¿A la vuelta de la esquina?
El régimen cubano estaría preparando las condiciones para programar apagones masivos en el sector residencial
LA HABANA, Cuba. – El cubano de a pie, agobiado por las limitaciones que las autoridades han impuesto con motivo de la pandemia del coronavirus, y por las interminables colas que se forman para adquirir cualquier artículo de consumo, siente que de un momento a otro pueda sobrevenir un fastidio aún mayor: los apagones masivos en sus hogares.
Una máxima muy recurrente entre nosotros reza que “Cuando el río suena es porque agua trae”. Y ese sonar del río son las reuniones efectuadas por los jerarcas del sector eléctrico y energético, en las que se ha informado de un consumo de electricidad en la primera quincena de abril muy por encima de lo previsto, fundamentalmente en el sector residencial. Por supuesto, todo en el contexto de la permanencia de toda la familia en los hogares como parte de la batalla contra el coronavirus.
Dan risa los “consejos” de Teresa Amarelle Boué, secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC), y de Ulises Guilarte de Nacimiento, secretario general de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), acerca de la hora en que las amas de casa deben elaborar los alimentos, de cómo planchar las ropas, o la manera en que debemos tomar agua para que nuestros refrigeradores no gasten tanta corriente. Nos vienen a la mente las “enseñanzas” de Fidel Castro, quien al final de su mandato intentó mostrarle a la familia cubana cómo utilizar los efectos electrodomésticos, como parte de la pomposamente denominada “revolución energética”.
Una reciente reunión que sostuvo Raúl Castro con los principales dirigentes del país, de la que solo se mostraron imágenes sin audio, y acerca de la cual la prensa escrita no se ha pronunciado, ha despertado la suspicacia en la población. Algunas personas estiman que en el misterioso cónclave se pudo haber evaluado la posibilidad de comenzar a programar los apagones.
Para nadie son un secreto los problemas afrontados últimamente por el gobierno cubano para adquirir el combustible, elemento necesario, entre otras cosas, para generar la energía eléctrica que precisa el país. Ya a mediados de 2019, en un discurso ante la Asamblea Nacional del Poder Popular, el presidente Díaz-Canel anunciaba que había habido un déficit en la importación de combustibles. Una situación que se vio agravada hacia el mes de septiembre, cuando la escasez de combustible diesel puso en aprietos la vitalidad de varios sectores de la economía, entre ellos el transporte público.
Por otra parte, el coronavirus ha provocado la caída de la demanda de petróleo a escala internacional debido a la paralización productiva en muchas naciones, entre ellas las grandes consumidoras de ese recurso. Por tal motivo, los precios del petróleo han bajado ostensiblemente, con la consiguiente afectación para los países productores, muchos de ellos agrupados en la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
Ante tal circunstancia, la OPEP acordó el pasado 9 de abril que sus miembros, entre ellos Venezuela, redujeran su producción con vistas a evitar un desplome mayor del precio del combustible a nivel internacional. Una reducción que en algunos casos pudiera representar hasta un 23% de los barriles diarios a producir.
Y he ahí donde el acuerdo de la OPEP podría perjudicar a los gobernantes cubanos. Porque Nicolás Maduro, obligado a cumplir con las disposiciones del cártel petrolero, no tendría tanto combustible para tirarle la toalla a sus aliados ideológicos de La Habana.
Imagínense ustedes: con pocos alimentos, casi sin artículos de aseo, largas colas, sin transporte público, y también con probables apagones. ¡Peor que en los años noventa!
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