La imposible hermandad
“Somos un solo pueblo”. “Ellos son nuestros hermanos de la otra orilla”. “Cubanos somos todos, los de acá y los de allá”. ¡Pamplinas! La sociedad en la que viven ellos es tan diferente a esta en la que vivimos nosotros que tal hermandad resulta imposible. No es que seamos diferentes; es que somos antagónicos.
Además, ellos, los que son mayores, aplaudieron y aun aprueban el despojo de gente como nosotros, el asesinato de gente como nosotros, las humillaciones a que fueron sometidos gentes como nosotros, el prolongado encarcelamiento sin haber cometido delito alguno de gente como nosotros, y les inculcaron a sus hijos y nietos la justificación de esos desmanes. Los menos culpables, por puro oportunismo y cobardía, nada hicieron para contrarrestar el odio contra el exilio que se les inculcaba a sus hijos en la escuela.
¿Cómo es posible considerar hermanos a personas que intentan negarnos hasta la condición humana? ¿Acaso no nos llaman “la gusanera de Miami”? ¿Han dejado de llamarnos “escoria”?
Esa gente no cree en lo que nosotros creemos ni nosotros en lo que ellos creen; si es que creen en algo. ¿Recuerdan al cantante que llegó aquí con ínfulas de estrella y cuando no logró alcanzar el estrellato regresó a Cuba cantando loas a quien llamó “el comandante de mil batallas”? El Matasanos de la Salsa no desvariaba; es uno de ellos y ellos creen en esa monserga; consideran un guerrero invencible a quien apenas ha combatido en un par de escaramuzas disparando a trescientos metros con un fusil de mira telescópica, al que no se atrevió a entrar en el cuartel Moncada, al que huyó abandonando a sus hombres en Alegría de Pío, al que pasó casi todo el tiempo que duró la guerrita esa que ellos llaman “epopeya” escondido en el Alto de La Plata, lo más recóndito de la Sierra Maestra.
Ellos creen en eso y en muchas otras cosas. Creen que el asesinato de miles de personas fue una muestra de justicia y que es lícito apoderarse de los bienes ajenos; que el Che Guevara es un héroe, Silvio Rodríguez un poeta, Tony de la Guardia un narcotraficante que traicionó la confianza que Fidel depositó en él y Teófilo Stevenson un gran boxeador; que el servir de mercenario al Imperio del Mal es “la gloria que se ha vivido”; que no es hipocresía el nunca decir lo que se piensa ni creer en lo que se dice; que quienes se marcharon de un país donde no se les respetaba eran traidores.
El punto de partida de esta “descarga” fueron las palabras de un actorcito cuyo nombre pocos recordarán, pero sí el título de una película en la que fue coprotagonista, la cual recibió aquí una aceptación muy por encima de sus méritos. Hablo de Fresa y Chocolate y de Vladimir Cruz.
En una entrevista aparecida en El País, el socialero diario español, el tocayo de Lenin dice que “Miami es una ciudad sin alma”. La Habana de hoy sin duda tiene alma; alma de jinetera. La que fuera nuestra bella capital ha sido convertida por esos que algunos llaman “hermanos” en una ciudad emputecida, ruinosa, apestosa y cochambrosa, poblada por gente fea, vulgar, hipócrita, ladrona, agresiva y al mismo tiempo cobarde; gente que siempre nos odiará porque no puede dejar de envidiarnos.
Al finalizar la década de los años 50’ del siglo pasado, cuando los cubanos comenzaron a llegar aquí en masa, Miami no era “un pueblo de campo” como dicen algunos. Era un gran polo turístico, uno de los mayores de Estados Unidos, pero no lo que es ahora, no la metrópoli que ha llegado a ser impulsada por esa laboriosidad y espíritu empresarial que antes había llevado a Cuba a ser parte de la vanguardia del ámbito iberoamericano.
Antes de la llegada masiva de los cubanos, Miami no podía compararse con la ciudad que era nuestro orgullo. Hoy, si se les compara, La Habana queda como un charco de agua sucia.
¿Alma? El alma de la nación cubana somos nosotros, tocayo de Lenin. Ustedes no son más que envidia y mala leche. Como yo no soy habanero, sino un muchacho criado en un batey de ingenio del Valle de Nipe, te digo: nosotros somos el azúcar; ustedes, ni a bagazo llegan. Son pura cachaza.
Roberto Luque Escalona
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