sábado, 20 de marzo de 2010
Mis intentos de asesinar a Fidel Castro (en sueños)
Cubamatinal/ Desde niño sueño mucho - y hasta en colores -. Y me educó “la Revolución” desde la escuela para parvulitos hasta la universidad en que “la violencia es la partera de la Historia”, ” la única vía” de progreso es “la lucha armada” y poner bombas y balear chivatos y tiranos son deberes gloriosos.
Por Jaime Leygonier
La Habana, 20 de marzo/ CihPress/ Hollywood también contribuyó con sus “buenos que matan a los malos” para el final feliz, y Toho Films sustituyo a “los buenos” por los hábiles en matar.
No es extraño que en los años 90, en dos ocasiones, soñara con matar al dictador que se hizo Dios de mi patria, nos exigió en su altar el sacrificio de todos sus habitantes y se hizo grandilocuente origen de toda miseria y nudo gordiano de toda solución.
El soñaba que lo querían matar: Sólo una intensa actividad onírica explica que en sus discursos hablaba de 200 planes de asesinarlo que, de pronto, multiplicó a “más de 630″ sin que entendiéramos ese sobre cumplimiento de la norma - ? Entrarán en su contabilidad mis dos sueños?
Desde niño soñé despierto con grandes hazañas a lo película o a lo auto-propaganda de Castro. Sobre el cimiento de Superman, Batman y Sandokan, la dieta de películas soviéticas de guerra y de samuráis que tajaban a cien ayudaba a ser un buen revolucionario ansioso de probar su hombría.
Toda mi generación fantaseó con hacer atentados, poner bombas, derrocar el capitalismo y, en el poder, echar discursos a multitudes delirantes.
Soñé despierto con ser un guerrillero o un clandestino exitoso, es decir: con matar a muchos con causa justificada. A los 17 años andaba con el “Diario del Ché en Bolivia” bajo el brazo y hubieran podido mandarme a cualquier parte a matar, como hicieron con muchos jóvenes.
Ese machacón adoctrinamiento para la violencia es un gran obstáculo para la libertad de Cuba, su pueblo está educado en que sólo por las armas puede cambiar a la sociedad, no tiene armas y se siente impotente para derrocar a la dictadura militar que las tiene todas.
Comprender la idea de la lucha pacífica le resulta casi imposible.
Mientras el Gobierno calumnia a los opositores pacíficos como “delincuentes comunes violentos”, sigue adoctrinando en las aulas sobre las glorias de la lucha armada mediante la cual tomó el poder como botín de guerra que conserva solamente por las armas.
Recuerdo un pre-escolar (kindergarten) donde por la fecha del 2 de diciembre la buenaza maestra colocó en la pared una foto del yate Granma en que vino Fidel Castro para la guerra y abajo una mesita con pistolas, fusiles, cuchillos y granadas de juguete.
Fruto de esa educación, el ateísmo, y creerse sin futuro, los jovencitos sin fe en hacer revoluciones socialistas ni en derrocar la tiranía de Castro’s dejaron de pelear a puño y lo hacen a cuchilla y punzón; protagonizan agresiones de violencia absurda.
No los engañan, como a mi generación, con la esperanza de “un futuro luminoso en el comunismo” y sacrificar su presente heroicamente para ese fin; sueñan - !dormidos y despiertos! - en tener un teléfono celular, consumir, dinero fácil y emigrar para “la Yuma”: “Irme de la porquería ésta”.
La opresión engendra violencia, sufrir abusos cotidianamente hace que los hombres estallen y desahoguen su frustración atacando a otro. Casi que el único acto de libertad que puede permitirse un cubano es insultar y pegarle a otro - a veces su vecino, o su mujer y sus hijos.
Muchos han soñado con Fidel Castro, al despertarse apuntan a “la bolita”- la lotería clandestina cubana - el numero 1, “el caballo”. Por cierto si la policía deseara, que no desea, acabar con la bolita le bastaría con detener a los que tiene en la lista de los grupos fascistas que arrea a golpear e insultar opositores.
Listeros y banqueros son chivatos muy revolucionarios. Pero sin más digresión, mis atentados oníricos:
El primer sueño estaba yo en la oficina de una escuela - fui profesor - y entró Fidel Castro, quien no me vio y rebuscaba papeles en unas gavetas. Yo le apunté a la sien con un revólver y no me decidí a dispararle por miedo a que luego mataran a mis ancianos padres.
Conté mi sueño a un amigo quien me dijo: “No seas bobo, si matas al tipo, a tus padres los carga el pueblo en hombros y les dan tremendo homenaje”.
Años después se repitió el mismo sueño, Castro en la oficina no me veía y yo rebuscaba entre papeles de gavetas y en la mesa, un cuchillo, cualquier cosa que me sirviera como arma, no encontraba nada, y Castro salió, se fue.
Algunas lecturas de cristianismo deben haberme aflojado, porque el año pasado soñé por última vez con Fidel Castro:
Tocaron a mi puerta - me vi claramente en la sala de mi casa y en el parque de enfrente había un acto - abrí la puerta y allí estaba en su uniforme el Fidel Castro actual, decrépito, tembloroso, con Raúl Castro que lo sostenía por las axilas y que me dijo: “Ten, cuídamelo aquí un rato hasta que se acabe el acto, que yo estoy allá alante y vuelvo horita” y se fue entes de que saliera de mi sorpresa.
No hablaba, la mirada perdida, la boca abierta, se había orinado y yo, con mezcla de lástima y disgusto, empecé a murmurar: “! Mira eso!, el miedo que le tenían y ahora me lo sueltan aquí, sin escolta, meado y sin pañales, no les importa sino para propaganda”. Y me desperté.
“Los sueños, sueños son”, absurdos, simbólicos, pero no tan absurdos como supuestamente despiertos soportar esta tiranía tantos años por miedo y mentirse la gente a sí mismos que va a mejorar o que ellos van a resolver sus problemas emigrando, o nos los va arreglar E.E.U.U., Europa o el papa Juan Pablo II.
Y esos extranjeros de discurso derechos humanero y dialoguero, defender la tiranía en Cuba y mimar a sus opresores, llamarlos “presidente”, y “parlamento” o “Asamblea Nacional” a la claque decorativa que aplaude y vota unánime.
Y venir los premios Nobel y las “personalidades” y !los luchadores por los derechos civiles en sus países!, y los cardenales y las iglesias a adorar al gran hombre en su trono ensangrentado.
Ruego que los cubanos mejoren sus vidas y las conserven libres de la pesadilla de gobernantes tan totalitarios que obsesionan hasta aparecérsenos en sueños.
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