miércoles, 31 de marzo de 2010
Se posterga indefinidamente “Día D”, Chávez lo decreta feriado nacional
Lenin, con su mordacidad y su ironía características, dijo burlándose de la servil disciplina de los alemanes que si sus revolucionarios tuvieran que asaltar y tomarse una estación de ferrocarril, comprarían ordenadamente el correspondiente ticket de andén. Y que si el palacio del Kaiser estaba rodeado de cesped con avisos de “se prohíbe pisar la grama” renunciaban a tomarse el palacio. ¿Cómo, si dañarían el césped?
opinan los foristas
Parafraseando a Lenin, de quien no conocerá ni las Obras Escogidas, nuestro teniente coronel ha descubierto el quid de la oposición venezolana: no resiste un día feriado sin desaparecerse del mapa. Sea carnaval o semana santa, 19 de abril o 5 de julio, para qué hablar de las fiestas decembrinas: se escucha desde el alto gobierno el pito del “vamos” y salen disparados como perritos pavlovianos nuestros próceres democráticos. En cualquiera de esa chorrera de días festivos – los más numerosos y abundantes del calendario latinoamericano – no se encontrará un presidente de partido y un dirigente gremial, un candidato a diputado o un militar jubilado dispuesto a jugarse la vida por la libertad de su gente ni por asomo. Es la estampida. A Disneylandia, a Playa del Agua o La Gran Sabana se ha dicho. Que a New York City, a Madrid o a Paris, solo los de la primera línea. El perraje opositor debe conformarse con Villa de Cura.
Insólito, pero no siempre las urgencias liberadoras y los afanes revolucionarios descansaron el sueño de los justos en día festivo. La propia provincia de Venezuela sufrió sus primero dolores de parto y dio a luz la república un jueves santo, fecha conmemorativa pronta a alcanzar el bicentenario. Los próceres revolucionarios no estaban ni de juerga ni de parranda, si bien es cierto que por razones jamás aclaradas y que posiblemente tengan que ver con el prurito parrandero en festivos, tan congénito a la nacionalidad, don Simón Bolívar no mostró la nariz por la Plaza Mayor en día tan esclarecido. Prefirió pasar agachado y refugiarse en su hacienda, mientras pasaban los sucesos. Que tenía en demasiada estima al gobernador Emparan y acababa de recibir la cuota de reales sobrantes que le correspondían de la Real Hacienda Pública. Y además era feriado.
Poco importa que, como bien dicen los escritores de novelas negras, “la maldad no descansa”. Y la sala situacional pase las 24 horas del día – sea laborable o festivo – montando los andamios a los que nos subirán cuando llegue la hora de las horcas caudinas. Lo cierto es que así, la tienen facilita. Cuando la oposición por fin decida ponerle punto final al comandante y fije la fecha, éste, suficientemente soplado por alguno de los miembros de su abundante Quinta Columna, lo declarará día festivo. Con doble pago y prestaciones.
Adiós democracia, que te apagaste. Te han emborrachado con días feriados.
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