viernes, 6 de marzo de 2020

¡De Baracoa se han olvidado!


En la ciudad, considerada por sus propios habitantes como “el fin del mundo”, no terminan los problemas del transporte
Pasajeros esperan en las afueras de la terminal de Baracoa (Foto del autor)
SANTIAGO, Cuba. – “¡De Baracoa se han olvidado!”, exclamó Carlos mientras esperaba un medio de transporte en una pequeña terminal a la salida de la ciudad de Guantánamo. Entretanto, sacaba de su billetera 10 CUC para ofrecerlo a cualquier vehículo que pudiera llevarlo hasta la “Ciudad Primada”.
“Ya no se acuerdan de que Baracoa existe, ni siquiera transporte tenemos y solo nos queda ofrecer dinero a los carros que pasan. Vivo en el mismo Guantánamo pero tengo un familiar enfermo allá, por lo que tengo que ir y virar casi todas las semanas y eso se convierte en un infierno. (…) he visto a muchos ofrecer hasta 30 dólares por que los llevaran. No hace mucho un grupo de jóvenes de Bayamo (…) tuvieron que pagar cada uno 40 dólares a una guagua que pasó, un precio demasiado loco (…) yo no llego hasta allá”, dijo a CubaNet quien, junto a una veintena de personas, llevaba alrededor de cuatro horas esperando.
Otros refieren que no se trata de un hecho circunstancial sino que siempre el transporte hasta Baracoa ha sido “un tormento”. Sin embargo, la situación ha empeorado por la crisis energética.
“Los camiones (…) han tenido que hacer otras rutas porque no tienen combustible y solo están saliendo uno o dos, y no todos los días  (…) nos la hemos visto gris, yo misma intenté irme ayer y tuve que regresar para mi casa (…) creo que hoy tendré que hacerlo igual”, comenta una señora que también espera en el lugar.
En la terminal de ómnibus de Guantánamo informan algunos que no aparecen ómnibus. Se habla de contrabando de pasajes realizado por los mismos empleados del lugar, lo cual ha contribuido al empeoramiento de la situación.
“Hace un tiempo uno tenía la opción de coger una guagua de (la empresa estatal)  Viazul, que vale como 12 CUC, pero ahora eso es imposible porque entre la gente normal (cubanos) que van y los extranjeros esa guagua tampoco da abasto. La otra opción es un camión que viene de Santiago de Cuba, que cobra 10 CUC, pero que se va desbordado de personas, incluso viajan de pie las cuatro horas de viaje (hasta) Baracoa y a mí, por lo menos, me aterra la idea de subir La Farola en esas condiciones”, dijo la misma mujer.
Llegar a la primera villa fundada por los españoles en la Isla siempre ha sido un tema preocupante. Las únicas vías de acceso fueron la aérea y la marítima hasta que en 1965 se terminó la construcción del viaducto La Farola, conocido por ser la carretera más peligrosa del país debido a los treinta kilómetros de incesantes curvas entre montañas.
Otro acceso a la ciudad es la carretera de Moa-Baracoa, que conecta Holguín con Guantánamo, aunque esta obliga a pasar por terraplenes casi intransitables y más inseguros.
Ya estando en Baracoa, considerada por sus propios habitantes como “el fin del mundo”, no terminan los problemas del transporte. Salir es otra Odisea.
La urbe cuenta con una terminal interprovincial. Una multitud de pasajeros se aglomera en los pasillos y rincones de la pequeña instalación.  Luego del paso devastador del Huracán Matthew en 2016 fue iniciado un proyecto de ampliación y reparación capital que jamás fue concluido.
Desde allí, los destinos con mayor demanda son La Habana y Matanzas. Le siguen Guantánamo y Santiago de Cuba, este último antes contaba con un ómnibus diario, pero desde hace unos meses se limitó a días alternos.
Camila, una baracoense que estudia en la Universidad de Oriente, en Santiago de Cuba, nos dijo que cada quince días regresa a Baracoa para visitar a sus familiares.
La joven trata de hacer sus viajes en ómnibus, no obstante, en ocasiones le ha resultado imposible, teniendo que aventurarse en lo que aparezca:
“Esta vez pude conseguir ida, pero no regreso porque, según los de la agencia, no había nada de aquí a Santiago, aunque sabemos que sí hay. Lo que pasa es que esos pasajes son reservados para los que den cinco o seis dólares por encima a los trabajadores de la terminal y las agencias. En fin, ayer me anoté en lista de espera para la guagua de Guantánamo que sale hoy, a ver qué pasa”, dijo Camila con resignación. Ella cuenta, además, sobre otros inconvenientes como las demoras en las salidas de los pocos ómnibus que existen y las constantes roturas que sufren los viejos vehículos con los que cuenta la ciudad.
“Estoy en la terminal desde las tres de la mañana para coger la guagua de las cinco. Como a las cinco y media salió una trabajadora a decir que había retraso, pero que casi llegaba la guagua (…) pasaron las horas y nada (…) como a las nueve, el jefe de turno también salió ofreciendo disculpas por la demora. Nos dijo que la guagua había llegado ponchada en la noche y el taller no tenía corriente (electricidad) (…) aun así ya casi son las once y todavía estamos esperando.”
La crisis del transporte ha golpeado fuerte la economía de la localidad. La villa, con poco más de 500 años de fundada, sobrevive gracias al turismo, aunque el número de visitantes se reduce cada vez más.
Armando, un hombre que vende agua de coco, fundamentalmente a turistas extranjeros, se reconoce entre los afectados: “cada vez son menos los turistas (…) cada año que pasa se pone más difícil la situación. Aquí todos vivimos del turismo (…) si no llegan más visitantes (…) seguiremos olvidados”.

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