jueves, 28 de noviembre de 2019

HAY QUE MATAR AL PERRO PARA ACABAR CON LA RABIA.

 
HAY QUE MATAR AL PERRO PARA ACABAR CON LA RABIA.
Alfredo M. Cepero
Director de www.lanuevanacion.com
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Además, la historia demuestra que los totalitarismos de izquierda no son derrotados con palabras sino con balas.
Durante más de 60 años la tiranía de los hermanos Castro ha subvertido el orden mundial con la complicidad activa de la izquierda y ante la indiferencia suicida de la derecha. La mano tenebrosa de este binomio diabólico ha estado detrás de las subversiones populares, las rebeliones políticas y las guerrillas comunistas en los cinco continentes del mundo. Resulta, por lo tanto, inconcebible que esta pesadilla alucinante haya perdurado por tanto tiempo y que nadie haya tomado la iniciativa de ponerle fin.
Porque las iniciativas tomadas en el curso de este tiempo han sido todas inútiles y cosméticas. Ninguna ha ido al grano de arrancar desde sus raíces ese árbol del mal que todavía florece y da frutos en La Habana. De esos frutos se alimentó antes y se alimenta todavía una jauría rabiosa integrada por Manuel Marulanda−alias "Tirofijo"−Lula da Silva, Salvador Allende, Francisco Caamaño Deñó, Maurice Bishop, Hugo Chávez, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Evo Morales y Rafael Correa. El limitado espacio de este artículo y la paciencia de mis lectores me impiden hacer una lista exhaustiva.
Ahora bien, la realidad irrefutable es que ni la expulsión de la OEA, ni las transmisiones de Radio Martí, ni el timorato embargo norteamericano, ni la amordazada Ley Helms-Burton fueron capaces de detener la subversión desenfrenada de la tiranía cubana. Porque a los miserables no se les amenaza, se les ataca. Además, la historia demuestra que los totalitarismos de izquierda no son derrotados con palabras sino con balas. Y que aún después de derrotados se niegan a aceptar la derrota.
La prueba la tenemos en la subversión generalizada, sistemática y simultánea que desestabiliza en estos momentos a varios países del Continente Americano. Porque, cuando se lucha contra fanáticos no se puede creer en casualidades. Por eso estoy convencido de que los progresos de la democracia y del capitalismo en Brasil, Colombia, Chile, Ecuador y Perú actuaron como detonadores para que una izquierda fracasada se lanzara a las calles con el  objeto de obtener por la subversión lo que no son capaces de lograr con los votos.
Hace sólo un par de semanas, el Gobierno del Ecuador expulsó de su territorio a 382 miembros de la misión "médica" cubana sospechosos de participar e instigar las protestas "populares" de inicios de octubre en el país suramericano. Una medida similar fue tomada por el Gobierno de Chile con la expulsión de 30 emigrantes cubanos que estaban en ese país de forma ilegal, con su visado de turismo vencido o debido a su supuesta participación en las manifestaciones violentas que se han registrado en las últimas semanas en ese país.
Pero el caso de Chile es quizás el más significativo y el de mayor peligro para la democracia en la región. Este es el país donde la tiranía castrista sufrió su mayor derrota cuando el General Augusto Pinochet derrocó a Salvador Allende para salvar a su patria del comunismo el 11 de septiembre de 1973. Es el país donde el capitalismo y el libre mercado−promovidos por Pinochet y su equipo−crearon una de las más sólidas y prósperas economías de la América Latina. La Cuba miserable y tiránica resiente el Chile próspero y demócrata que le hizo morder el polvo de la derrota por partida doble. De ahí la actual alianza de las dictaduras de Cuba y Venezuela con los comunistas chilenos.
A finales de octubre, más de UN MILLÓN de personas se agolparon en la céntrica plaza de Santiago utilizando como pretexto el descontento hacia la desigualdad social y pedir la renuncia del presidente Sebastián Piñera. Por su parte, fuentes de Inteligencia policial en Chile confirmaron la participación de ciudadanos cubanos y venezolanos en las manifestaciones de ese país y el diario chileno La Tercera reveló que ciudadanos extranjeros participaron en los ataques al Metro de la capital chilena donde 118 estaciones resultaron incendiadas. Y según la Cruz Roja Chilena, el saldo de estos disturbios ha sido de 20 personas muertas, 2,500 heridas y más de 3,000 detenidas.
