viernes, 9 de agosto de 2019

LA CUBA QUE SIEMPRE ANDA CONMIGO

 
Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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Cuba no es dominio privado de nadie en particular. No es mía ni es tuya. Es de todos sus hijos, los buenos, los regulares y los malos.
Esta mañana me he levantado con vocación de filósofo. Algo muy común en los hombres a quienes Dios nos ha concedido el privilegio de andar un camino largo. No quiero hablar de terroristas fanáticos, tiranos sanguinarios o políticos corruptos. Eso lo hago en mis artículos de todas las semanas del año y, con toda probabilidad, lo haré la semana que viene si me lo concede el que todo lo determina y todo lo puede. Hoy voy a hablar de mí mismo sin caer en la frivolidad de torturarlos con mi biografía. Voy a compartir con ustedes los ideales, pensamientos y principios que dan sentido e impulso a mi mundo íntimo.
Salí de Cuba a finales del mes de noviembre de 1960. Como la mayoría de los cubanos que salimos por aquellas fechas pensé que mi ausencia sería breve. La realidad de los intereses mezquinos, las traiciones solapadas y la indiferencia generalizada me demostrarían que estaba totalmente equivocado. Para un mundo indiferente y egoísta, los cubanos habíamos puesto al tirano y teníamos la responsabilidad de liquidarlo. Como Pilatos, los supuestos aliados "se lavaron las manos".
Nosotros, sin embargo, no tenemos ese privilegio ni podemos caer en la indignidad de abandonar a nuestra patria. Trabajar por su libertad tiene que ser nuestro primer pensamiento de cada mañana. No importa si el calendario nos niega la probabilidad de volver a verla. El amor a la patria es algo similar a la fe religiosa que ni se ve ni sea toca, pero existe y se siente.
A mayor abundamiento, el verdadero patriotismo, como el verdadero amor, se manifiesta sin condiciones, sin exigencias y sin egoísmos. El único objetivo de ambos sentimientos ha de ser el bienestar de la patria y la felicidad del ser amado. Para servirla no es necesario pisar su tierra. Por mi parte, no he regresado a Cuba porque no quiero ser testigo de su destrucción y de su envilecimiento. Tampoco pongo como condición para luchar por su libertad mi posibilidad de regresar a ella en un futuro de libertad.
Me vienen a la mente en este momento los versos de un patriota cubano de cuerpo entero a quién traté en forma esporádica pero cuya dedicación me sigue estimulando hasta el día de hoy. En unos versos que tituló ¿Volver?, el abogado camagüeyano Emilio Cosío escribió:" Solo pueden volver los que se han ido/Y en suelos del destierro han sepultado/recuerdos, anhelos y pasados…¡Yo no puedo volver, yo no me he ido !" Como Cosío, yo no tengo que volver a Cuba para amarla y servirla porque ella siempre anda conmigo.
Por otra parte, no he creído jamás que, aunque la ame con todas mis energías, Cuba es mía sino que yo soy de ella. Una madre que me abraza y conforta sin pedirme nada a cambio. Cuba no es dominio privado de nadie en particular. No es mía ni es tuya. Es de todos sus hijos, los buenos, los regulares y los malos. Como creo en milagros, estoy seguro que un día muchos saldrán del error que ha hecho posible esta horrible pesadilla de 60 años.
Y cuando esos compatriotas se arrepientan de su maldad, sus bajezas y sus cobardías nos reuniremos todos en la construcción de una nueva nación cubana fundada sobre el pensamiento de Félix Varela, la compasión de José Martí y la hidalguía de Antonio Maceo. La noche habrá quedado atrás y disfrutaremos todos de un nuevo amanecer de libertad.
Pero ese amanecer de libertad tiene con contar con una buena dosis de pragmatismo. Quienes de verdad quieran a Cuba tienen que aceptarla tal como es y, de ahí en adelante, contribuir a su mejoramiento. En vez de aferrarnos a nuestra Cuba ideal tenemos que trabajar con una Cuba real. Porque la historia no da marcha atrás y nadie puede recrear el pasado. La única constante es el cambio. Un cambio que nosotros no controlamos sino que en gran medida nos controla a nosotros. Quienes se opongan a ese cambio estarán obstruyendo el camino de nuestra redención como pueblo y nuestra restauración como nación.
Pero nada de lo que he dicho significa que soy de los tontos que proponen un "un borrón y cuenta nueva". Como el gran patriota y martiano que fue en vida Carlos Ripoll digo--y cito de memoria--que "nadie tiene derecho a perdonar los agravios infringidos a otros sino los recibidos por nosotros mismos". Y la odiosa tiranía castro comunista ha agraviado a todos los cubanos. De ahí que para los responsables de esa tiranía no exista perdón posible.
Además, cualquier perdón generalizado e indiscriminado sería una traición imperdonable a los millares de presos y mártires que han regado con sangre, sudor y lágrimas el surco de nuestra libertad. Por eso creo en una transición sin venganzas siempre que vaya acompañada de una justicia sin excepciones. Porque sin justicia no hay nación que sea capaz de prosperar y perdurar.
Cierro con la esperanza de haber contribuido, aunque sea en forma limitada, al  diálogo que debemos sostener los cubanos a la hora de reconstruir a nuestra maltratada y oprimida patria.

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