sábado, 27 de diciembre de 2025

Un día como hoy, diciembre 27, en nuestra lucha contra la tiranía castrista.

Un día como hoy, diciembre 27, en nuestra lucha contra la tiranía castrista.

Dedicado a aquellos que dicen que en Cuba no se combatió el comunismo.

Comparta estas efemérides. Gracias.

PROHIBIDO OLVIDAR.

1959

Sectores oficialistas dentro de los medios de información introducen “la coletilla” (madre putativa de la censura, nota aclaratoria, que acompañaba a las noticias que el régimen consideraba peligrosas ideológicamente, y que era impuesta, supuestamente, a nombre de los trabajadores del diario en cuestión) limitando la libertad de expresión y augurando represalias a quienes se oponían a los cambios totalitarios que paulatinamente se implantaban en Cuba. En el diario “Prensa Libre” fue donde primero se introdujo esa práctica.

1960

Una bomba de gran potencia hace explosión en las oficinas de la Compañía Cubana de Electricidad ubicadas en la avenida Carlos III en La Habana. Horas mas tarde se descubren dos bombas sin explotar en la Planta de Tallapiedra.

1961

Miembros del clandestinaje lanzan una granada contra la tienda por departamento Sears de la ciudad de Guantánamo, provincia de Oriente, causándole grandes daños. Todos los establecimientos de esta cadena norteamericana habían sido intervenidos por el régimen castrista.

1963

Gabriel Rivera Orta y Emilio Rivera Pérez mueren en combate contra las milicias castro-comunistas en la finca Cayama, Rancho Veloz, provincia de Las Villas.

1965

Luís Guerra es fusilado en Victoria de las Tunas, Oriente.

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Urbelo Guerra es acusado de colaborar con las guerrillas y de cometer sabotajes y es fusilado en Las Piedras, Victoria de las Tunas, provincia de Oriente. 

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LAS GAVETAS DE TRES MASÍOS

Por Alcides Martínez Calzadilla

En los meses finales del año 1957, me incorporé a los esfuerzos por derrocar al gobierno de Fulgencio Batista. Al año siguiente ya me encontraba trabajando en las actividades de apoyo y suministros a las fuerzas que se encontraban alzadas en el área.

Al triunfo de la revolución comencé a trabajar en el INRA. Tomó poco tiempo para darme cuenta que aquello no era lo que yo quería para mi país y me integré a la lucha revolucionaria democrática.

Militando en el Movimiento Demócrata Cristiano de Cuba, aun después del fracaso del 17 de Abril de 1961, continué trabajando en la creación de un pequeño foco guerrillero, pero en cuanto la tiranía lo detectó, lo aplastó. El territorio se convirtió en una Zona de «Operaciones Especiales» y se creó un verdadero infierno. El lugar se llama Arroyo Blanco; allá fueron llevados y torturados centenares de presos políticos.  Usaron profusamente los fusilamientos simulados; es decir colocar a los detenidos frente a un pelotón con todo tipo de armas y disparar sólo a los que iban matar; los que quedaban vivos casi siempre salían con las ropas manchadas de los restos de las cabezas y sangre de los que asesinaban. Cuando esto terminó, habían fusilado a 28 hombres y una mujer,  entre los fusilados se encontraba Carlos Campos Martínez quien cuando me detuvieron y fui  llevado a una prisión preventiva o de tránsito, la segunda noche, pasó frente a mi celda demacrado, con los dedos de la mano hinchados y ensangrentados, me los mostró y me susurró al paso: «La cosa ha sido muy dura, pero no tienes problema, no he dicho nada». Al día siguiente lo sacaron de nuevo y finalmente lo fusilaron.

A mí me llevaron para el «castillito», la sede del G-2 en Santiago de Cuba; el lugar había sido la residencia de alguna familia patricia santiaguera, creo que de los Bacardí, en fin, se convirtió en un eficiente centro de investigación, interrogatorios y tortura. Lleno de salones y habitaciones con paredes gruesas imitando a piedra, todo al estilo de una construcción medieval; en vez, de puertas había sólidas rejas; allí me confrontaron, por separado, con Pedro L. Piedra y Walfredo Corral Socias, este último era el responsable de acción del MDC en Guantánamo. En ambos casos teníamos una idea de quiénes éramos; habíamos sido alumnos del Colegio de La Salle de Guantánamo, en una etapa similar, de cuarto a sexto grado, pero no manteníamos amistad o contactos recientes. Me hicieron acusaciones muy graves, realizaron una pantomima de juicio y fui condenado a 10 años de prisión.

