martes, 9 de abril de 2024

Un día como hoy, abril 9, en nuestra lucha contra el castrismo.

Un día como hoy, abril 9, en nuestra lucha contra el castrismo.
 
Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.
 
Comparta estas efemérides. Gracias.
 
PROHIBIDO OLVIDAR.
 
1959
 
EI Tribunal de Guerra que vio la causa número 14 de La Habana con motivo de la rebelión en el Distrito Sur de Cienfuegos, dictó la siguiente sentencia: Alberto Rodríguez Hernández, 30 años; Servando Gómez Pérez, 20 años; Pablo Rodríguez Torres, 20 años; Pedro I. Gómez Ravelo, 15 años; Tomás V. Domínguez Gálvez, 8 años y José Neyra Saavedra, 2 años.
 
1960
 
Adalberto Cuevas Herrera, exmiembro del Ejército Rebelde es fusilado en La Cabaña. 
 
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El campesino y guerrillero Manuel Estévez Lugo es fusilado en el Central San Pablo de Zulueta, provincia de Las Villas. 
 
1962
 
Benito Angel de la Paz Cabrera, “Benitico” miembro del equipo acrobático de la policía motorizada de La Habana y alzado en el Escambray desde los primeros meses de 1961 es sorprendido por la milicia castrista en la finca La Estrella y asesinado. 
 
1963
 
Francisco Cruz González es fusilado en Camagüey. 
 
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Raúl Sánchez Hernández "Lalo", hijo del guerrillero anticomunista matancero Perico Sánchez, muere en combate contra las milicias en los llanos de Matanzas, su hermano Pedrito había caído también en combate dos días antes. En este combate también murieron el guerrillero Wilfredo Rodríguez Ojeda y cuatro milicianos castristas.
 
La siguiente información se obtuvo de Archivo Cuba.
 
Raúl se había unido inicialmente a la milicia de Castro, pero se desertó cuando su padre Pedro formó una banda guerrillera para oponerse al gobierno. Se ocultó durante dos años, sabiendo que sería ejecutado por desertor si lo encontraban, y finalmente se unió al grupo rebelde liderado por su padre, Pedro (Perico) Sánchez, donde también estaba su hermano Pedrito. Los aproximadamente 30 rebeldes se vieron rodeados por enormes fuerzas gubernamentales. Su hermano Pedrito murió y Raúl también murió combatiendo dos días después. Su cuerpo fue exhibido públicamente en una camioneta abierta, con altoparlantes proclamando su muerte, recorriendo su ciudad natal de Jagüey Grande y pasando frente a la casa de sus padres. Su padre, Perico, se negó a rendirse, pero también fue muerto más tarde.
 
1964
 
Los opositores Maricela Gago Rodríguez, Andrés Andrés Gago Rodríguez e Idalia Gago González naturales de Banes, Oriente desaparecen en el mar al intentar huir de Cuba donde eran perseguidos políticos. 
 
1965
 
Antonio Martínez Valladares es fusilado en Santa Clara, Las Villas. 
 
1967
 
Armando del Busto es fusilado en Guanito, Pinar del Río. 
 
1974
 
Una potente bomba colocada en la Embajada de Cuba en Madrid causó daños de consideración sin afectar al personal que allí laboraba.
 
1991
 
El opositor Osvaldo Morejón Cárdenas desaparece en el Estrecho de la Florida durante una salida clandestina.
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 7. Día y noche en un calabozo cubano.
 
(Resumen)
 
Autor: Ángel Santiesteban-Prats.
 
Cuando llegamos a la unidad policial de Aguilera me condujeron a los calabozos. Los guardias me sostenían por los brazos, casi iba a rastras. No tenía fuerzas, las dolencias me recorrían el cuerpo, pero sobre todo los golpes en las costillas hacían que me faltara el aire y era como un cuchillo que me hincaba una y otra vez. No quería gritar de dolor para no darles el gusto de verme sufrir, aunque las ganas no me faltaban.
 
Me bajaron al sótano del edificio. El mal olor avisaba la cercanía de los calabozos. Se abrieron varias rejas. Tenía los ojos cerrados, el malestar me nublaba la visión. Me dejaron sobre la cama de concreto de la celda. Me mantuve varias horas luchando por detener la respiración, cada vez que lo hacía sentía la punta del cuchillo lacerándome las costillas. Luego, lentamente, comenzó el alivio.
 
Un guardia me preguntó si iba a almorzar. Le dije que no. ¿Estás en huelga de hambre? Le respondí que sí. Se alejó y escuché que se lo informaba a su superior, mientras éste le precisaba que me hiciera entender que no le daba importancia. Dijo que así lo había hecho. Lo que no fue cierto, porque cuando le comuniqué mi decisión de no alimentarme, se quedó mirándome preocupado, muy preocupado.
 
Al rato pasó por delante de mi celda el fotógrafo Claudio Fuentes, a quien habían apresado conmigo. Lo llevaban a almorzar. Me saludó y en sus ojos vi la sorpresa de ver mi estado de calamidad con la camisa raída y ensangrentada.
 
