martes, 30 de marzo de 2010

El unicornio azul se me murió


Roberto Giusti
El Universal / ND

Marzo 30, 2010
Los cubanos perdieron el miedo y cuando eso ocurre sobrevienen las verdaderas revoluciones.

No digo, ni creo, que se van a caer mañana en la tarde porque aún les resta mucho poder y cada día menos escrúpulos para infligirlo, pero cuando veo a Elías Jaua, hecho todo un basilisco, despotricando de “los azules” y confirmando la opción del desbarrancadero al negar cualquier posibilidad de “entregarse a la oligarquía”, es decir, conversar con Fedecámaras, siento que los abandona el oxígeno y corren hacia delante detrás de su propia perdición.

opinan los foristas

Hay que decirlo de una vez por todas, Chávez muere (Villalba, compadre, te aviso, es sólo una metáfora) en su ley, diciendo lo que piensa y haciendo lo que dice, en rabiosa y fiel reproducción de los más arcaicos dogmas del stalinismo castrista leninista o al revés, según y cómo usted lo mire. Toda una trágica reversión hacia un pasado que se alista a desaparecer por segunda vez, y ahora, seguramente, de manera definitiva.

Es un hecho perfectamente verificable que en Cuba, isla aislada del mundo exterior, está generándose toda una serie de movimientos de liberación, impensables hace sólo un par de años. Después de la caída del muro de Berlín y el derrumbe del comunismo soviético, Fidel Castro sometió su país a un “período especial” (hambre, miseria y represión redobladas) con el único fin de sobrevivir. Algo que lucía como un imposible que sólo fue posible cuando Hugo Chávez decidió lanzarle un salvavidas y así salvar de una muerte segura a la más terrible y prolongada dictadura que haya vivido el continente entre los siglos XX y XI.

Sobre los despojos del comunismo cubano Chávez intentó un renacimiento general y continental de la utopía y así quiso demostrar que el comunismo, en realidad, no estaba muerto sino de parranda, en el socializado Tropicana). Chávez conectó la senecta dictadura a los tubos de la abundancia petrolera y esa vida artificial le permitió a los Castro mantener su sistema político de opresión más allá de lo tolerable. Ahora las damas de blanco remueven las aguas estancadas de la revolución, desde el mismo partido comunista se oyen voces críticas y hasta Silvio Rodríguez canta que el “unicornio azul (ojo, Villalba, no es el del PPT) se me murió”.

Los cubanos perdieron el miedo y cuando eso ocurre, como ocurrió en la URSS, sobrevienen las verdaderas revoluciones, con su carga liberadora y democrática. Vistas así las cosas, Venezuela podría terminar convirtiéndose en el reducto final (junto con anacronismos como Corea del Norte) del comunismo. Pero eso no pasará porque la represión, el radicalismo y la censura desatadas en los últimos días son la demostración de la fragilidad y endeblez del gobierno. Y, además, porque Venezuela, ahora sí, es como Cuba.

rgiusti@eluniversal.com

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