Lamentablemente, Sebastián Piñera no parece darse cuenta de la magnitud del reto o carece de la fortalece de carácter para tomar las medidas drásticas necesarias para someter a los vándalos y hacerse respetar por sus militares. Por ejemplo, no parece contar con la obediencia de las instituciones armadas. Cuando el presidente declaró que Chile se encontraba bajo un "estado de guerra", los altos mandos militares lo negaron. Cuando hace unos días trató de sacar el ejército a las calles los militares le pusieron resistencia.
Y en el último acto de debilidad, accedió a convocar una convención constituyente para apaciguar a sus enemigos redactando una Constitución Nacional que sustituya a la aprobada en 1980. Lo irónico es que los comunistas no estuvieron satisfechos y le exigieron la renuncia. Con ello, me temo que Chile se encuentra en peligro de dar un salto mortal al pasado.
Por su parte, Bolivia está siendo objeto de la furia comunista por haber puesto fin al régimen oprobioso de Evo Morales. Desde La  Habana se ha dado la orden de asesinar a la presidente interina Jeanine Áñez. El Gobierno de Áñez pidió la semana pasada a los funcionarios de Venezuela que abandonen el país y acusó a Cuba de avivar los disturbios, tras detener y luego liberar a cuatro funcionarios de la "misión médica" de La Habana en ese país. Estos cuatro cubanos fueron encontrados con una mochila con 700.000 bolivianos, equivalentes a 100.00 dólares, que según las autoridades locales servirían para financiar disturbios en Bolivia.
Continuando con el tema, el 21 de noviembre le tocó el turno a Colombia. Bajo la denominación Paro Nacional Colombia 2019, ​ se llevaron a cabo una serie de movilizaciones sociales en varias ciudades del país​ que fueron convocadas por sectores opositores al gobierno del Presidente Iván Duque. ​Alrededor de 250 mil personas salieran a las calles en una de las marchas más grandes de la historia de Colombia. Acto seguido, el presidente colombiano ordenó el toque de queda en la capital del país. Desde "tirofijo" hasta Juan Manuel Santos, Colombia ha sido víctima por 60 años de la subversión castrista.
Con menos algarabía pero con el mismo peligro es la situación que se presenta en Brasil con la excarcelación de Luís Inacio Lula da Silva, el "Maquiavelo" brasileño aliado de Fidel Castro en el contexto del Foro de Sao Paulo. Los facinerosos de La Habana y de Caracas invierten recursos en el hostigamiento del conservador Jair Bolsonaro. De hecho, Nicolás Maduro celebró la semana pasada la violencia que aflige a los países del continente, calificándolo como un éxito de los movimientos izquierdistas agrupados en el denominado Foro de São Paulo.
Pero los más culpables de este terremoto político han sido los Estados Unidos con su política tradicional de ignorar los problemas en su propio traspatio. Los totalitarismos de izquierda no se derrotan con programas del "Buen Vecino" ni de la "Alianza para el Progreso", meras políticas de cataplasma donde era necesaria y urgente una cirugía total. Aunque los peores fueron Kennedy, Carter y Obama, ninguno de los presidentes norteamericanos, desde 1959 hasta la fecha, se tomó el trabajo de "cortar por lo sano".
En cuanto a Donald Trump, aunque ha tomado algunas medidas acertadas, todavía es muy pronto para emitir un juicio definitivo. Ahora bien, si quiere promover una paz verdadera y perdurable en el continente tiene que dejar de dar prioridad a Venezuela y empezar por La Habana. Sin la maldad y la represión de los esbirros cubanos en Venezuela se acabaría Maduro en muy poco tiempo. El refrán español dice :"Muerto el perro se acaba la rabia".  En el caso de nuestro continente "Hay que matar al perro para acabar con la rabia" Y ese perro se llama Raúl Castro.
11-26-19

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