viernes, 12 de abril de 2019

En la historia de Cuba

4/11/19

 
A publication of the Cuban Studies Institute
 
Note: An English version of the following article can be found in the Institute's Webpage: cubanstudiesinstitute.us
En la historia de Cuba, en un día como hoy…



Trágica muerte de un judío cubano
 
11 de abril de 1935

Tras la revolución de 1933 en Cuba, el gobierno militar de Fulgencio Batista ejecutó a un joven de 19 años. Fue la primera y única vez en la historia de la isla que un judío cubano había sido juzgado sumariamente por un tribunal militar, y ejecutado.

Aunque acusado de actividades terroristas, el único delito de Jaime Greinstein fue oponerse al régimen militar de Batista.

Como muchos de su generación, Jaime quedó cautivado por la "Revolución de 1933". Aunque de corta duración (1933-34), la revolución tuvo un impacto tremendo, les dio a los estudiantes universitarios el sabor del poder y los catapultaron a la vida política. Se creó una conciencia entre los estudiantes y la población en general sobre la necesidad, así como la posibilidad, de un cambio rápido y drástico; debilitó la dominación extranjera de la economía, y abrió nuevas oportunidades a varios sectores nacionales, que hasta el momento no habían podido obtener una mayor proporción de la riqueza nacional debido a la presencia y el control de españoles y estadounidenses. Además, se aceleró la participación del estado en la gestión de la economía y se dio un nuevo impulso al aumento de la mano de obra organizada.

En los años siguientes, la generación de 1930, como se conocía a los revolucionarios que ostentaron el poder en el 1933, experimentó los duros efectos de la política de poder de Cuba. Los universitarios que apoyaron a Grau esperaban el comienzo de una nueva era de moralidad y cambio. Ellos aprendieron mejor.

Dominada por el ejército, la vida política de Cuba volvió a la corrupción y las viejas formas del pasado. Para gobernar Cuba, Batista eligió como aliados a muchos de los viejos políticos expulsados del poder. Individuos oportunistas y sin escrúpulos asumieron importantes posiciones.

La corrupción continuó, la represión y el terrorismo florecieron. Los años de lucha y sufrimiento parecían en vano.

La juventud cubana se sintió desilusionada y frustrada. La mayoría abandonó su idealismo y encontró consuelo en empresas profesionales y de negocios. Algunos partieron hacia tierras extranjeras, para nunca regresar a su trágica isla. Otros aceptaron ideologías radicales, como el comunismo o el fascismo. Varios, sin embargo, rompieron con su pasado y compartieron el botín del nuevo gobierno. Deseando continuar luchando por su revolución frustrada, muchos organizaron o se unieron a partidos políticos o grupos que defendían las ideas de la revolución. Unos pocos usaron la violencia para oponerse al nuevo régimen.

Uno de los grupos que esperaba mantener viva la tradición revolucionaria y oponerse al ascenso de los militares era “Joven Cuba”, dirigido por Antonio Guiteras, ex ministro del Interior en el gobierno revolucionario de Grau. Guiteras fundó una organización clandestina, que reunía a estudiantes y jóvenes radicales y alienados. El grupo continuó las tácticas de violencia urbana tan exitosamente empleadas en el pasado.

El régimen de Batista, con Carlos Mendieta como su presidente titular, reaccionó brutalmente.   Los estudiantes fueron perseguidos y arrestados.  Algunos escaparon a los Estados Unidos.  El mismo Guiteras fue apresado mientras intentaba salir de Cuba y asesinado el 9 de mayo.  Jaime también trató de escapar, pero fue capturado por los militares.  Con la intención de dar un ejemplo y aplastar a la oposición, un tribunal militar lo condenó a muerte, sin apelación. Fue ejecutado en la provincia de Oriente el 11 de abril de 1935.

Jaime pertenecía a una familia judía que había emigrado de Polonia a Buenos Aires a principios de siglo.  Con la esperanza de llegar a los Estados Unidos, se mudaron a Cuba en 1909.  Allí nacieron dos niños y dos niñas.  Cuba fue hospitalaria con los extranjeros, se alentó la inmigración. La vida tropical fue agradable, sin los duros inviernos de Argentina y la fuerte competencia de miles de migrantes de Europa.

Pero la vida política de Cuba también era turbulenta. El establecimiento de una dictadura liderada por Gerardo Machado a principios de la década de 1930 tuvo una sociedad polarizada. La vida económica se agrió tras la depresión mundial. El desempleo se incrementó, la miseria aumentó. Estudiantes y jóvenes lideraron una revuelta contra Machado, participaron en la revolución de 1933, y muchos continuaron luchando después del final de la revolución.

Jaime fue catapultado a la vorágine de la política revolucionaria de Cuba. Pocos en la pequeña comunidad judía participaron en el proceso político de Cuba.  La mayoría había venido al “paraíso tropical” en busca de una vida mejor, para escapar de las dificultades de Europa, las hambrunas y la discriminación.  Jaime creció entre estos judíos europeos que emigraron del viejo continente. Sin embargo, él era diferente.  Inquieto, idealista, amaba a su patria, y sentía un compromiso para mejorar la vida en Cuba. Era joven, comprometido, y lleno de esperanza para el futuro.

El 13 de febrero de 1935, le escribió a su padre: “Ni Cuba ni la revolución podrán nunca quejarse de hombres como yo”.  “He sufrido" hambre, persecución, cárcel, pero ese es el precio que tenemos que pagar”.  Días antes de su ejecución, le escribió a su prometida: “Me lancé a la odisea de los sufrimientos de las personas, ahora estoy sufriendo”.

Lejos de sus padres y su familia en La Habana, trató de demostrar su inocencia.  Pidió al tribunal militar que llamara a varios policías para declarar que estaba dormido cuando la policía vino a arrestarlo, pero no se llamó a ninguno.  En cambio, dos policías que nunca había conocido lo acusaron de actividades revolucionarias. “Soy inocente” proclamó hasta el final de su vida, “y es una injusticia, están a punto de matar a un hombre inocente”.  Justo antes de su ejecución se lamentó: “Lloro en silencio, es triste ir hacia mi muerte sabiendo que soy inocente”.

Jaime Greinstein era el hermano de mi madre. Su vida y su muerte trágica tuvieron un profundo impacto en mi vida.  Crecí compartiendo la tristeza y el resentimiento de mi madre por el ejército cubano y particularmente por Batista.  A fines de la década de 1950, también me involucré en la política cubana, me uní a la clandestinidad contra la dictadura de Batista (1952-1958), escapé de Cuba en 1958, y regresé después del fin de Batista.

Es triste y difícil escribir sobre un tío que admiré, pero nunca conocí.  Todo lo que queda de él es una pequeña caja con sus cartas y el recuerdo de su trágica muerte.




*Jaime Suchlicki es director del Instituto de Estudios Cubanos, CSI, un grupo de investigación sin fines de lucro en Coral Gables, FL. Es el autor de Cuba: De Colón a Castro y más allá, ahora en su quinta edición; México: de Montezuma al ascenso del PAN, 2ª edición, y de la recientemente publicada Breve Historia de Cuba.

(Este artículo fue publicado originalmente en el Miami Herald, 29 de diciembre de 2011)
 
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