue  la Carta Democrática Interamericana, aprobada precisamente en Lima en el 2001, y obviada por muchos de los signatarios como hizo José Miguel Insulza cuando con la complicidad de los gobiernos del hemisferio violaron principios de la OEA al aprobar el reingreso de  Cuba a la entidad en el 2009, situación que se repitió  el pasado año cuando la mayoría de los países miembros de esa entidad se negaron a reconocer la realidad venezolana, pese a que la situación de ese país se expuso ampliamente y que muchos ex presidentes y varios en ejercicio, una actitud con muy pocos precedentes, condenaban severamente lo que ocurre en el país sudamericano.
El texto de la Declaración de Principios suscrito por los Jefes de Estado y de Gobierno, presentes en la Primera Cumbre de las Américas, 1994, refería “Los Jefes de Estado y de Gobierno elegidos de las Américas estamos comprometidos a fomentar la prosperidad, los valores y las instituciones democráticas y la seguridad de nuestro Hemisferio”, un compromiso negado cuando la dictadura castrista fue invitada a participar en la Séptima Cumbre de Panamá donde el presidente Barack Obama se reunió con el déspota dinástico Raúl Castro a pesar que enfurecidos paramilitares de la dictadura insular agredieron violentamente a quienes protestaban pacíficamente por la participación del cacique castristas en el encuentro. 
Los sucesos de Panamá es posible que se repitan en Lima si las autoridades peruanas no actúan firmemente contra los sicarios del régimen de La Habana que ha prohibido la salida de la isla de activistas pro democracia  que fueron invitados a participar en foros paralelos, aunque no pueden hacer lo mismo con esa pléyade de cubanos exiliados que viajaran desde diferentes lugares para denunciar los abusos de la dictadura y para expresar su solidaridad con los demócratas venezolanos.
En verdad la cumbre partió con un paso en falso cuando en uno de sus documentos se señaló, “Por primera vez en la historia, las Américas son una comunidad de sociedades democráticas”, una bochornosa mentira porque Cuba estaba sometida a la dictadura de los Castro hacía 35 años y  Haití era el escenario de la Operación Defender la Democracia, una intervención militar que procuraba sacar el país del caos que enfrentaba.
Las Cumbres de las Américas al igual que las Cumbres Iberoamericanas de Jefes de Estado y de Gobierno han aportado muy poco al desarrollo económico, pero todavía menos al fortalecimiento de la democracia y la justicia que merece todo ser humano, en realidad son espectáculos de los soberanos de la democracia, porque aunque resulten electos por el voto popular, la mayoría cuando accede al poder se comporta como monarcas todopoderosos que buscan perpetuarse en sus respectivos gobiernos  y tomar decisiones que le favorezcan a ellos y sus partidarios.
Sin embargo se debe reconocer que esta Cumbre tiene una diferencia importante con las anteriores al no invitar a Nicolás Maduro. Impugnar al autócrata venezolano es una muestra de hidalguía sin precedentes en un ámbito en el que prima la doble moral, la que persistirá mientras los dictadores, sin importar ideologías,  participen en estos conclaves.




Pedro Corzo
Periodista
(305) 498-1714

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