En la noche, luego de negarme a comer, decidieron cambiarme de celda. Me unieron con Claudio. Nos dio tremenda alegría poder conversar. En la pared, en letras bien grandes, habían escrito: "Abajo Fidel. Vivan los Derechos Humanos". Esa noche casi no dormimos. La pasamos hablando de cine, fotografía, novias, literatura, historia, y de los sueños de justicia que ambos anhelábamos para Cuba.
 
A la mañana siguiente vinieron a buscarme para levantarme formalmente las acusaciones. Me hicieron dos causas: "Negarme a ser detenido", y "Daños". Expliqué los hechos como acontecieron, y dije que era una vergüenza flagrante que intentaran acusarme de algo que no hice, más bien los acusados deberían ser toda la tropa de abusadores que se presentaron como agentes de la Contra Inteligencia, perfecto nombre para esos represores y sicarios.
 
El "Instructor" apenas hablaba, sólo cumplía órdenes. Hizo su trabajo lo mejor que pudo, pues no accedí a cooperar con la injusticia. Les recordé que ellos eran los primeros que violaban la ley, que no me habían permitido mi llamada telefónica establecida por sus propias leyes. Se quedó callado, no sabía qué responder. Dijo que consultaría con los superiores y que luego me diría. Por supuesto, nunca más volví a verlo, y ni mucho menos recibí el permiso para hacer la llamada telefónica.
 
De vuelta al calabozo le conté a Claudio lo sucedido, y nos reímos para no llorar de rabia por cinismo gubernamental y sus injusticias. Un rato después vino un oficial a decirme que mi familia estaba en la unidad y que me traían utensilios para el aseo personal. Me preguntó si quería enviarle algún mensaje verbal. Le dije que le hiciera saber que yo estaba feliz y que me encontraba donde mi corazón me había llevado. El oficial me observó como si yo estuviera demente. Pensé que no le daría el recado.
 
Luego supe que sí se lo dijeron, y que entonces mi familia pudo confirmar que yo me hallaba allí. Aproveché para enviarles mi camisa rota y manchada con mi sangre. Pensé que quizá los guardias la sacarían de la jaba para no entregársela a mis familiares.
 
A ratos, Claudio y yo les recordábamos a los calaboceros que teníamos derecho a una llamada telefónica, y ellos nos respondían que sólo se les tenía permitido darnos comida y vigilarnos, pero que no había ninguna autorización sobre otros aspectos, que eso era potestad de la "Seguridad del Estado".
 
Mientras tanto, veíamos cómo se les autorizaba a los presos comunes llamar por teléfono cuantas veces quisieran. Como yo había podido pasar a la celda una tarjeta telefónica, se me ocurrió negociar con aquellos delincuentes que, si me hacían una llamada, les dejaba usar la tarjeta; y accedieron.
 
Pero cuando quise que avisaran mi pedido de hacerle foto a la camisa y la pusieran en internet, se mostraron nerviosos. Entonces hablé con uno que tenía puesta una fianza de 500 pesos, y su familia no tenía el dinero. Le dije que hiciera la llamada y que de parte mía dijera que le entregaran esa cantidad. Y al fin accedió.
 
Después de almuerzo liberaron a Claudio. Mientras recogía las pertenencias, entre ellas la cámara fotográfica, intentó tomarme una película asomado en el calabozo donde yo extendía la mano con los dedos índice y pulgar erguidos en forma de "L", como símbolo de libertad; pero el calabocero se percató de lo que pretendía hacer y se enfureció.
 
Luego que Claudio se marchó, sentí caer todo el peso de la soledad sobre mí. Algunos presos comunes me llamaban desde su celda. Uno de ellos, que conocía desde la niñez, me dijo que si aceptaba que él me pasara comida escondida. Le dije que no, que esa trampa me hacía daño a mí, porque socavaba mi decisión de permanecer en huelga.
 
De todas formas no entendió. Tampoco sabré nunca si era enviado por mis captores. Al rato trajeron un detenido por golpear a la esposa. Apenas hablamos, sospeché que podría ser un enviado de la "Seguridad del Estado".
 
Llamé al calabocero para que me permitiera asearme, pero me dijo que el recluso que no comía, no se le permitía nada. Al rato me quitaron la ropa y las sábanas. Aquella noche fría tuve que taparme los hombros apenas con el short. Luego trajeron a tres hombres negros, muy fornidos. Era evidente que estaban al servicio de la "Seguridad del Estado". Contaron sus falsas historias. Y yo les seguí el juego, pero aproveché para decirles todo lo que deseaba gritarles a mis captores.
 
Lo único que me decían era que me fuera del país, que "Dios le da barba al que no tiene quijada"; se burlaban porque yo podía estar afuera del país, que había viajado a los Estados Unidos, Europa, América, y mira donde me encontraba, que eso era cosa de loco. Y volvía a decirles y a ofenderlos con mis sentimientos. Mientras lo hacía se mantenían en silencio, y sentía que les dolía no poder callarme la boca a piñazos
 
En la madrugada llegó un "agente" de la "Seguridad del Estado". Le grité, desde mi celda, que no deseaba conversar con nadie, que lo único que podían hacer era volverme a golpear, pero que de mí no obtendrían ninguna conversación. El oficial entró a la celda luego de hacer salir a los reclusos. Entonces pensé que volverían a golpearme.
 
http://universoincreible.com/dia-y-noche-en-un-calabozo-cubano-por-el-escritor-angel-santiesteban-prats/
 


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