viernes, 24 de enero de 2020

Exige justicia

Madre cubana exige justicia por fallecimiento de su hijo en prisión

Reydel García Otero murió hace un par de años, pero Delia Otero no quiere descansar hasta encontrar culpables
Delia Otero; madre;
Delia Otero (Foto de la autora)
LA HABANA, Cuba. – “Todos ellos dicen la misma frase ‘Nos ponemos en su lugar’ y yo les contesto ‘Aquí en mi lugar no se puede poner nadie’, dice Delia Otero, madre de un recluso enfermo y muerto el 23 de enero de 2018 en circunstancias aún no aclaradas.
“Yo vi morir a mi hijo y él no merecía morir y menos en esas condiciones”, dice. Nadie puede sopesar el dolor con que carga esta mujer.
Reydel García Otero lleva muerto un par de años y Delia Otero no quiere descansar hasta encontrar justicia. Mientras, para el Ministerio del Interior, la fiscalía y los Servicios Médicos este caso está cerrado.
“De la muerte de mi hijo nadie tiene la responsabilidad”, dice Delia Otero, pero más bien sería “nadie quiere asumir la responsabilidad”. Su dolor la ha llevado a comprender que “este es el país de la mentira, en el que no hay justicia porque la vida de un ser humano no se paga con una sanción administrativa”.
Reydel García Otero, recluso de Valle Grande, murió a los 30 años de edad por un “supuesto catarro”. Su madre todavía recuerda cuando llegó al hospital Salvador Allende, La Covadonga, y le dijeron que su hijo había llegado con “15 de presión, con los pies cianóticos, con un paro respiratorio. Todo el tiempo estuvo en coma, entubado, ventilado, con un shock séptico extremadamente crítico”, hasta que falleció a las 2 y 35 de la madrugada, tras cinco paros respiratorios y con manos, pies y orejas necrosados.
Reidel García Otero había estudiado contabilidad en la escuela Amistad Cubano-soviético y trabajaba desde los 18 años en la carpintería militar que todos conocen como “la Gaspar de la Yuri”. Su delito fue, junto a otros carpinteros, hacer trabajos “por fuera”. De nada le sirvieron los avales de buena conducta que dieran el director de la UBFECP y la sección sindical de donde trabajaba.
Otero cuenta que hace una semana la llamaron de “corre corre” de la Plaza de la Revolución “para darme los resultados del proceso y todo fue una burla. La sanción que les pusieron a los militares y a las enfermeras no sé cuál fue. Pero a los médicos, entendí que ellos querían hacer una especialidad y les quitaron esa posibilidad.  Se comprobó que no fue intencional”, y ni los resultados de la supuesta investigación que hicieron los Servicios Médicos del MININT ni las sanciones le fueron dadas por escrito.
“¿Tú crees que a estas alturas una persona se pueda morir por neumonía bacteriana, por un catarro, con medicamentos que yo llevé y que no se lo dieron?”, sigue su análisis la mujer, que no quiere aceptar que su hijo quizás fue sometido a algún tipo de tortura. Tampoco se explica cómo es que fue a parar a 100 y Aldabó, a una celda de castigo.

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