De la cárcel de Boniato fui trasladado a Isla de Pinos, en el mes de agosto de 1962. Allí nos sorprendió la «Crisis de Octubre», estando aún en los «pabellones de castigo» y cuando terminó, fui llevado para la circular 3, posteriormente estuve en la circular 1 hasta que poco antes de empezar el Plan de Trabajo Forzado me trasladaron a la circular 4, y me asignaron a la Brigada 76 del tristemente célebre «Bloque 19». Más tarde fuimos ubicados en el Edificio # 5.

Cuando el Plan de Trabajo terminó, fui trasladado a la Cabaña donde vino el nuevo ataque del régimen carcelario con el plan «progresivo» y querer darnos el uniforme de presos comunes, esto hizo que nos quedarnos en calzoncillos y así nos repartieron por provincias. Fui a parar a Boniato, de donde nos llevaron para unas granjas que albergaban presos comunes; una de ellas situada en el área de Bayamo llamada Tres Masíos y la otra en la zona de Manzanillo con el nombre de San Ramón. En ambas granjas había unas celdas de castigo que se encontraban fuera del perímetro o cordón, para un preso esto último tiene un componente psicológico muy inquietante, es estar como fugado y expuesto a cualquier barbaridad represiva.

Tres Masíos, fue quizás, la peor. Era un edificio rectangular, con techo y paredes de concreto. Dentro había seis «gavetas»; estos cubículos de pequeñas dimensiones estaban destinados a presionar o castigar a los presos, los hubo en varias prisiones, de diferentes tamaños y formas; verticales, horizontales, individuales y colectivos. Las gavetas de Tres Masíos daban a un pasillo de tres pies de ancho y medían siete pies de fondo, otros siete pies de altura y el ancho no llegaba a dos pies, tenían una puerta enrejada, reforzada con una plancha de metal, que se abría al pasillo; el techo también estaba enrejado. En esa cámara de tortura introducían hasta cuatro o cinco presos.  Uno se acostaba de lado y los otros permanecían de pie con las piernas abiertas a los costados del que yacía en el piso. En la pared del fondo había una pila de agua (sin agua) y debajo en el piso, a medio pie de la pared, un hueco que por supuesto nunca funcionó. Si tratábamos de orinar frente a las celdas, en el mejor de los casos, el hedor era insoportable; en el peor, se corría hacia dentro de la gaveta, donde siempre había un recluso acostado. Esto sucedió, en los primeros días, mientras nos quedaban algunos fluidos y sólidos por evacuar. Inimaginable. Lo más lejos que se podía tirar algo eran los tres pies al frente a la gaveta. La peste era insoportable y ni las manos limpias, En estas condiciones no era posible permanecer. Decidimos «plantar» hasta el final en una huelga de hambre. Nuestro objetivo era que nos llevaran a una cárcel de presos políticos.

La respuesta fue trasladarnos para la «caja de caudales» de San Ramón, esta celda era dos veces más ancha que las gavetas, con una plancha metálica con candado como puerta y el techo de concreto, tenía además la llave sin agua y el consabido agujero. Cabíamos los seis plantados sentados y acurrucados.

Las Gavetas de Tres Masíos

Pasados diez o doce días comenzaron a sacarnos amarrados a una de las garitas de observación, allí nos ataban a una cama de metal que tenían bajo la garita y los guardas nos abrían la boca, forzando una cuchara y con las rodillas de otro guarda en el pecho y estómago, nos apretaban la nariz para obligarnos a respirar por la boca; al final de este «ejercicio» y después de habernos hecho tragar alguna cantidad de sopa o caldo, nos retornaban, a la caja. De regreso lo vomitábamos todo, con los días el hedor era insoportable. En las condiciones en que estábamos, golpeados, sangrando por la boca, no podíamos tenernos de pie y nos manteníamos acurrucados en el piso, ya con mucho frío, a pesar de lo cerrado del edificio y de las bombillas enormes en el techo. Así fuimos, poco a poco, cayendo en un estado de delirio o algo por el estilo. Es decir desvanecidos, perdiendo la noción del tiempo.


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